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Opinión

Carla Valdespino | Oquetza, camino a la raíz | Paisaje


   Caminar significa regresar a lo que fuimos, a lo que somos. Recorrer el espacio, trazarlo, atravesarlo, resignificarlo en la propia historia. Mientras caminamos creamos arquitectura porque vamos dejando nuestra huella, hitos que recuerdan nuestro paso por este territorio.

   Caminar es reconfigurar el espacio. Caminar es habitar el mundo. Es estar consciente de que las distancias se acortan y la probabilidad del encuentro está presente. Es, quizá, el acontecimiento más creativo. Así, hemos creado paisajes, naturaleza… ciudades.

   Los seres humanos tenemos la capacidad de otorgarle sentido al territorio que pisamos, al espacio que habitamos. Creamos la geografía —humana y sagrada— al nombrar nuestro entorno, al dejar registro de nuestro andar: recordemos el hallazgo de la huella de un Homo sapiens descubierta en Sudáfrica, que data de 153 mil años atrás, eso la convierte en la más antigua identificada hasta la fecha. El descubrimiento se concretó en el Parque Nacional Garden Route, en las provincias sudafricanas del Cabo Occidental y del Cabo Oriental. Simplemente fascinante: la manifestación del ser humano en el mundo.

    De esta guisa, las ciudades mesoamericanas no solo eran/son un conjunto de construcciones insertadas en un lugar sin ton son, sino que trastocaban el espacio-tiempo de los dioses y los humanos. Su arquitectura era/es el paisaje, era/es la naturaleza. Cada uno de los edificios religiosos/habitacionales/mercados/palacios/juegos de pelota/observatorios posee/poseía un significado profundo, por ejemplo, los templos principales eran una expresión humana de la Montaña Sagrada, la montaña que otorga los bienes/alimento/vida a los seres humanos. En las ciudades mesoamericanas nada está por azar, todo tiene un significado, un diálogo, incluso con las estrellas.   

   Esta reflexión viene a colación porque me acabo de encontrar con la noticia de que el complejo arquitectónico maya de Los Monjes será removido piedra por piedra a la ciudad de Escárcega, Campeche, donde se construye un parque arqueológico, con el objetivo de mostrar las estructuras mayas de la cultura Río Bec.

    A simple vista todo va bien, incluso interesante eso de mover piedra por piedra todo un complejo y, digo, no será la primera vez que esto suceda, tan solo echemos un vistazo al Pergamonmuseum ubicado en Berlín, donde es posible admirar la ciudad casi completa de Pergamon, pero también la entrada principal del mercado de Mileto. Complejos arquitectónicos que fueron movidos piedra por piedra. Mas las implicaciones, creo yo, no son arquitectónicas o arqueológicas u organizacionales, son más bien socioculturales… simbólicas.

   Llama mi atención la palabra parque, pues en esta entrega nos hemos encontrado con ella en dos ocasiones, así que busco su definición y obtengo tres resultados:

      1. m. En una población, espacio que se dedica a praderas, jardines y arbolado, con ornamentos diversos, para el esparcimiento de sus habitantes.

         Sin.: jardín, prado, arboleda, parterre, campo, bosque.

    2. m. Espacio cercado, con vegetación, destinado a recreo o caza, generalmente inmediato a un palacio o a una población.

         Sin.: dehesa, vedado, cercado, coto1.

       3. m. Espacio natural, legalmente protegido que, por su belleza, o por la singularidad de su fauna y flora, posee valor ecológico y cultural. Parque natural.

   Luego entonces, el objetivo de un parque es el esparcimiento y eso es genial, ya que nos desconecta de nuestro día a día; nos conecta con el descanso y con el tan criticado, ocio.

   Pero… crear un parque arqueológico conlleva desarraigo, ya que el complejo de Los Monjes ya fue construido ahí, justamente ahí, porque era un espacio sagrado, espacio que le otorgaba sentido/significado a la población maya del Clásico y que, por cuestiones prácticas del siglo XXI, se decidió desacralizar y convertirlo en un mero esparcimiento para el turismo.

 Ya escucho a varios diciendo que las culturas mayas del Clásico ya desparecieron desde hace mucho y, por tanto, el simbolismo que tenían se ha perdido. Mas acá, en Oquetza, hemos reflexionado que, quizá para los mestizos, las ciudades mesoamericanas carecen de significado, pero para las naciones indígenas la relación es muy diferente y cada vez más se encuentran desvinculadas de estas ciudades por el aumento de turismo… por la creación de parques… por la apropiación cultural cometida por el Estado.

 ¿Cuál es el justo medio? Es la interrogante aquí, mientras caminamos a la raíz.

 Espacio de reflexión decolonial sobre el mundo mesoamericano y

 las naciones indígenas del siglo XXI

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 ig: @oquetzacamino



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