Carla Valdespino Vargas
Seres chthónicos
Miro con detenimiento la portada del libro Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno de Donna Haraway: Un extraño ser domina el panorama, es prácticamente un monstruo, cuya cabeza es una mariposa nocturna; su delgado cuerpo está estructurado por una suerte de vértebras forradas de hilos entrelazados; sus manos son huesos peludos de los pies, quizá, de un simio y, su tronco, una pelvis humana, carece de extremidades inferiores. Una imagen quizá aterradora y carente de toda lógica dentro de la naturaleza, pero que cobra sentido al adentrarnos en los planteamientos de Haraway.
Ese ente casi abominable es denominado, por Haraway, como ser chthónico: seres de la tierra, antiguos, presentes y futuros; repletos de tentáculos, dedos, cuerdas, colas de lagarto, cabezas de mariposas, seres interespecie que no pertenecen a nadie, son libres y no desean, en lo absoluto, tener relación con el Homo, o sea, nosotros los humanos. Los seres chthónicos poseen poderes generativos/destructivos y habitan en holobiomas, esto es, espacios de intensa interacción biológica que no han sido tocados por la agricultura y, por tanto, por los monocultivos… lejos de las voraces manos del capitalismo.
Como el ente de la portada, los seres chthónicos son interespecie, idea que surge en Haraway, a partir del juego de cuerdas de la cultura navajo, cuyo objetivo primordial es restaurar la hózhó, es decir, las relaciones correctas del mundo entre lo humano y no humano, en otras palabras, es reconfigurar el mundo. Como es evidente, los planteamientos de Haraway nos llevan a reflexionar sobre la urgencia de estar en el mundo desde otra perspectiva.
Los seres chthónicos concebidos por Haraway no son nuevos, simplemente son ajenos al pensamiento occidental, culturas milenarias ya habían concebido, dentro de sus cosmovisiones, seres interespecie con características muy similares. Mesoamérica no es la excepción y, para presentarles a los seres chthónicos mesoamericanos, los invito a viajar, en diferentes momentos, por dos regiones de nuestro país: San Pablito Pahuatlán, Puebla y Ciudad de México.
Los dioses de papel
La corteza del amacuahuitl (higuera silvestre) ha sido el elemento clave, desde hace miles de años, para elaborar el papel amate. La región que hoy comprende Guerrero, Morelos, Puebla, Hidalgo y Veracruz, en la época mesoamericana, se caracterizaba por la producción de este material indispensable para la realización de códices. En la actualidad son pocos los pueblos que aún se dedican a esta labor, como lo es San Pablito Pahuatlán, Puebla, considerado la cuna del papel amate.
Este pueblo hñahñu (otomí) no solo destaca por la producción ancestral de amatl, sino también por sus dioses de papel, con los cuales se realizan rituales, llamados costumbres. El chamán se encarga de recortar “muñequitos” cuya forma y color varía de acuerdo con la naturaleza del ritual. Estos “muñequitos” son la materialización de espíritus que ayudarán a cumplir con el costumbre. En efecto, estos “muñequitos” serían una suerte de seres chthónicos. En el estudio realizado por Bodil Christensen podemos apreciar al espíritu del jitomate, cuyo cuerpo es semejante al cuerpo humano, pero tiene dos pares de pies descalzo, de cuerpo sale plantas, así como del cráneo. También existe la representación del alma de las personas malas, en cuyo caso tendrán cabeza de animal. El espíritu del plátano también es representado por un cuerpoplanta y de su cráneo sale, claramente una platanera.
Espíritu del jitomate
Espíritu del plátano
Si el juego de cuerdas, entre la cultura navajo pretende es restaurar la hózhó, el costumbre de los hñahñu de San Pablito Pahuatlán no está lejos del mismo objetivo, a través de la personificación de los espíritus y, gracias a sus poderes generativos/destructivos, se procura la armonía entre el mundo de los espíritus y el mundo de los seres humanos.
Espacio de reflexión decolonial sobre el mundo mesoamericano y
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