Eric Rosas
Ventilador de la calle…
En su comunicado 395, del pasado 11 de diciembre, la Secretaría de Relaciones Exteriores dio a conocer que había donado a países caribeños, “…los primeros dispositivos médicos de respiración mecánica hechos en México…”. Aunque el comunicado no precisa el número de los ventiladores regalados, sí menciona que con tal acción el Gobierno Mexicano dio cumplimiento a un “compromiso pactado” (sic) con Antigua y Barbuda, Belice, Guyana, Haití, República Dominicana, Santa Lucía y Trinidad y Tobago. El boletín destaca que tal entrega fue gestionada a través de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional; la que se aseguró de que los respiradores cumplieran con todas las especificaciones técnicas requeridas internacionalmente, así como de realizar las adecuaciones necesarias para que pudieran operar a las distintas tensiones eléctricas de las naciones receptoras.
De esta filantrópica acción del Gobierno de México llama la atención que una de las problemáticas que nuestro país enfrenta desde finales del año pasado, es la saturación en los hospitales que atienden a las personas infectadas por el SARS-CoV-2. Tal déficit de espacio se debe, en gran medida, no al hecho de que los nosocomios carezcan de camas para recibir a los enfermos de covid-19, sino a que éstas no cuentan con los equipos de cuidado intensivo – entre ellos precisamente los respiradores – necesarios para enfrentar las agravantes causadas por el virus.
Casi nada se sabe de los cientos de ventiladores que la titular del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) prometió que entregaría al 15 de mayo del 2020. Y aunque muchos meses después mostró dos prototipos – como para hacer creer que había cumplido su compromiso –, en realidad no parecen ser réplicas de aquellos, los apenas 270 equipos recibidos por los hospitales hasta agosto pasado. Con la oscuridad en casa por los miles de contagios que surgen diariamente, no parece que nos sobren respiradores para regalar, cual si fuésemos candil de la calle.
En el fondo, como lo aseguré en La Onda Plana a finales de marzo del 2020, la probabilidad de que el consorcio formado por unas empresas privadas y uno o dos de los centros públicos de investigación (CPI) del CONACyT, pudiera efectivamente desarrollar en tiempo récord las capacidades de ingeniería y producción en serie de tales aparatos médicos, era nula para todo fin práctico. Una cosa es aprovecharse de las capacidades de diseño y prototipado que tiene la iniciativa privada, o de las competencias técnicas de los investigadores mexicanos, pero otra muy distinta es llevar una línea de producción en serie a su operación óptima y mantenerla así.
Cada respirador producido tiene que entregar el desempeño esperado, que no debe variar del de los demás del mismo y otros lotes. Para ello su fabricación requiere, por ejemplo, que todas las piezas cumplan con rigurosos estándares metrológicos; exigencias que se trasladan a los distintos procesos de producción que estén involucrados. Mantener los índices de capacidad de estos procesos es algo que no se puede lograr de buenas a primeras con una línea de producción que, al ser nueva, resulta totalmente desconocida. Pero para aprender a controlar lo anterior, urge desarrollar capacidades de ingeniería en los CPI, que de verdad les permitan transferir tecnología. Esto debería ser uno de los retos a enfrentar con una Ley de Ciencia y Tecnología seria, que esperemos elabore la próxima Legislatura federal.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
e.rosas@prodigy.net.mx
Twitter: @DrEricRosas
