26/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Recuperación, para muchos, la luz al final del túnel Covid

Fecha de publicación:

Mañana lluviosa de un martes en el cual los principales diarios y medios de comunicación del mundo, lanzan cual misiles que se ha rebasado el millón de muertes por Covid-19. La tragedia se aprovecha para acrecentar la devastación y el poder que sigue impactando el cuerpo de todo aquel que es víctima de su veneno. Remembranzas de Hera, la Gran Diosa hermana de Zeus, quien con resiliencia y una aprehensión magnánima a su hermano, nunca se separaba de él. De la misma manera el virus sigue invadiendo cada recoveco del cuerpo del cual se apodera. 

Aranxa Albarrán

Un silencio descomunal penetra los oídos al ingresar al área restringida del nosocomio de Atlacomulco, donde se encuentran los más afectados por la enfermedad y al mismo tiempo, resuenan taladrantes los monitores de oxigenación y los llamados de alerta en las bocinas. 

A pesar del negro y la profunda ausencia de un corazón firme en la atmósfera de un hospital, existen tres elementos de los cuales también se aferran los espíritus de los residentes: esperanza, ilusión y fe. 

“Uno llega a pensar que Dios no existe, por muy creyente que seas, haz de cuenta que no te dan ganas de seguir, te entra mucho miedo, pero de repente piensas en tu familia, en volverlos a ver y cuando ellos se comunican contigo y los ves aunque sea por un teléfono una vez al día, te gana mucho la ilusión de abrazarlos y seguir luchando.” Comenta Gerardo de 57 años, que está a dos días de salir del hospital, según los pronósticos de sus médicos y enfermeras que han estado atendiéndolo. 

Acercarse a un mundo donde las constantes noticias dibujan frenéticamente una esfera desconsoladora y temible, permite que al confluir en ella se traspase la espesa capa oscurantista de la cual hemos sido cautivos durante más de seis meses en el imaginario, porque por fortuna, aún varios no están presos de más de tres mangueras trasportadoras de medicamentos. “Auspicia la aflicción de la carne” como lo dijo en algún momento Monsiváis. 

Rigoberto es vecino de cama de Roque, un año mayor que él, uno de los más longevos que ha sacado fuerzas para seguir adelante con 68 días internado. Su hogar, evidentemente, se ha instalado en una metamorfosis constante.

“Entré con mucha dificultad para respirar y me dijeron que por mi edad todo podría ser más difícil, en la mente solo me pasaba mi mujer que lloró mucho cuando me trajeron para acá pero los doctores me dijeron que tenía que echarle ganas para que no me intubaran, sí lo hicieron, duré así diez días y de ahí para acá no dejo de suplicar por seguir respirando por mí mismo.”

Hace pausas entre una palabra y la otra, permite que los bronquios se expandan para continuar.

“Me contagie yo creo porque entregaba despensas de parte del gobierno y tal vez con el contacto de la gente, me dio.”

Al concluir su oración, arriban tres enfermeras que por el tiempo, han creado un lazo esencial para proporcionarle lo que escasea de aquellas mangueras portadoras de antibióticos, suero y analgésicos: ánimo. 

“Tío Roque, ¿cómo va? Le venimos a cambiar el suero y darle sus medicamentos. ¿Cómo se ha sentido? ¿Ya contento porque ya casi se nos va a casa?” Roque sonríe, patrocina un “elán vital” en términos del filósofo Henri Bergson, porque genera una acción de empuje, un empoderamiento interno que subyace en el querer vivir. “Sí. Las voy a dejar que hagan sus maldades.” Un estruendo de risas hace eco en las paredes de “bips” mecánicos que indican esperanza humana. 

Se toman de las manos, conversan de fútbol que en el presente es un elemento difuminado por la mente, pero anhelado impacientemente. Realizan ejercicios de movimientos en las articulaciones que permanecen constantemente en pausa e inmóviles.

“Hoy vamos a comer mejor, Don Roque, demuéstreme sus ganas por irse de aquí, ya ve que espantan siempre.”

Y el tío Roque se alimenta no específicamente de nutrientes, sino de paz y fortaleza. 

Adelante del pasillo, los recuperados parecen ser más, el millón de personas que han sido derribados, duele y rasga una gran parte del pecho. Es inevitable dejarse de cuestionar sobre el peligro y adherirse al mundo del “todo está bien”. Rocío que está siendo vestida para que duerma en su cama, después de quince noches fuera de su hogar se muestra débil a contraluz de una ventana, empero sus ganas de descansar por fin con la compañía de su familia, sobrepasan el cristal que divide a los que pasan presurosos para dar atención a otros. 

527 mil 278 personas recuperadas han sido registradas en las cifras del día 28 de septiembre en México, de ellos, 38 mil 891 pertenecen al Estado de México, lo cual da paso al insaciable peligro pero también, el blanco difuminado en la enfermedad -que es más subrayada como letal-, regala posibles victorias para seguir viviendo. 

Foto: Aranxa Albarrán

Tags: en Sociedad
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