Ana María López
Qué momento para ser mujeres y ser pueblo. Por primera vez ha llegado a la presidencia de México una mujer, mujer de izquierda. “Después de 200 años de la República y de 300 años de la Colonia, porque previo a ello no tenemos registros claros, es decir, después de al menos 503 años, por primera vez llegamos las mujeres a conducir los destinos de nuestra hermosa nación. Y digo llegamos porque no llego sola, llegamos todas”. Esa es la dimensión histórica del arribo de Claudia Sheinbaum Pardo al cargo más alto conferido por el pueblo.
Es una mujer de izquierda que viene, como ella dice, de muy lejos, de la lucha estudiantil de los años ochenta, de la academia, del brigadeo casa por casa, de la fundación de dos partidos —uno ya extinto, el PRD— y otro en la cúspide —el Movimiento de Regeneración Nacional, Morena—, el cual, junto con sus aliados, el Partido del Trabajo y el Partido Verde Ecologista de México, inicia su segundo mandato presidencial, con mayoría calificada en las dos cámaras del Congreso de la Unión, la de Diputados y la de Senadores; el partido que hoy gobierna 24 de las 32 entidades federativas y la mitad de los municipios del país, y que tiene también mayoría en 27 legislaturas locales. Viene además de gobernar la gran Ciudad de México, donde la izquierda se instaló desde 1997.
Claudia Sheinbaum Pardo, la primera presidenta de México, presidenta con ‘a’, ha sido la persona más votada en la historia del país, al obtener el 2 de junio pasado casi 36 millones de votos, el 60% de los emitidos.
Con ese capital político, Claudia Presidenta rindió protesta en sesión solemne del Congreso General el martes 1 de octubre, en una ceremonia en la que el entusiasmo de casi todos (menos de la oposición, claro), se repartió por igual entre ella y esa figura política de excepción que ha sido Andrés Manuel López Obrador.
Un día antes, en el último de su gobierno, igual que en días anteriores, miles, millones, algunos presentes en la plaza en la que se reunieron con él tantas veces y otros desde cualquier rincón de México, despidieron a López Obrador con gratitud y nostalgia al mismo tiempo. “Andrés Manuel López Obrador, uno de los grandes, el dirigente político y luchador social más importante de la historia moderna, el presidente más querido, solo comparable con Lázaro Cárdenas, el que inició y termina su mandato con más amor de su pueblo”, fueron las palabras de la presidenta a su antecesor en el mensaje que dirigió a la nación desde la tribuna del Congreso.
Humanismo vs. neoliberalismo
Pero este 1 de octubre era el día de Claudia y de las mexicanas, y lo fue, inobjetablemente. El momento más significativo de la ceremonia fue aquel en el que la frágil figura de Ifigenia Martínez y Hernández, frágil y sin embargo habitada por el espíritu de acero de las pioneras de la lucha popular, en su calidad de presidenta de la Cámara de Diputados le entregó a Claudia Sheinbaum la banda presidencial. No podía Ifigenia Martínez faltar a su última cita con la historia. El 5 de octubre, apenas cuatro días después, murió a los 94 años.
“Hoy inicia el segundo piso de la Cuarta Transformación de la vida pública de México”, estableció Claudia Sheinbaum en su primer discurso como mandataria, en el que pidió reflexionar sobre cómo la 4T, en solo seis años, logró que 9.5 millones de mexicanos y mexicanas, de acuerdo con el Banco Mundial, salieran de la pobreza; cómo, sin subir impuestos, se redujeron las desigualdades; cómo es que somos de los países menos endeudados y con una moneda fuerte; cómo es que somos de los países con menos desempleo, y cómo es que aumentó el salario mínimo y no subió la inflación.
La respuesta, expuso, “es que cambió el modelo de desarrollo del país, del fracasado modelo neoliberal —que no volverá, aseguró— y el régimen de corrupción y privilegios, a uno que surgió de la fecunda historia de México, del amor al pueblo y de la honestidad, lo llamamos el Humanismo Mexicano”, el cual continuará en su gobierno, basado en los principios de por el bien de todos, primero los pobres; no puede haber gobierno rico con pueblo pobre; honestidad de las y los gobernantes; gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo; prohibido prohibir; el desarrollo y el bienestar del pueblo solo pueden fortalecerse con el cuidado del medio ambiente y los recursos naturales; igualdad sustantiva como derecho de las mujeres; México es un país soberano, independiente, libre y democrático; la política se hace con amor no con odio, y condena al clasismo, el racismo, el machismo y cualquier forma de discriminación.
Libres y felices
Para las mujeres, el mensaje de la presidenta fue particularmente poderoso: “Durante mucho tiempo, las mujeres fuimos anuladas, a muchas de nosotras nos contaron desde niñas una versión de la historia que nos quería hacer creer que el curso de la humanidad era protagonizado únicamente por hombres. Poco a poco esa visión se ha ido revirtiendo; hoy, sabemos que las mujeres participaron en las grandes hazañas de la historia de México desde diferentes trincheras y también sabemos que las mujeres podemos ser presidentas”.
No llego sola, llegamos todas, ha dicho en varias ocasiones. “Llegan las que pudieron alzar la voz y las que no lo hicieron, llegan las que han tenido que callar y luego gritaron a solas, llegan las indígenas, las trabajadoras del hogar que salen de sus pueblos para apoyarnos a todas las demás, a las bisabuelas que no aprendieron a leer y a escribir porque la escuela no era para niñas, llegan nuestras tías que encontraron en su soledad la manera de ser fuertes, a las mujeres anónimas, las heroínas anónimas que, desde su hogar, las calles o sus lugares de trabajo, lucharon por ver este momento”.
“Llegan nuestras madres que nos dieron la vida y después volvieron a dárnoslos todo, nuestras hermanas que desde su historia lograron salir adelante y emanciparse, llegan nuestras amigas y compañeras, llegan nuestras hijas hermosas y valientes, y llegan nuestras nietas; llegan ellas, las que soñaron con la posibilidad de que algún día no importaría si naciéramos siendo mujeres u hombres, podemos realizar sueños y deseos sin que nuestro sexo determine nuestro destino. Llegan ellas, todas ellas, que nos pensaron libres y felices”.
“Y con todas ellas aquí a nuestro lado –agregó— llegan nuestros grandes sueños y anhelos, llega con nosotras el pueblo de México, hombres y mujeres empoderados. La transformación les devolvió la dignidad, la libertad y la felicidad, y nunca nadie más se las podrá arrebatar”.
El pueblo fue muy claro el 2 de junio, recordó, al decir: es tiempo de transformación y es tiempo de mujeres.
Bastón de mando
Por la tarde de ese 1 de octubre, en el zócalo, Claudia Sheinbaum rindió protesta por segunda vez, esta, ante miles de simpatizantes y militantes de los partidos de la coalición Morena-PT-PVEM, quienes presenciaron una ceremonia tradicional encabezada por mujeres representantes de 70 pueblos indígenas y del pueblo afromexicano: “Aquí estamos, como las ceibas del principio del tiempo, de pie en las cuatro esquinas del mundo, de pie como las selvas y las altas montañas. Aquí estamos las mujeres de todos los colores, aquí estamos las mujeres de todos los sexos, aquí estamos las hembras de todas las especies, las hijas de las hijas de las primeras madres, aquí estamos sosteniendo el mundo”.
Las mujeres la bendijeron y le entregaron el bastón de mando: “Estamos aquí con toda la fuerza de nuestra historia y cultura milenaria para saludarla, respaldarla y acompañarla con amor y humildad en el caminar que hoy inicia. Venimos con mucho respeto y esperanza a hacerle entrega del bastón de mando, símbolo de la energía, la fuerza y la sabiduría colectiva de los pueblos del México profundo”.
Ante ellas y ante quienes observaban el ritual desde la plaza llena, la presidenta se comprometió a defender siempre a México; a enaltecer el amor, la verdad, la honestidad y la fraternidad y a condenar cualquier forma de discriminación; a no mentir, a no robar y a nunca traicionar al pueblo de México.
Fotos: Especial Acta Semanal.
Sección: Política |
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