27/Jul/2024
Portal, Diario del Estado de México

La Onda Plana

Fecha de publicación:

Es turno de los técnicos 

Eric Rosas

Las leyes de la naturaleza no obedecen a intereses particulares. La roca se subyuga al efecto de la gravedad obedeciendo idéntica ley aquí que en cualquier otro sitio del universo. La combustión se consuma cuando cuenta con el oxígeno necesario, sin poner objeción alguna que dependa de las coordenadas geográficas. Y el virus SARS-CoV-2 continuará propagándose en México en tanto siga encontrando las condiciones para ello. La pandemia de covid-19 no tendrá un comportamiento preferencial por ningún pueblo “bueno” ni “malo” del planeta. A nuestro país nada más lo salvarán de la catástrofe aquellas acciones cuya eficacia esté científicamente fundamentada y su implementación se realice de manera acuciosa.

Ante tales hechos, cuando los virus no se pliegan a los caprichos de nadie, cuando la realidad no obedece los intereses individuales, no queda otra opción más que mentir. Aquellos que abrazan al cinismo sin el más mínimo pudor pueden decir cualquier insensatez en público y desdecirse al día siguiente, sin vergüenza, sin remordimiento alguno. Pero la verdad de los hechos estará ahí, vigilando al mentiroso, al deshonesto, para restregarle la realidad en cada momento. Y el mentiroso deberá continuar amontonando nieve en la inmensa bola que, más temprano que tarde, lo sepultará. Con las cifras publicadas por la Johns Hopkins University para este domingo 5 de julio de 2020 y las de población del Banco Mundial para el 2019, nos damos cuenta de que México tiene ya casi tres y media veces la tasa de mortalidad promedio del mundo. La población mundial en 2019 alcanzó los siete mil 673 millones 533 mil 970 individuos y han perecido a causa de la enfermedad 531 mil 729 personas. De acuerdo con nuestra población, de 127 millones 575 mil 530 mexicanos en 2019, México debió acumular del orden de ocho mil 840 difuntos a lo largo de toda la pandemia; es decir que ha habido ya 21 mil 526 mexicanos que no debieron haber muerto. Pero lo más grave es que algunas predicciones serias indican que para septiembre los connacionales que habrán fallecido a causa del negligente manejo de la pandemia serán 141 mil 303. Para entonces el disfraz de ilustre técnico especializado poco a poco se habrá desvanecido y la piel de servil lacayo quedará expuesta ante todos. La otrora crédula audiencia verá la infamia de los engaños, el indigno uso del cargo, el pisoteo al juramento hipocrático, y la fallida usurpación de la honorabilidad del verdadero científico, el que no está dispuesto a ocultar la verdad en favor de la zalamería. 

Pero el pueblo es inteligente y su instinto de supervivencia le auxilia en los momentos de peligro. Es quizá por eso que, en una encuesta recientemente realizada en México, 98 de cada 100 respondientes dijeron tener confianza en los científicos cuando los escuchan hablar de lo que se debe hacer para enfrentar exitosamente a la pandemia de covid-19; en contraste con el magro cinco por ciento que aún cree a los políticos. Cuando hablamos del personal de la salud la confianza alcanza el 94 %, pero cuando se pregunta respecto a los funcionarios del gobierno, sólo 46 de cada cien mexicanos expresan confianza en ellos. La gente que confía en la ciencia y la técnica no se equivoca. Los resultados ya están a la vista en donde los científicos han dirigido las estrategias para enfrentar al virus, en donde los gobernantes han hecho a un lado su ego y sus intereses personales políticos y electorales, y han aceptado su incapacidad para descifrar el comportamiento de la naturaleza, para beneficiar a sus gobernados y evitar así el genocidio contra sus propios pueblos. 

En México, mientras que autoridades y empleados gubernamentales aprovechan mezquinamente la crisis para adjudicarse directamente compras – a veces hasta simuladas – de instrumentación y equipo médico esencial para proteger a enfermeros y médicos; mientras que cada noche se pretexta la ineficacia del uso de los cubrebocas y la inexactitud de las pruebas, para intentar ocultar la insuficiencia de los recursos para adquirirlos, porque tal vez fueron acaparados vorazmente; mientras eso y más sucede, los científicos mexicanos trabajan con honestidad y ahínco – y sin recursos suficientes – para encontrar vacunas y tratamientos que protejan a la población; para construir robots que ayuden a disminuir la necesidad del contacto físico; para desarrollar aplicaciones informáticas de ubicación y rastreo de contagiados; etc. Es ya el momento de comenzar a elegir a más científicos y técnicos para ocupar cargos de gobierno. 

Lo anterior, dicho sin aberraciones. 

e.rosas@prodigy.net.mx 
Twitter: @DrEricRosas 

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