Xavier Lazcano Díaz
Siempre avanzó sobre los rieles de la amabilidad y la firmeza. Saboreaba el camino con prudencia y gratitud, para hallar los encantos que la vida tiene reservados para los hombres buenos y amorosos. Era feliz caminando por los cuatro puntos cardinales señalados en la brújula de la Ilustración: La razón, la ciencia, el humanismo y el progreso.
De sólidas raíces, abonadas por los valores fundamentales, sabía que la esencia de la disciplina es el respeto y la congruencia.
Como sentenció Goethe: Para hacer hay que ser. Fue un mexicano de tiempo completo y con fulminante pasión. Disfrutó a plenitud su vida, una vida con propósito, en la que el placer de leer y el arte de escribir, entre la lucidez y la conciencia de su relatividad, que configuraron de forma precisa su sabiduría. Su siempre renovada capacidad de entusiasmo, lo llevó a impulsar, articular y desarrollar acciones de alto contenido social y ecológico.
La delicadeza de sus evocaciones y el rigor manifiesto de la pronunciación de su sensibilidad, expresándose desde una óptica amable, hacían una lectura que acendra precisamente el arte de vivir.
Su perspectiva amplia del mundo le permitía tener siempre buenas ideas, pero también, la persistencia necesaria para convertirlas en realidad.
Tener una conversación con Don Nacho, era un verdadero placer: deleitaba con sus increíbles y nuevas visiones sobre el mundo; era el primero en escuchar y el último en hablar y su costumbre de lanzar preguntas robustas, se convertían en un verdadero desafío intelectual. Argumentaba como si tuviera razón, pero escuchaba como si estuviera equivocado.
Fue el paradigma del político. funcionario, escritor, maestro y ecologista que compartía todo su bagaje de conocimientos, desovillando historias de nuestro tiempo; lo que me recuerda lo que dice Irene Vallejo en su inigualable El Infinito en un Junco: “Si alguien lee para ti, desea tu placer; es un acto de amor y un armisticio en medio de los combates de la vida”.
Nuestro maestro ya no está con nosotros físicamente, pero quienes lo conocimos, lo llevamos en nuestro corazón y sus enseñanzas tatuadas en nuestra esencia, a manera de escudo, para sortear la incertidumbre y los combates de la vida que no dan tregua. La pandemia ha enfurecido nuestro entorno, pero la ecuanimidad, la visión y la sabiduría aprendida de Don Nacho, nos habrá de sacar adelante para seguir enarbolando orgullosos nuestro distintivo de amigos de Don Ignacio Pichardo Pagaza.
Quienes lo valoramos como un mexicano excepcional, un mentor y un amigo irremplazable, siempre lo tendremos presente en cada árbol que aparezca en nuestro camino y en los atardeceres tranquilos y reflexivos viendo a lo lejos a Itaca.
Toluca, México. 14 de abril del 2021.
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