“Hoy fue un día muy pesado en el hospital, estamos a tope, habíamos calculado 50 camas para pacientes COVID, 25 en cuarto piso y 25 en el segundo para tenerlos separados. El censo de hoy, empezó con 99 pacientes el día, caben 50 por piso, contamos solo esos dos pisos con algunas separaciones, así que los dos están llenos. No hay ventiladores suficientes. El área de observación de urgencias que tiene como 30 camas también ya es área COVID.” Argumenta Socorro “N”, Médico en el Centro Médico Issemym.
Aranxa Solleiro
Un jueves cuando el turno terminaba, con suspiros desencadenados y con gotas reflejadas en sus lentes de protección, iniciaba el relato de una de las tantas almas -con características de guerrero- que a pesar del miedo y a pesar del futuro incierto, no deja de luchar para rescatar lo que a momentos, ya parece perdido.
Sonidos de espirómetros, de monitores que marcan la oxigenación y el bombeo del corazón de pacientes que como ellos, cultivan una resistencia admirable. El silencio y los gritos, el llanto y también la risa de aquellos que impulsan al cuerpo y al espíritu a no decaer, aunque todo incite a hacerlo.
En entrevista, Socorro compartió para Portal Diario, lo que para ella es estar en uno de los escenarios más catastróficos no solo de su profesión, sino de la humanidad, puesto que así como en México, la gran mayoría de los hospitales en el mundo lo siguen viviendo.
A finales de la semana pasada, el gobierno federal y el estatal, anunciaron una pronta reapertura de establecimientos comerciales, así como el reinicio de actividades en espacios de trabajo y de encuentros sociales, asegurando que pronto estaremos en un semáforo naranja.
Cien días después del inicio del confinamiento, los citadinos y la sociedad en general, demuestran un desespero del día a día, de pertenecer día y noche sin descanso alguno, a las paredes de sus casas y a la conversación entre los integrantes de familia. Sin embargo, dentro del mundo hospitalario, la angustia y el aire se colapsan poco a poco, el estar en casa se convierte en un sueño y se pide al cielo cada día tener la oportunidad de estar conversando con hijos, padres, hermanos, abuelos y tíos; se ruega por cambiar las paredes que sustentan el espacio laboral, por las del hogar de las que muchos se han cansado, en donde hace seis meses todavía existía la familia completa, empero, gana la decisión de seguir haciendo el bien para quienes pelean inhalación por inhalación a continuar con vida.
“Se calcula que para agosto o septiembre probablemente ya baje la saturación. Sin embargo la gente como ya se aburrió de estar encerrada, ya se cansó, ya empezó a salir y el número de infecciones se multiplica. El problema también es que las pruebas que se aplican, no tienen una sensibilidad alta, eso quiere decir que del 60 o 70 por ciento de las que se aplican, si eres positivo a lo mejor y te toman la muestra en los primeros días, es probable que salgas negativo aunque tengas el virus. Entonces las cifras de infectados están muy por debajo de lo que realmente es.”
Se entiende, la vida debe de continuar, la sociedad debe de mantenerse activa para salvarse y para no perder lo poco o mucho que se obtiene día con día derivado de una jornada laboral, pero el vislumbre de lo que realmente existe, está muy lejos de la mente de un gran número de la población.
“Al final sí tenemos que salir y comenzar a vivir pero hacerlo con más cuidado, con la consciencia de que lo haremos despacio, si es posible estar en casa unos dos meses más, ayudará que el contagio en agudo aminore.”
Socorro comienza el ritual de retirarse lo que simula un escudo protector, demostrando sus marcas alrededor de los ojos, trata de levantar sus brazos y retirar los lentes mientras comenta: “a mí me duele la cabeza de todo el equipo que debemos de ponernos y ya tengo muy dañada mi piel, pero ni modo, así es esto o si no corremos más riesgo.”
“Van a empezar a levantar la cuarentena pero eso no significa que estemos mejor, los hospitales estamos a tope. Si fuera posible que la sociedad viera lo que en verdad se vive: el ver a los pacientes sofocándose, sin poder respirar; el panorama y la percepción de las cosas serían muy diferentes. A veces no podemos ser empáticos porque no lo vemos. Y nosotros no podemos mostrarlo porque no subimos al piso COVID con celular porque no queremos arriesgar a infectarlo y traernos el virus a la casa.” Toma un momento una silla y se sienta a respirar unos minutos que parecen exageradamente valiosos.
“Mis hijos viven con mis suegros y mi esposo ahorita, porque estoy haciendo muchas intubaciones y el riesgo de exposición es muy alto, entonces me tuve que aislar. Hoy por ejemplo, hice cuatro de pacientes muy jóvenes de 26 a 40 años.” Prosigue con una botella de agua en mano que le inyecta una especie de energía que parecía perdida.
“De 100 personas que se infectan el 50 por ciento ni siquiera se van a enterar, van a ser asintomáticos, del 50 que queda, el 20 se enfermará como si fuera una gripa, otro 20 por ciento sufrirá como una gripa fuerte y el 10 que queda son los que se enferman de gravedad y necesitan intubarse. De los que se intuban, 9 de 10 pacientes por lo menos hasta el momento la estadística dice que se morirán y así lo vemos aquí, de 10 que se intuban 5 la libran y los otros 5 no. Es una situación muy difícil para nosotros como médicos y aun así la gente sigue siendo incrédula.”
En cuanto a los pacientes, menciona que ha visto a niños morir por paros respiratorios, a jóvenes de entre 25 a 30 años con la necesidad de un ventilador para seguir con sus vidas.
“La mayoría de los pacientes que he estado atendiendo son obesos y ellos son los que más necesitan ser intubados, sin importar si son jóvenes o no. Entonces esto también es una alerta de la mala nutrición que hemos estado llevando durante el tiempo. Esto no solo afecta a la gente mayor. Es un virus muy contagioso, ese es el problema.”
Agacha un poco la cabeza y con ojos rojizos de cansancio, temor, tristeza y angustia finaliza:
“la verdad es que es echarte un volado para saber si te va a tocar o no y también no sabes si no padecerás síntomas o la pasarás muy mal. Estamos en un hospital de guerra, prácticamente.”
Evidentemente hasta el momento, el naranja del semáforo epidemiológico está más cercano a permanecer en el rojo que a difuminarse de amarillo o verde.
(Foto: Aranxa Solleiro)
