Eric Rosas
México eclipsado
Hace unos días se dio a conocer que Brasil ha sido aceptado como parte del consorcio de países que financian y operan al Centro Europeo para la Investigación Nuclear (CERN por Centre Européen pour la Recherche Nucléaire), ubicado en las cercanías de Ginebra, Suiza; y en el que se encuentra el Gran Colisionador de Hadrones (LHC por Large Hadron Collider), cuya circunferencia de 27 kilómetros de diámetro se extiende a ambos lados de la frontera entre el país helvético y Francia, a una profundidad que alcanza los 175 metros.
El LHC está considerado como el acelerador de partículas elementales más grande del mundo; capaz de alcanzar las más altas energías actualmente. Tardo en ser construido del 1989 al 2001 y en 2010 se lograron en él las primeras colisiones a 3.5 teraelectronvoltios (TeV) por cada uno de sus dos haces, con lo que superó en tres veces el anterior récord de energía que había sido logrado por el Tevatrón, el acelerador circular del Fermilab, localizado en las cercanías de Chicago, en los Estados Unidos de América. Después de algunas adecuaciones, este sincrotrón del CERN pudo imprimir energías de hasta 6.5 TeV por haz, para sumar 13 TeV.
El sincrotrón del CERN cuenta como su mayor hito a la detección del bosón de Higgs en el 2012. Esta partícula, cuya existencia fue predicha por el físico Peter Higgs en 1964 se considera un eslabón fundamental dentro del denominado Modelo Estándar de la física de las partículas elementales, integrado por el conjunto de quarks, leptones e interacciones (digamos, fuerzas), que en conjunto soportan la teoría cuántica de campos que ofrece la explicación más aceptada en nuestros días para la composición de la materia.
En el CERN colaboran directa o indirectamente más de diez mil científicos de cientos de centros de investigación y universidades de más de cien países. Muchos de estos investigadores lo hacen a través de convenios con algunas de las instituciones de los países europeos que integran la Comisión Europea para la Investigación Nuclear, entidad administradora del Centro. Este ha sido el caso, por ejemplo, de algunos científicos mexicanos de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, quienes participaron realizando arduas tareas de análisis de los cúmulos de datos experimentales que sacaron a la luz al escurridizo bosón.
Sin embargo, la inclusión de Brasil como un estado aportante, permitirá que sus nacionales puedan laborar plenamente en el CERN y que tengan la posibilidad de proponer sus propios experimentos, para los que habrán de asignarles las instalaciones por tiempos determinados conforme a la demanda de las mismas. Con su incorporación, el país amazónico ha encontrado una forma de brindar acceso a sus científicos al sincrotrón que aún supera a su flamante Sirius, del Laboratorio Nacional de Luz Sincrotrón (LNLS), construido recientemente en la ciudad de Campiñas y constituye la instalación científica más grande y compleja de ese país.
El desarrollo reciente del LNLS, así como su integración total al CERN, coloca a Brasil como el líder latinoamericano en inversión para la realización de investigación científica en el campo de las altas energías. A diferencia de México, en donde el proyecto de construcción de un sincrotrón no pasó de un par de pomposos anuncios hechos por los gobernadores en funciones de Guanajuato e Hidalgo de hace algunos años, en el gigante sudamericano sí han logrado cristalizar sus esfuerzos y colaboran cada vez más con la élite de este campo de la física a nivel mundial.
En tanto esto sucede con la más grande economía de América Latina, en México instalaciones como el Gran Telescopio Milimétrico, la mayor instalación desarrollada por nuestra nación en sus dos siglos de vida, está a punto de quedarse sin recursos para operar y el Centro Nuclear de México se encuentra mayormente obsoleto y envuelto en disputas sindicales que lo distraen de la tarea para la que fue creado.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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