Los videos reproducidos en los espacios televisivos alrededor del mundo nos muestran tragedia, preocupación e impotencia. Se observa el movimiento de hospitales de una manera saturada de enfermedad y muerte, empero, nuestra mirada es incapaz -a momentos- de observar los detalles que permiten la protección de un personal de salud heroico.
Aranxa Solleiro
¿Quién está detrás de los cuartos reventados de SARS-CoV-2 en los hospitales? Luis, Gregorio, Paco, Roberto, Emmanuel, Chava y Ángel son solo siete de todo el personal de limpieza en los hospitales de México. Su labor desde siempre, es fundamental para mantener a salvo a cualquiera de un contagio no solo del virus que pulula en el presente, sino de otro tipo de bacterias y enfermedades infecciosas.
Su trabajo podría ser por rutinas de 12 a 24 horas al día, alertas de cada pasillo y habitación para recoger sábanas, batas de pacientes, pijamas de médicos, botes de deshechos donde se insertan elementos de alto riesgo como: jeringas, cubrebocas, guantes, pañuelos desechables, gasas, vendas, algodón, entre otros.
Paco Ramírez (31) revisa tres veces al día cada una de las habitaciones para la recolección de ropa sucia, los cuales son llevados en carros especialmente para ello, se traslada a través de los elevadores, sube y baja para depositarla dentro de lavadoras de tipo industrial que son capaces de lavar más de 50 kilos al mismo tiempo. Cubierto enteramente del cuerpo, se ayuda de una especie de escoba para que evite un poco más la manipulación con ella y oprime el botón que da inicio al ciclo.
“Ha cambiado mucho nuestro trabajo, ahora ya tenemos mucha más demanda, antes era muy raro tener cuidado con la ropa o las sábanas, eran contadas las que etiquetábamos o teníamos el conocimiento que eran de riesgo, ahora ya prácticamente todo lo consideramos así, se gasta más agua y energía, más allá del esfuerzo que hace uno y tener el peligro de contagiarse pero para eso estoy aquí, porque así como los doctores son héroes, yo creo que nosotros también.” Enfatiza a la par que camina por la zona lúgubre que solo pisa el personal autorizado.
Luis Salazar (35) y Gregorio Ugalde (28) se mantienen cantando para difuminar un poco la angustia, la incertidumbre y el peligro. A pesar del esfuerzo, a pesar de que han pasado días enteros sin ver a sus familias, sin dormir en su cama o simplemente sentarse a ver una película en la televisión, como lo comparte Gregorio, quien jamás dibujó en su mente lo que viviría después de un año laborando en limpieza de nosocomios.
“¡Uy, no! Si le contará que he pasado más de un día a veces trabajando, me he perdido el cumpleaños de mi hija y el de mi papá pero créame que a pesar de todo, lo disfruto mucho, me gusta dedicarme a esto y creo que hoy lo considero algo más admirable, porque hacemos lo posible por mantener alejado al virus, así como los doctores pero nosotros de otra forma.” Dice mientras resbala delicadamente sus dedos al doblar las batas que coloca una a una en el estante.
Cada enfermo recibe su ropa y sábanas limpias todos los días, se planchan en máquinas agigantadas, se doblan con un equipo considerable de integrantes varones y de manera curiosa, se realizan labores que en la sociedad se han considerado solo para mujeres.
“Nos pagan por hacerlo, sí, pero yo creo que estamos aquí porque también nos gusta, respetamos mucho el esfuerzo de todos, somos un equipo, a veces nos echamos la mano porque la verdad sí ahora tenemos mucho trabajo, entonces jalamos parejo todos, sin excepción, no sabes si en algún momento también estarás tú allá arriba en los cuartos, entonces ya le tocará a uno de los compañeros limpiar tus cosas, sin temor a lo que pueda suceder.” Menciona Roberto Vilchis (33).
Ellos, son engranajes esenciales para el correcto funcionamiento de un hospital, su empeño de proteger a quienes conforman un mundo actualmente trágico, va más allá de solo contemplar al personal médico como principal en la batalla por vencer a un virus aferrado y aún con su relevancia, no se cuenta con ningún registro de número de contagiados y fallecidos en su grupo laboral alrededor del país, aunque aseguran que ya ha habido varios compañeros que terminan hospitalizados o que se van a sus casas y ya no regresan.
Trabajar en la parte más baja de los edificios de atención médica, no debería hacerle honores a aquella frase dicha por Monsiváis “la pesadilla más atroz es la que nos excluye definitivamente.”
Foto: Aranxa Solleiro
