Ximena Barragán
Olga Sánchez Cordero a la Secretaría de Gobernación, un gabinete paritario, que integrarían mujeres diversas y capaces; la excelente coordinación de campaña de otra gran y valiente mujer, Tatiana Clouthier, una esposa que no aceptaría la figura de “primera dama” (porque las implicaciones patriarcales son muchas). Yo voté por Andres Manuel López Obrador, porque además de poner primero a los pobres, él respetaba y realmente consideraba a las mujeres, y no para cumplir con cuotas de género o adherirse a una moda política; cada una de las mujeres que consideraba, proponía, y formaba ya parte de su equipo de trabajo había sido cuidadosamente seleccionadas; él respeto que tenía, y tiene hacía ellas es evidente.
No, no creo que debamos de perder vista el hecho de que tenemos la primera Secretaria de Gobernación de la historia, una mujer liberal que, además, no le tiene miedo a su jefe, al presidente de la República, que sabe que tiene su respaldo aunque abiertamente hable sobre despenalizar el aborto y reconocer deudas que el Gobierno tiene con nosotras; que la hoy Secretaria de Economía es también respetada en sus opiniones, a veces contrarias a las del primer mandatario, que a Luisa María Alcalde se le han entregado las riendas de programas y proyectos que están cambiando el rumbo del país. Nada de eso podemos olvidar.
Yo no lo olvido ni lo pierdo de vista, pero me cuesta entender cómo una mujer que ha sido abusada, o la madre de una víctima de feminicidio podrían racionalizar estos avances en la administración antes de enojarse y reclamar, antes de sentirse agraviadas cuando el presidente, con todas sus virtudes, no ha sido capaz de pronunciarse respecto a ciertos temas; entre ellos y, uno de los más graves, la candidatura de un personaje acusado de violación.
Yo entiendo, y respeto el principio de “no autoritarismo” y que “el pueblo manda”, pero sí el pueblo avala conductas misóginas como ejemplares, ¿no sería bueno tal vez orientarlo un poco?; es decir, al aceptar y ni siquiera opinar en contra, se afecta mucho más que carreras políticas, las implicaciones de que un hombre así sea apoyado por una institución política para competir por la gubernatura de un estado, el hecho de que un violador pueda alcanzar ese nivel de “éxito” político y profesional está mal en todos los sentidos. No sólo por el hecho de que no hay repercusión a la violencia de género, sino que se fortalece la idea de que ser un macho no es malo, que incluso te puede convertir en líder.
En estos días, después de la colocación de las vallas para “la protección de las manifestantes“ alrededor de palacio nacional, no puedo evitar preguntarme: ¿a caso estas mujeres, (estas sobresalientes, preparadas e inteligentes mujeres) cercanas al presidente no hablan con él ?, ¿no le explican que, aunque sabemos que hay parias que quieren colgarse del movimiento y desprestigiarlo, el criminalizarlo desde el poder es muy grave?
En verdad me cuesta mucho trabajo entender una postura que parece tan contradictoria a lo que él representa, tal vez me falta entendimiento de la administración pública, pero sí creo que el enojo y el reclamo de las mujeres mexicanas es justo y fundamentado.
Ojalá, el presidente escuche las llamadas de atención y atienda esta deuda, que incluso Olga Sánchez Cordero ha reconocido, tiene el gobierno con las mujeres. Ojalá, también aquellos que nunca han sido ni serán feministas dejen de politizar un movimiento histórico que nunca ha tenido, tiene, ni tendrá a un hombre en el centro.
