Carla Valdespino Vargas
In Cueitl In Huipilli II
Hemos olvidado la sencillez de la vida, los días dejan de tener un significado y se van desgastando por la rutina, por la inercia… hemos mecanizado nuestras acciones, estamos tan metidos en el trabajo, en el estrés que, de a poco, olvidamos nuestro rostro y, de pronto tenemos canas, arrugas… justo hoy me percaté de dos detalles importantes para poder escribir estas palabras cada semana: el escritorio de madera que siempre está lleno de libretas y libros y mis lentes y Pixie -mi gata- que lo ocupa de cama; y el árbol que me ofrece el cambio de estaciones con sus hojas secas y sus hojas renovadas y su cobijo a los pájaros del barrio y a los colibrís que, a veces se animan a construir sus nidos en sus ramas.
El mismo escritorio de madera donde mis hermanas y yo (cabe destacar y, por si ustedes estaban con el pendiente, soy la menor de cuatro) hacíamos la tarea y dibujábamos y leíamos y guardábamos recortes para hacer collage y las pinturas y… la vida… y las palabras impresas. El mismo escritorio de madera donde leí mis primeros libros que, cabe destacar y, por si ustedes estaban con el pendiente los sigo guardando, junto con otros tantos que se unieron a mi biblioteca y que eran de la…
Y, si usted ve con detenimiento, logrará leer:
Popol Vuh
No puedo afirmar con claridad cuándo lo leí por primera vez, pero quizá fue antes de los ocho años, porque después, el escritorio, la ventana y el árbol y esa edición del Popol Vuh habrán quedado en pausa por mucho tiempo. Retomé esas palabras del mundo Quiché mientras estudiaba Letras Latinoamericanas, para ser exacta en septiembre de 2004, o sea, hace casi veinte años y quizá se preguntarán si tengo una memoria tan exacta y la respuesta es no, solo lo sé porque suelo firmar mis libros con la fecha en que comienzo a leerlos.
Desde ese 2004 he viajado al Xibalba muchas veces en compañía de Hun-Hunahpu y Vucub-Hunahpu. En esos recorridos por el Inframundo descubrí a una serie de mujeres cuyo papel es trascendental en el devenir del Cosmos y de la nación Quiché. Hoy, quiero compartirles sus nombres, nombres relacionados con la luna, con la tierra, con lo sagrado que hay sobre este lugar que llamamos hogar:
–Ixmucame. Abuela de Hunahpu e Ixbalanque. Abuela de los dioses que da el elixir de maíz a los seres humanos. Representa la luna menguante.
–Ixpiyacoc. Abuela de los dioses. Representa la luna nueva
–Ixbaquiyalo. Madre de Hun – Batz y Hun- Chuen, primeros hijos de Hun -Hubahpu y Vucub-Hunahpu. Representa la luna nueva.
–Ixquic. Madre de Hunahpu e Ixbalanque. Representa la luna creciente. Ella es un ser del inframundo. Su embarazo simboliza el equilibrio de mundo subterráneo y terreno.
–Ixbalanque. Hermana gemela de Hunahpu, regularmente se piensa que también era hombre, pero hay datos importantes que nos indican su carácter femenino: el prefijo ix en maya se refiere a lo femenino y felino; su nombre contiene el concepto balam, es decir, jaguar; finalmente, ella se convierte en la luna, la hermana gemela del sol… la luna llena.
– Ixtah e Ixpuch. Mujeres clave en la fundación de los linajes.
Estas palabras están dedicadas a mis tres hermanas: Mary, Ange y Mar, mujeres importantes en el devenir de mis días.
Espacio de reflexión decolonial sobre el mundo mesoamericano y
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