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Pulque, tradición gastronómica y medio de supervivencia

Aranxa Solleiro  

“Mi nombre es Brenda Ivonne, tengo 23 años, soy de Temoaya. Todos los días salgo con mi hijito de 1 año para vender pulque. Me levanto muy temprano, yo creo que a las 5 de la mañana, más o menos, salgo junto con mi mamá, quien fue la que me enseñó a esto de la venta del pulque y nos vamos directito a San Juan Jiquipilco, allá cerca de Ixtlahuaca, ¿sí conoce?”  

Se escucha un silencio diminuto desenvolviendo a una admiración absoluta.  

“Bueno, pues hasta por allá vamos por el pulque, nos cargamos con dos garrafas de cinco litros cada una de (pulque) natural y nos traemos dos litros siempre de curado. A la gente le gusta mucho, sabe bueno, sobre todo en los tiempos de calor cuando te lo tomas bien frío, como que hasta refresca la garganta.” Siguió, tocando de puerta en puerta las casas de habitantes metepequenses que ansiosos, traicionan la vehemencia de ser consumidores locales de garañona y ayudan a Brenda Ivonne, al menos, para sustentar sus gastos de pasaje. 

Ella, forma parte de las pocas familias temoayenses que distribuyen pulque en la comunidad, en tanto que es bien sabido que, no es uno de los municipios mexiquenses de gran producción pulquera. No obstante, desde hace más de 30 años su madre se dedica no solo a venderlo, sino a prepararlo, aunque menciona que los magueyes cada día escasean más, seguirán vendiendo y preservando la cultura del pulque hasta que el tiempo se lo permita.  

“Antes de la pandemia salíamos con más emoción de vender bien, solamente con traer el puro pulque, nos salía por día 500 o 400 pesos por muy baja que estuviera la venta, hoy con todo esto, ya vendemos menos, casi la mitad si bien nos va. A veces sí es pesado, porque elegimos a Toluca y Metepec como los lugares donde mejor vendíamos, yo creo que porque no es muy fácil encontrar pulque del bueno, ¿no? Pero cada vez va siendo menos la gente que nos compra.” Aseguró tratando de arropar a su bebé acurrucado en el interior de una caja de cartón que lleva en el carrito. 

En el tiempo prehispánico náhuatl, el consumo de pulque era solamente reservado para grandes fiestas o eventos de celebración, debido a que su significado provenía de algo divino. De acuerdo a lo compartido por Brenda Ivonne, con el paso del tiempo las personas jóvenes dejan de tomar interés a la producción, puesto que se debe de tener un amor no solo a las ganancias, sino al cultivo de los magueyes, al proceso de fermentación y a tener paciencia durante el tiempo de obtención de la bebida. Desde su punto de vista, perder la tradición del consumo y elaboración de pulque, no solo afectará a la cultura, sino a familias que han dedicado su vida a ello.  

“Para mí es algo bonito venderlo, aunque yo no me dedique a hacerlo, creo que es algo muy de nosotros, no en todos lados se toma el pulque, me refiero a otros países, yo pienso, y además, muchas familias hemos salido delante de la venta. Por ejemplo la mía, mi mamá fue madre soltera, nos crió a mí y a mi hermana, nos pudo dar escuela hasta la secundaria y comida también, ella le ha entregado hasta la fecha, su vida al pulque, por eso yo le tengo mucho respeto a la bebida y también a ella, por eso que se pierda o que cada vez seamos menos en venderlo o consumirlo, pone triste. ¿verdad?” Compartió al compás de acomodar los litros de curado de piña que llevaba.  

Su jornada laborar es de doce horas, de seis de la mañana hasta seis de la tarde, contemplando el traslado que realiza de tres horas de un punto a otro, el precio por litro, lo ha debido de mantener, especialmente porque si lo baja, estima que sus ganancias serán aún menores. Actualmente el litro de pulque natural lo vende a 30 pesos y el de sabor a 50, y espera que con el paso del tiempo regrese al ritmo que tenía de venta antes de los tiempos de crisis pandémica.  

“Me da orgullo saber el trabajo que hago, más porque siento que las mujeres seguimos demostrando que podemos hacer cualquier cosa que antes era solo hecha por hombres, cuando uno piensa en pulque, nunca se imagina encontrar a mujeres vendiéndolo o haciéndolo, por eso trato de echarle ganas. Hoy por la cosa del virus solo vendemos en nuestro carrito, vendiendo en las calles, yendo puerta por puerta, antes de todo, nos íbamos a los tianguis, pero por seguridad, mejor solo nos quedamos caminando, además, nos gusta más que solo estar paradas.” Finalizó emocionada. 

(Foto: Aranxa Solleiro)  


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