Eric Rosas
Durante el anuncio de la vacuna denominada “Patria” que hizo la titular del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) el martes 13 de abril, se evidenciaron dos profundas dolencias que aquejan a nuestra sociedad mexicana desde hace ya varias décadas: la deshonestidad y la incapacidad. Acerca de la primera platicaré en esta oportunidad y dejaré la segunda para desglosarla en la siguiente entrega.
La directora general del CONACyT, la bióloga María Elena Álvarez-Buylla Roces, asistió a la conferencia presidencial de cada mañana a afirmar sin el menor pudor que la vacuna que presentaba había sido desarrollada en México y por científicos mexicanos. Su afirmación implica que tal biológico habría tenido que ser diseñado por científicos nacionales de nuestro país a partir de descubrimientos o invenciones originales, y dentro de las instalaciones de instituciones de investigación públicas mexicanas o en empresas privadas con capital mayoritario mexicano. Ninguno de los requisitos se cumplió en este caso. Instantes después de que la funcionaria pública mintiera en televisión nacional, entre los académicos mexicanos en los campos del conocimiento involucrados, comenzó a circular el artículo científico sometido a consideración de la revista EBioMedicine desde septiembre del 2020 y en el que un nutrido equipo de investigadores de las escuelas de medicina Icahn y de la Universidad de Carolina del Norte, ambas de los Estados Unidos de América, dieron a conocer el desarrollo del paramixovirus recombinante de la enfermedad de Newcastle, en el que se basa la producción de la vacuna Patria.
Casi de inmediato también, la empresa Avimex, ésta sí de capital mexicano y con larga experiencia en la fabricación de vacunas veterinarias, y ante el riesgo de convertirse en sujeto de demandas por violación a la propiedad intelectual, o incluso de que los dueños de los activos de propiedad industrial referidos le retiraran la licencia para su uso, se vio en la necesidad de emitir un comunicado aclaratorio en el que precisa que la vacuna Patria no es un desarrollo propio, sino que está basada en el paramixovirus referido y en la proteína HexaPro, propiedad de la Universidad de Texas. El mismo boletín deja ver que la participación pública no incluyó provisión alguna de fondos como lo afirmó la Dra. Álvarez-Buylla en su intervención matutina, sino que se limitó exclusivamente a la coordinación, quizá para convencer a las instituciones de salud pública de que organicen la primera fase de ensayos.
La vergonzosa escena protagonizada por la directora general de CONACyT y en la que arrastró a otros funcionarios públicos como lo fueron el secretario de salud y el propio primer mandatario, muestra que la deshonestidad se ha vuelto un quiste profundo en la sociedad de nuestro país y que sus nocivos efectos afloran ahora también en las autoridades. El recurso de la mentira o el intento de engaño —que prospera lamentablemente entre los menos informados— son unos a los que cada vez más connacionales acuden para evitar las consecuencias negativas provocadas por la irresponsabilidad, pero cuando tal comportamiento proviene de funcionarios públicos de tan alto nivel, ésta no debe pasarse por alto, sino que debería tener consecuencias inmediatas. Lo peor es que, a pesar de estas dos evidencias que desnudaron la flagrante deshonestidad de la Dra. Álvarez-Buylla, en lugar de retractarse decidió repetir la mentira en las numerosas entrevistas que ofreció posteriormente. ¿Será acaso que recibió orden expresa de engañar a México?
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
Facebook: @DrEricRosas
Twitter: @DrEricRosas
Categoría: Nacional |
Etiquetas:
No hay etiquetas asociadas a éste artículo. |
Vistas: 112 |