19/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Guantes, bata, cubrebocas y una moneda en el aire: crónica de una pandemia

Fecha de publicación:

La fecha se fijó a las once y media de la mañana, los nervios estaban empezando a correr por todo el cuerpo, lo sientes en tus venas, tus articulaciones comienzan a temblar y apenas pones los pies en el suelo resbaladizo, quieres evitar tropezarte y continuar. Respiras con fuerza, sintiendo tus pulmones, su magnífica fuerza para mantener el aire dentro y exhalar formidablemente.

Aranxa Albarrán

Más tarde, el mismo enemigo de los últimos sesenta días golpea el cerebro. Tratas de deshacerte de los sentimientos que invaden tu cuerpo y tener la fuerza suficiente para evitar que hagas lo que sabes que es correcto y juraste hacer tan pronto como terminaste tu carrera: darlo todo para salvar la vida de otra persona, incluso si eso significa entrar dentro de una especie de acto suicida.

Te lavas por décima vez tus manos desde que llegaste, tienes arañazos en los dedos, la crema para las manos no está siendo suficiente a veces. Estás tremendamente cansado, si no te hubieras comprometido con la obligación de estar allí, probablemente habrías estado disfrutando de tus hijos mientras veían una película, su favorita.

Guantes, bata, cubrebocas y una moneda en el aire: crónica de una pandemia
Guantes, bata, cubrebocas y una moneda en el aire: crónica de una pandemia

Tu esposa llora rodeándose de ingredientes dispuestos a convertirse en unos minutos en pasta, ella tiene miedo irremediablemente de que contraigas el virus. Trata de no ser ruidosa y si es incapaz de contener su sentimiento, enciende la licuadora y de inmediato todo el mundo podría notar que está creando una deliciosa comida.

Has notado su tristeza e incertidumbre a través de sus ojos y la forma en que se obliga a sonreír. Por lo que suplicas y lidias con el capricho de abrazarla durante un par de minutos, estás seguro de que te limpiaste adecuadamente en la ducha, sin embargo, esta enfermedad es capaz de estar en la parte más oculta de tu cuerpo, así que sólo te detienes en decirle lo mucho que significa para ti demostrando tu encanto por el magnífico postre que colocó a un lado de los cubiertos.

Se despiden cada uno con una sonrisa, rezan un padre nuestro y en conjunto le piden al ser supremo que vigila incansablemente a los integrantes del globo terráqueo, que no se olvide de ninguno de ellos, los Castillo. 

pandemia
Guantes, bata, cubrebocas y una moneda en el aire: crónica de una pandemia

Concilia el sueño dos o tal vez tres horas, si la mente no juega tanto con las imágenes capturadas durante el día de expresiones repletas de angustia de aquellos a los que atiende y a los cuales con valentía imperiosa siempre comenta “todo va a estar bien.” Se levanta, bebe una taza de café cargado para mantenerse activo por lo menos las primeras horas del día y de nuevo el reset de la rutina impuesta.

Kilómetros más adelante, se encuentra Citlalli, despierta de madrugada, el sol todavía se contempla arrinconado, similar a su temor de iniciar la jornada. Un baño que reincorpore la circulación en el cuerpo, un café y si da tiempo, un pedazo de pan. En su mente lo único que emerge y se mantiene constante es la imagen de sus hijos, quienes se encuentran la mayor parte de los días lejos de ella por protección. “Que la enfermedad me dé a mí, no a ellos, nunca a ellos.”

Ocho de la mañana, reacomoda los papeles que quedaron pendientes sobre el escritorio, se coloca la bata, envuelve sus manos con gel antibacterial e inicia la captura de enfermos, de posibles contagios y de los que no pudieron resistir a la batalla.

“Aquí hay uno… sospechoso. Este otro, positivo, ya es la segunda vez que el resultado sale así. Esta enfermedad sorprende siempre.”

Guantes, bata, cubrebocas y una moneda en el aire: crónica de una pandemia
Guantes, bata, cubrebocas y una moneda en el aire: crónica de una pandemia

Suspira dos segundos, sus bronquios también se oxigenan adecuadamente, no obstante está alerta de que no siempre es necesario padecer una ausencia de ventilación, aquí hasta un dolor de cabeza intenso, puede ser sucesor de tormentosos escenarios. 

Se escucha una voz a lo lejos diez minutos antes de la llegada de Carlos: Doctora, está la paciente a la espera de la aplicación de la prueba. Y la adrenalina conquista cada poro de la piel. Se pone de pie y con estruendo en sus pisadas arriba el médico. “¿Doctor, me adelanto?” Y es ahí cuando la vida se sitúa entre porcentajes supremos que como analogía, representan una moneda en el aire, es verdad, en los nosocomios se juega un interminable “A cara o cruz”.

Cubrebocas desechable a precio de más de 200 pesos si se ordena en línea, ya que los entregados por las autoridades resultaron sin certificado, por lo tanto el salario será también implementado en ello. Una bata oficial del Instituto, de las comunes, inservibles para protegerse y ser un guerrero ad hoc para enfrentar la pelea.

Guantes 400 pesos, extrae de una caja un cubrebocas con menos de la mitad de su contenido. Empero, dentro de una bolsa de papel con el sello oficial del instituto, se encuentran guantes, una mascarilla, gorro, botas y bata, no hay más, debemos de usarlo. Trece años cargados de experiencia, dos pandemias que se acumulan en el costal de recuentos y aprendizajes. 

Guantes, bata, cubrebocas y una moneda en el aire: crónica de una pandemia
Guantes, bata, cubrebocas y una moneda en el aire: crónica de una pandemia

Más de cinco ocasiones de limpieza de manos durante la preparación y colocación de equipo de protección. Cabello recogido como bailarina a punto de iniciar su mejor acto. Dos isotopos, uno para las fosas nasales, otro para la garganta. “Respira profundo, pasa saliva” y en segundos, el mundo se dibuja sin nitidez. 

Acto seguido inicia el segundo reto, quitarse el equipo con cuidado magno evitando en todo momento el contacto con tu piel, con tu cara e incluso tu ropa debajo. Las cinco ocasiones de limpieza de manos al inicio se multiplica al compás de tres gotas resbalando por la frente. Voltea Carlos y comenta: “y solo fueron treinta minutos, imagínate seis u ocho horas.” Todo prevalece en el basurero y como dos tesoros, se protegen las muestras dentro del contenedor. 

Termina el día, por error, por cansancio, por tedio, se pone pie fuera del nosocomio con el uniforme puesto y las miradas de rechazo bombardean el cuerpo, “parecemos delincuentes, parecemos terroristas y en lugar de aplausos, recibimos insultos. El pueblo mexicano no es tan solidario como se dice.”

Siete y cuarto de la noche del día siguiente, se anuncia un incremento en el porcentaje de sospechosos. “Mejor vamos dando por hecho que son positivos.” 

Guantes, bata, cubrebocas y una moneda en el aire: crónica de una pandemia

Fotos: Especial Portal

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