“La humildad y la alegría de vivir……. aún en tiempos de pandemia”
Muy buen día, querido(a) lector(a)! Siempre es una alegría saludarle y tener la oportunidad de encontrarnos a través de la lectura de la presente columna. Desearle que Usted y a su apreciable familia se encuentren bien. Así como, agradecer de su parte el tiempo y espacio que dedica a la lectura de estas líneas. Espero que no baje la guardia en el tema del cuidado personal que debemos tener todos en éste proceso de apertura de actividades económicas. Cuidarnos a nosotros mismos y a los demás, tomando las medidas de prevención que los expertos nos sugieren es una cuestión de responsabilidad personal pero también responsabilidad social para evitar la propagación del virus que ha llegado a la humanidad y con el cual, es necesario que aprendamos a convivir, tomando las precauciones que se requieren para evitar los contagios.
Vive la humildad quien “reconoce sus propias insuficiencias, sus cualidades y capacidades y las aprovecha para obrar el bien sin llamar la atención ni requerir el aplauso ajeno”, alude el Dr. David Isaacs. Refiere que la humildad ayuda a la persona a dominar el apetito desordenado de la propia excelencia y, por tanto, crea, en parte, un ambiente adecuado para la convivencia entre personas. Sin embargo, alude…, tal descripción operativa habla de reconocer las propias insuficiencias, cualidades y capacidades y esto parece algo contrario a la negación de uno mismo. No es así, porque no sólo existe el vicio de la soberbia frente a la humildad, sino también el vicio que supone la desordenada abdicación del propio honor y fama. Por lo cual, sigue citando el autor, parece claro que, para ser humilde, hace falta ser realista, conociéndose a sí mismo tal como uno es. Únicamente así, podremos aprovechar todo lo que poseemos para obrar el bien.
Por su parte, Josemaría Escrivá de Balaguer ha escrito que, la virtud de la humildad recobra su sentido más pleno cuando la persona se considera en relación con Dios, porque así, sus insuficiencias son compensadas por la grandeza de ser hijo de Dios. Y al comprender que apenas valemos algo, nos abrimos a la grandeza de Dios: es ésta nuestra grandeza.
Por su parte, Santo Tomás habla de que, la justa medida de la realidad del hombre no viene por la relación con otros hombres, sino, ante todo, por su relación al Creador.
Por tanto, reconocer que la primera realidad que nos engrandece nos refiere a nuestra creación individual, “única e irrepetible” que surge del inmenso amor que Dios ha tenido por cada uno de nosotros desde toda la eternidad para hacernos partícipes de su magnificencia, sería el primer paso a seguir en la búsqueda de un sentido profundo de la grandiosidad que representa la propia vida como un don maravilloso que merece el indulto de ser vivida con humildad, alegría y entusiasmo.
De hecho, las palabras y las acciones de las personas que son realmente humildes siempre estarán precedidas por un elevado nivel de conciencia (auto-conciencia). En contraste con quienes detrás de sus palabras y acciones agresivas o mezquinas se encuentran impulsos inconscientes que no les permiten comprender el daño que causan a los demás y en sus relaciones personales.
Por otra parte, la persona consciente de sí misma, a partir del propio reconocimiento de sus fallas y errores tenderá a ser más indulgente y, por tanto, se percibirá a sí mismo con más agrado. Lo cual, se traducirá en una natural satisfacción personal que traerá por consecuencia tranquilidad y paz interior, que derivará en sentimientos de placer producidos por sucesos favorables que suelen manifestarse con un buen estado de ánimo, satisfacción y tendencia a la sonrisa o a la risa, “motivo de alegría” o regocijo.
Al entrar en comunión con la voz interior, descubriremos que ésta voz será nuestra mejor guía hacia una vida de grandeza.
Confucio escribió “Las palabras son la voz del corazón”
Aquí, la gratitud también juega un papel de importancia pues, un corazón abierto a la humildad y a la gratitud permitirá escuchar los mensajes de sabiduría que solamente surgen ahí, en la propia interioridad. Lao Tsé dijo, “La gratitud es la memoria del corazón”. Se ha dicho también que la gratitud es una forma de estar en la vida en la que uno se siente agradecido sin que haya ocurrido nada especial.
De tal modo que, podemos observar que las personas que viven la gratitud, son más felices y optimistas. Manifiestan un entusiasmo por la vida; son más serviciales, simpáticas y están dispuestas a perdonar. Los caracteriza su nobleza de corazón y es evidente que viven la vida desde la perspectiva del amor. Y la alegría es la manera en que ellos están en cada jornada, sin que los cambios en las circunstancias que los rodean modifiquen su visión optimista y alegre, aún frente a situaciones adversas por las que nos toca atravesar a todos en muchos momentos de nuestras vidas.
Al valorarnos a nosotros mismos, aceptando nuestra imperfección y reconociendo también el valor de los demás, nos estamos haciendo el regalo de la felicidad, de la alegría, como forma de estar en el mundo.
Querido(a) lector(a)……. Los tiempos recientes nos han ofrecido grandes oportunidades de reencontrarnos con nosotros mismos y tal vez, replantearnos la manera en la que nos encontramos en el mundo y en la que elegimos vivir día a día. Estaremos dispuestos a examinar nuestro desempeño para reafirmar, si así es el caso, la humildad y la alegría que nos ha caracterizado para disfrutar con gozo el regalo de la vida?……..Y si no fuese esa la manera en que nos hemos desempeñado…..¿acaso alinearíamos nuestro egoísmo, soberbia y tal vez pesimismo, para optar por un cambio en favor de la humildad, la gratitud y la alegría como método para disfrutar más del don de la vida y hacernos un regalo de felicidad?………
Y….Hasta la próxima, querido(a) lector(a)!!!!
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