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Política

Mientras el mundo arde, México pide sembrar vida y paz

Ana María López 

En enero de 2024, el reloj del fin del mundo colocaba a la humanidad a 90 segundos de su destrucción. Hoy, mediando noviembre, es seguro que las manecillas de este artefacto simbólico creado unos meses después de concluida la segunda guerra mundial por la Junta del Boletín de Científicos Atómicos avancen un tanto más. Hemos vuelto a hablar de la inminencia de una guerra nuclear, como en los años sesenta del siglo pasado. El mundo arde.

 ¿Qué está pasando en nuestro mundo que en tan solo dos años el gasto en armas creció casi el triple que la economía mundial? ¿Cómo es que la economía de la destrucción alcanzó un gasto de 2.4 billones de dólares? ¿Cómo es que 700 millones de personas en el mundo aún viven en pobreza extrema?

 La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo abrió con estas preguntas su discurso en la primera sesión de trabajo de la Cumbre del G20, el grupo conformado por las 20 economías más importantes del mundo, entre las cuales están, desde luego, las que se amenazan entre sí, y al resto del planeta, con oprimir el botón del cataclismo.

 En la Cumbre de Río y a través de su jefa de Estado, México propuso sembrar paz y vida en lugar de guerras, como refrendando la esencia del pacifismo que tradicionalmente ha abrazado y que en este tiempo de transformación se aloja en el humanismo mexicano.

 Así lo explicó la presidenta Sheinbaum: “La propuesta es establecer un fondo para destinar el 1% del gasto militar de nuestros países para llevar a cabo el programa de reforestación más grande de la historia. Significaría liberar unos 24 mil millones de dólares al año (12 veces lo que ya destina México) para apoyar a 6 millones de sembradores de árboles que reforestarían 15 millones de hectáreas, algo así como cuatro veces la superficie de Dinamarca, toda la de Guatemala, Belice y el Salvador juntos, o 30% la de Suecia”.

 Es un plan para afrontar otra amenaza que, igual que una conflagración nuclear, podría acabar con la civilización: el cambio climático. “Con ello, ayudaríamos a mitigar el calentamiento global y restauraríamos el tejido social ayudando a las comunidades a salir de la pobreza. La propuesta es dejar de sembrar guerras, sembremos paz y sembremos vida”.


Amor por encima del odio

“Resulta absurdo, sinsentido, que haya más gasto en armas que en atender la pobreza o el cambio climático. Reduciríamos migración, el hambre, si tan solo elevamos la palabra ‘amor’ por encima del odio; la generosidad de la persona humilde y desposeída, por encima de la avaricia y el deseo de dominación. Me niego a pensar que somos capaces de crear la inteligencia artificial e incapaces de dar la mano al que se quedó atrás”.

 Para ilustrar los alcances de un programa de reforestación masiva como el que le propuso al mundo, y como ejemplo de que con la reforestación y el apoyo a sembradores se logran cambios importantes, expuso que en México se desarrolla el programa Sembrando Vida, uno de los más ambiciosos del Gobierno de México, el cual consiste en dar un jornal a las familias pobres del campo, capacitación técnica para sembrar árboles maderables y frutales, así como otros cultivos.

 Precisó que este apoyo —al que se le destinan cada año mil 700 millones de dólares—, beneficia a 439 mil familias mexicanas y a 40 mil en Guatemala, Honduras y El Salvador, con lo que se han reforestado, en los últimos seis años, más de un millón de hectáreas con la siembra de mil 100 millones de árboles, lo que equivale a capturar anualmente 30 millones de toneladas de dióxido de carbono.

 “Vengo a nombre de un pueblo generoso, solidario y sabio a hacer un llamado a las grandes naciones a construir y no a destruir; a forjar la paz, la fraternidad y la igualdad. Llámenos ‘idealistas’, pero lo prefiero, a ser conformistas”.

Una nueva historia

Única mujer entre los jefes de Estado asistentes a la Cumbre, habló también de su llegada a la presidencia de México, de las mexicanas y de su pasado en la lucha por la democracia: “Hace apenas seis semanas tuve el gran honor de convertirme en la primera mujer Presidenta de mi país y no llegué sola; llegamos las campesinas, las migrantes, las obreras, las profesionistas, nuestras madres, abuelas, nuestras hijas y nuestras nietas, llegamos todas las mujeres mexicanas. Pertenezco a una generación que luchó contra la represión, el autoritarismo, por la justicia social y la democracia, y provengo de un grandioso pueblo que decidió fundar por la vía pacífica, una nueva historia para mi patria”.

 Sin mencionarla expresamente, también se refirió a la Cuarta Transformación, específicamente al nuevo rumbo de la política social y económica del país: “Desde que inició nuestro proyecto político en el año 2018, México está construyendo un nuevo rumbo que tiene sus cimientos en nuestra memoria, la de los pueblos originarios que forjan civilizaciones gloriosas, que forjaron civilizaciones gloriosas mucho antes de la llegada de los españoles, y a la fecunda historia política de un pueblo con héroes y heroínas extraordinarios que forjaron un país libre, independiente y soberano.

 Explicó que “a nuestro pensamiento le llamamos el Humanismo Mexicano, y a nuestro modelo la Economía Moral. “Quedó atrás el dogma de fe de que el mercado resolvía todo. Quedó demostrado que era absurda la teoría de que regando arriba gotearía abajo. Superamos todos los días la etapa de la oprobiosa corrupción y hemos logrado separar el poder económico del poder político. Quedó en el pasado el desprecio por el pueblo y hoy, se edifica con democracia e igualdad una nueva era, que tiene como base la máxima de la Prosperidad Compartida o dicho de forma llana: “Por el bien de todos, primero los pobres”.

 Así fue como México se presentó de nuevo ante el mundo, abanderando la utopía, una nueva y arrasadora utopía de la vida, como hubiera dicho Gabriel García Márquez.

Fotos: Especial Acta Semanal.



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