Ximena Barragán
“Es muy fácil no aspirar a nada cuando has vivido y crecido en el privilegio”, contestaron a mi tweet que leía: “Coincido plenamente con el presidente: la clase media aspiracionista individualista, que “da la espalda al prójimo”, y daría todo por pertenecer a la élite, y que, en consecuencia, es altamente manipulable, ha causado mucho daño al país”.
Me limité a responder con tres pares de signos de interrogación, pues siento que a mi interlocutor le faltó elaborar, pero no me enganché ni me preocupé por darle argumentos en contra de la ideología aspiracional neoliberal, el presidente se pintó sólo para eso en la mañanera de ayer.
Yo ni en Twitter ni en ninguna red social peleo, me da pereza, la verdad. No peleo, pero si reflexiono a partir de lo que esta gente, con la que he coincidido, o no, en mi vida interpreta, asume y responde ante ciertas aseveraciones o manifestaciones de simpatía o antipatía hacia algo o alguien.
La respuesta de este señor, y otras en mi estado de FB que replicaba la afirmación y añadía “y aparte se ofende muchísimo (la clase media aspiracionista) cuando le dicen ‘manipulable’, porque lxs tontxs son lxs pobres, y no ellxs”, me llevó a formular, una vez más, las mismas preguntas que llevo formulando desde la campaña presidencial de 2018, ya otras que se van agregando cada que se aprueba una reforma, se plantea el incremento del presupuesto a los programas sociales o se evidencia la horrible calaña de los intelectuales orgánicos y “periodistas” ofendidos.
¿Por qué estas personas siguen pensando que mientras más defiendan los intereses de los fifis, más “nice” son?, ¿piensan, a caso, que si se pronuncian contra el mal referido, populismo, de pronto van a hangear y ser amigos de los Slim, los Salinas Pliego, los Aramburuzabala, de Loret de Mola y Hector Aguilar Camín?, ¿o que Denise Dresser los invitará a pasar el fin en su casa de San Miguel de Allende? Y, en todo caso, ¿por qué querrían pertenecer a un grupo de gente “gandalla”, aprovechada y vil?
Y es que, bueno, claro que si yo hubiera pasado de evadir impuestos y no pagar PTU ni afores a mi fuerza de trabajo, a tener que regularizarme y pagar deudas y garantizar derechos laborales a los que me ayudan a enriquecerme, claro que estaría furiosa, si yo hubiera pasado de recibir centenas de millones de pesos anuales por tergiversar la información y ladear mi opinión, a no recibir nada aparte de mi salario; viviría purgada, y claro que arremetería en contra del responsable todos los días.
Pero esos, como el señor que me contestó en twitter, como los que me contestaban en FB, como yo, que nos esforzamos todos los días por tener un nivel de vida aceptable, que trabajamos, en muchos casos, más de 12 horas diarias, para regalar su (escribo "su" porque a partir de aquí la descripción del empleador ya no me aplica) plusvalía a quienes, mediante tranzas y trampas, se hicieron dueños de los medios de producción, nosotros que consideramos privilegio cosas que deberían ser un given para toda la población, esos periodistas que nunca, jamás han recibido un beneficio ni de la tercera parte de lo que le daban a López Dóriga, ¿qué razón podríamos tener para estar enojados? No hemos perdido nada, al contrario, estamos ganando.
Estamos ganando seguridad laboral, estamos ganando reconocimiento de nuestros derechos, de nuestra valía como ciudadanos y como personas, estamos ganando honestidad, estamos ganando equidad de circunstancias, estamos ganando garantías de un mejor futuro, estamos ganando una libertad de prensa en la que se reconoce nuestro derecho a preguntar, informar y opinar, pero también el derecho de réplica, en la que ya nadie podrá pedirnos que “revisemos” y “consideremos” reorientar nuestras portadas, porque se acerca la negociación de convenios, o pedirnos que bajemos una nota porque evidencia las bajezas que los jefes, o los propios coordinadores de comunicación social han cometido.
Me cuesta, en verdad, muchísimo entender cómo un grupo de personas puede constituir una conciencia de clase ajena a su propia clase, olvidarse de sus orígenes, sus luchas y su propia esencia por querer quedar bien con quienes ni siquiera los conciben como iguales.
Ojalá estos que menciono, e incluso los realmente agraviados, logren un día reflexionar sobre el verdadero beneficio del bien común y sean capaces de concebir un país con oportunidades y posibilidades para todos, dejen de percibir al otro como amenaza y empiecen a verlo como aliado, como amigo, como un ser humano como ellos, igualmente valioso y digno de respeto, consideración y una buena vida.
(Foto: Especial)
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