Todo inicio un 31 de enero cuando los medios anunciaban al primer contagiado del virus que ha revolucionado al mundo frenéticamente. Los ciudadanos de Barcelona, Madrid, Sevilla, Granada y San Sebastián se mostraron tranquilas, la vida transcurría, “no pasa nada, es solamente uno y somos 46.66 millones. No nos puede hacer mucho daño.”
Redacción
Arribó el 3 de marzo, el primer deceso, en sus corazones comenzaba a alcanzar una tela grisácea de temor, “seguimos tranquilos, solamente es uno, hay que mantenernos alertas de los cuidados.” El gobierno anunciaba confluir lo menos posible en espacios, tomar medidas de higiene, la limpieza de las manos, aquí y en China es fundamental. “Tratemos de no saludar de beso”, <<¡vale! Y nosotros que damos siempre dos.>> Diez días después ya eran 208 las víctimas. Las escuelas cerraban, la cuarentena iniciaba pero de a poco en las familias crecía un subyugante miedo de que cualquiera saliera y regresará enfermo.
25 de marzo, la cifra prácticamente explotó 3,647 personas. Un silencio infinito se instalaba en las avenidas principales, la Calle de Alcalá, las Ramblas y la Avenida Constitución eran inundadas de un único ruido, el de las sirenas: efímero, veloz y a veces espeluznante. El mundo entero se sorprende al compás de ellos, tanto el país vecino Italia, como el de ellos, se sienten desolados y un vasto sentimiento de depresión e impotencia.
Todos se encierran en sus casas, algunos siguen saliendo a trabajar, arriesgando todo con tal de no dejar que la empresa o su hogar se venga abajo, tal como sus seres queridos que llevan una semana o más instalados en esos espacios médicos al que todos en algún momento atemorizamos pisar.
Sin embargo, ¿qué pasa cuando te encuentras a 9,476 kilómetros lejos de tus seres queridos? Como cualquier migrante que por necesidad o también placer se desplaza de su lugar de origen a otro, la incertidumbre y la añoranza de estar lejos de los tuyos es una carga que poco a poco aumenta su gramaje y que a pesar de la costumbre, nunca es suficiente una llamada para sentirse nuevamente en casa.
Tras un acercamiento con la comunidad española en el Estado de México, se pretende crear una empatía de lo que ellos viven en estos momentos y cómo es estar catalogado como un miembro de uno de los países más devastados del nuevo coronavirus.
Mercedes 63 años, originaria de Viella en Cataluña
Estamos muy preocupados, mis hijos llevan más de dos semanas confinados y no sabemos cuánto tiempo más durará. Nosotros también ya no hemos salido de casa desde hace una semana. Ellos están bien, viven en Barcelona con mis nietos, pero no deja de preocuparnos lo que pueda pasar. Están en comunicación con nosotros y siempre nos advierten salir lo menos posible, porque tal vez aún no lo vemos tan grave como ellos pero lo mismo pasó allá. En mayo tendré una nieta y no sabemos cómo estará todo para ese entonces, solo le pedimos a Dios que se termine esta guerra, no deja de ser una guerra sin armas.
Cristina 33 años, originaria de Ponferrada
De momento estamos bien mi familia y yo, estamos acá encerrados en esta cuarentena. Bueno, yo sigo trabajando en el hotel donde estoy, porque a pesar de que ya se esté dando muy poca ocupación, los responsables de recepción tenemos que estar actualizando lo poco o lo mucho que llega. No podeos dejar parado al hotel. Además, me da un montón de gusto que los hoteles de allá se están organizando para prestar sus instalaciones como opción para los hospitales que ya no tengan más espacio. Ojalá que en México no lleguemos a ese punto.
Mis padres y mi familia viven todos allá en Ponferrada de donde soy y solamente tengo a un primo de 23 años que fue diagnosticado con el virus pero sé que es fuerte y podrá con ello. Hemos tratado de darles mucho ánimo aunque sea en la distancia. Nos duele pero tengo fe de que todo pasará y estará mejor pronto.
Pablo 39 años, originario de La Coruña en Galicia
Afortunadamente me permitieron en mi trabajo quedarme en casa y si es que necesito salir por alguna razón, trato de hacerlo con mucho cuidado y siendo muy precavido. Me enfada mucho que tanto allá como aquí la gente sigue saliendo, paseando, va al supermercado de dos en dos o de tres en tres, sigue saliendo a correr, eso solo provocará que nosotros sigamos en casa mucho más tiempo. No pueden entender que solo se debe de salir con justificación, acá las cosas son distintas porque no se ha querido tomar el interés a la gravedad de esto y también porque hace falta mucha ayuda del gobierno para quien no pueda quedarse en casa, pero estoy seguro que muy pronto estaremos igual si no se toman las medidas debidas.
Por lo pronto yo sigo muy atento la situación en el Valle de Arán, tengo ahí familia y gente muy querida. Y solamente me queda darles muchísimo ánimo, que todo pasará. También a la distancia trato de agradecer mucho a los sanitarios, los de UME (Unidad Militar de Emergencias) que son los que están encargados de dar organización a todo, y toda la gente que está ayudando a que esta situación acabe lo más pronto posible.
En la actualidad, se cuenta con alrededor de 130 mil 832 españoles en la República Mexicana, según datos aportados por el INE (Instituto Nacional de Estadística de España), los cuales algunos pretendían ir de vacaciones de Semana Santa a visitar a sus familias, ya que es una época que se vive de manera especial, sobre todo en el centro y sur del país. Este año se vieron afectados no solo por la cancelación de su viaje, sino porque su incertidumbre y temor por las cifras de enfermos y fallecidos que aumentan descontroladamente, evitando indudablemente que exista en ellos una tranquilidad y que piden piadosamente no padecer lo mismo en nuestro país.
(Foto: redes)
