La importancia de la relación conyugal en la familia…
Muy buen día, estimado(a) lector(a)! Me es grato saludarle, deseándole lo mejor a usted y a su apreciable familia y, agradeciéndole el favor de su tiempo y espacio para la lectura de la presente columna, misma que el día de hoy dedicaremos a la relación conyugal y su importancia en la construcción de la vida familiar.
La base del éxito en las relaciones de la vida familiar se encuentra justamente en la relación conyugal, pues ésta representa el punto de partida para la construcción de otras relaciones que se generan a través de los lazos de amor que unen a los miembros de cada grupo familiar.
Es indudable que todos y cada uno de nosotros pertenecemos a una familia, única e irrepetible, con sus propias características e individualidades que corresponden a la particularidad de cada núcleo familiar y del cual podemos inferir tanto sus cualidades, así como sus áreas de oportunidad, y que nos ha permitido ser la persona que cada uno de nosotros es.
Primordial tener presente que el amor es nuestro origen, nuestra llegada a la vida, y que nos acompaña toda la vida. El amor expresa lo que yo soy y se hace conciencia de lo que ambos, como esposos, como pareja, hemos sido capaces de formar… Un nosotros.
De éste modo, podemos comprender que es el amor, el mejor regalo que los padres conseguiremos dar a nuestros hijos, espacio para ubicar el territorio “sagrado” de nuestra familia. Es sustancial descubrir el auténtico valor de las vidas de ambos, en la propia individualidad, como base del matrimonio, de la maternidad y de la paternidad.
La valoración personal tanto de la mejora consciente en lo individual, que como persona se vaya logrando en cada uno de los cónyuges, abonará extraordinariamente a una mejor relación entre ambos ya que, únicamente cultivando el crecimiento personal, se podrá bonificar más a la relación de pareja, fortaleciéndola y haciéndola crecer desde lo más íntimo del corazón de cada uno.
No olvidemos que como señala Elvia Marveya Villalobos Pérez-Cortés, en su libro “Educación familiar, un valor permanente”, es la relación conyugal la residencia fundamental del amor humano. Pues, allí quedan convocados los sentimientos más positivos, pero también pueden aparecer el odio, la discordia, la falta de entendimiento, el egoísmo, etc. Por tanto, subraya es el amor benevolente el motor que pone en marcha la convivencia conyugal, entendido éste como aceptar a la pareja por lo que es en esencia, desear su bien y amarla tal cual es.
Asimismo, enfatiza la autora cómo es que el amor conyugal está fincado en la voluntad, cuya presencia constante lo refuerza, lo anima y va consiguiendo, con tenacidad, una conquista diaria, audaz y perseverante, porque el amor hay que hacerlo y cuidarlo día a día. La fuerza de voluntad es fundamental para luchar con el propio temperamento, para intentar que se adapte al de la otra persona pues el amor conyugal es un proyecto de vida en común, en el que la voluntad desempeña un papel básico.
Tener voluntad es querer poner los medios adecuados para conseguir algo, superando las dificultades de dentro y de fuera. Y como afirma la autora, en la convivencia conyugal sólo la voluntad permite perseverar y acrecentar el amor.
Sin duda, el matrimonio representa un gran compromiso asumido desde la libertad de ambos, que desde luego tiene implicaciones, como las propias renuncias personales debido a la elección de construir un proyecto de vida en común, en el cual no cabe el egoísmo, mismo que nos aparta del amor mismo que comporta donación y entrega.
Desde la antropología del matrimonio, la doctrina nos habla de los fines objetivos que éste entraña, y que se resumen básicamente en tres aspectos:
1.- La realización ordenada de la sexualidad
2.- La procreación de los hijos
3.- La ayuda mutua
Éste último, más que un fin objetivo se refiere básicamente a que, dada la naturaleza del matrimonio como donación entre ambos desde el amor y la entrega, la ayuda mutua sería la dinámica de vida que marcará el camino de los cónyuges en la construcción del proyecto en común y que, para edificarlo requieren comprender a profundidad que —“amar no significa en lo absoluto mirarnos el uno al otro, sino mirar juntos en la misma dirección. No existen compañeros si no se hallan unidos en idéntica tarea, si no se encaminan juntos hacia la misma cumbre”—-como afirmaba Antoine de Saint-Exupéry.
Estimado(a) lector(a)!….es una realidad que la construcción de la vida familiar representa un reto día con día. De ninguna manera resulta una tarea simple ni tampoco es un tema que se pueda depositar en manos de alguien ajeno a la estirpe. Es un asunto que básicamente corresponde a los padres, cuya relación conyugal en su contenido se derrama y permea hacia los hijos, quienes naturalmente reciben aquello de lo que está hecha la relación de sus padres. Si pretendemos sanas y amorosas relaciones paterno-filiales y de fraternidad deberemos entonces atender constantemente el amor y el respeto en la relación conyugal para marcar la pauta de la familia que deseamos edificar con nuestros hijos.
Y… Hasta la próxima, querido(a) lector(a)!!!
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