Aranxa Solleiro
Eran las 4 de la mañana de un 30 de agosto del segundo año pandémico, Alejandro se preparaba para conocer por primera vez a sus alumnos de manera personal, después de un año de tenerlos frente a la pantalla de una computadora.
En los próximos días, el mundo estará admirando la exitosa o próxima devastación escolar organizada por nuestra Secretaría de Educación Pública. Sin olvidar la mención meritoria de una felicitación de parte de UNICEF por la decisión de abrir las escuelas durante una pandemia interminable y cada vez más dañina para niños y jóvenes, no obstante, miedo o no, la vida debe seguir en conjunto con el desarrollo físico, emocional, social y educativo de los discentes.
En dirección a Lerma al 10 para las 6 de la mañana, los pasajeros se formaban para ascender al autobús donde el chofer gritaba “¿No tienes un cubrebocas?” a uno de sus compañeros, poniéndolo fehacientemente, en una posición de alto riesgo de contagio. En el mismo transporte, Alejandro comentaba: “la verdad es que los alumnos presentan una actitud cada vez más mediocre, la escuela virtual les inculcó una serie de hábitos poco agradables ante la visión de un docente. La libertad de estar en casa, la poca presencia de padres de familia, provoca que la educación se vuelva aún más compleja y que los estudiantes pongan menos atención y sean escasamente participativos.” Mencionó mientras organizaba diapositivas de Powert Point para una de sus clases. “Yo voy dispuesto a dar lo mejor de mí a pesar del cansancio que me ha heredado la escuela virtual, ahora el trabajo será mayor pero para eso tenemos vocación como docentes.” Dijo.
Al llegar a Lerma, el autobús se observaba vació, los alumnos a bordo padecían de una languidez exacerbada pero un notable deseo de regresar por segunda ocasión a sus aulas. Adriana, alumna de la Escuela Secundaria Abel Salazar, esperaba paciente frente a la puerta de acceso a las 6:47 de la mañana, a la par de ella, estaba otra de sus compañeras con careta, cubrebocas y un uniforme impecable, empero, recibieron la noticia a las 7 de la mañana en punto, de que por razones de logística, las cátedras seguirán siendo virtuales, por lo menos, dicen, durante la primera semana de inicio de ciclo.
Su papá, sin embargo, se presenció molesto, pues para él la escuela es fundamental para la educación de su hija y la pandemia, no puede seguir siendo un impedimento. “Los padres dicen que no quieren enviarlos por protección, pero no podemos tenerlos en una burbuja, ni hacer que se sientan con miedo, entre más miedo tenemos al virus o cualquier otro, más nos puede dar. La vida debe seguir.” Comentó.
Alejandro, a quien curiosamente acompañamos durante el camino, atravesó fugaz la calle 29 de marzo para arribar a su lugar de trabajo, con portafolio en mano, un termo relleno de atole de galleta que compró en la esquina y una computadora para permitirle la interacción hibrida. Él, demostraba que la docencia en México es realizada con valentía y coraje, más que solo conocimiento.
Mientras Lerma permanecía vacía de alumnos, en algunas escuelas de Toluca, se presentaba como abanico de matriculas infestas de niños y otras con salones vacíos. La Escuela Primaria José Vicente Villada, impactó ante la mirada de paseantes y automovilistas, la participación y asistencia de alumnos de todos los grados a las 7:30 de la mañana.
“Tenemos mucho pendiente, estoy nerviosa de dejar a mi hijo, supongo que todas las mamás o padres están como yo, pero esto debe de ser, los niños merecen seguir su vida. Primero Dios no pasará nada y regresarán con bien a casa.” Compartió Ivonne, madre de familia.
A 5 kilómetros de distancia, a las 8 de la mañana, el Colegio Alma Mater recibía a su último grupo de alumnos, con todas las protecciones sanitarias, los niños pasaban por un modulo de sanitización, se les tomaba la temperatura y se les proporcionaba gel antibacterial. Los ojos rasgados sobresaliendo del cubrebocas, dibujaban una sonrisa envidiable de los alumnos de primaria y preescolar.
La Coordinadora del Colegio nivel primaria, aseguraba con entusiasmo que la inversión de parte de la escuela para la protección y garantía de calidad en la educación de los alumnos, ha sido titánica, puesto que para ella los estudiantes deben sentirse como en casa.
“La escuela se tuvo que ajustar a lo que nos marcó la vida, las clases las tenemos en presencial, virtual, mixto e hibrido, todo depende de las necesidades de los padres de familia, sin embargo, te puedo asegurar que aunque nos vaya a costar acostumbrarnos al uso de tecnologías y al mismo tiempo impartir presencialmente, estamos dispuestos a dar lo mejor como institución para que todo salga bien.” Dijo.
A pesar de las medidas sanitarias, el reingreso a las aulas, considera la urgencia de una vacunación para niños, para así, mantener a la comunidad estudiantil tranquila y con mayor confianza de desarrollo de actividades. De la misma manera, la coordinadora, aseguró que la educación será un nuevo reto, pues existen estudiantes con grandes pérdidas de padres o familiares cercanos, lo que incita a la incorporación de estrategias cognitivas que auspicien un ambiente de expresión y creatividad en el estudiante y, les permita un propicio manejo de emociones.
Con aulas de tres, cuatro y hasta diez alumnos, el colegio inició un nuevo ciclo, así como los estudiantes ante la interacción social y educativa. “La educación ha sido muy lastimada durante este tiempo y por eso ponemos todo nuestro amor y profesionalismo para motivar y nunca dejar a nuestros alumnos.” Dijo la coordinadora, quien a la par presenciaba minuciosas fallas técnicas de conexión inalámbrica. “Es el inicio, debemos de pensar que poco a poco nos irá mejor.”
Después de 1 año y medio de educación a distancia y un sinnúmero de ciclos entorno a la educación en México, lo que envuelve a los corazones de los estudiantes y docentes, no solo se divisa en temor por el virus desapacible, sino por aprensarse lo más posible a una pedagogía capaz de transformar las vidas de futuros profesionales.
(Foto: Aranxa Solleiro)
