Ximena Barragán
En una intención de extender la corporalidad de hojas y fragmentos de col en tejidos de estambre de lana, Yessica Díaz perpetuaba su existencia, alargaba su vida, y de cierta manera, la col extendía la suya, inmersa en la particular lucha por la supervivencia en los primeros meses de la pandemia mundial por Covid- 19.
A los pocos meses de iniciada la Jornada Nacional de Sana Distancia, en una de sus salidas quincenales al mercado para comprar medida, único próposito bajo el cual rompía el confinamiento, la artista plástica descubrió la belleza de una col morada, la cual adquirió y llevó a su casa para suspenderla y dibujarla todos los días a la misma hora durante dos semanas, haciendo un suerte de registro pictórico de su descomposición natural.
Al conocer la riqueza estética de la planta comestible,decidió llevar a cabo el ejercicio pictórico a un proyecto completo, desde la idea de retardar su permanencia íntegra en el mundo, que no se convirtiera en otra cosa (ensalada, conserva, sopa).
Desde su concepción orgánica, la lana parecía un complemento muy acertado, y las condiciones de vida propias del confinamiento: tiempo, soledad, introspección, hacían del tejer una actividad más que propicia , la cual, para la artista se convirtió en un tipo de adicción: Me despertaba, desayunaba rápido , tejía; terminaba mis clases en línea, tejía; comía, tejía… tengo que tejer, tengo que tejer, pensaba”.
Como la col crece hasta alcanzar casi la perfección geométrica y en apariencia; pero respetando sus pequeñas imperfecciones naturales, y a pesar de ser adepta al bocetar, Yessica dejaba los tejidos evolucionar sin patrón, condición o medida que predeterminara su extensión, forma o posición.
Así continuó tejiendo y guardando sus creaciones en cajas durante 6 meses, de hecho, “no me acordaba bien como eran”, cuenta en entrevista para Portal, hasta que, con la ayuda de Trinidad Monroy, en la museografía, colocó las 30 piezas en la sala de exposiciones de Espacio Doble A, donde permanecerán hasta el 31 de diciembre, o hasta que el proceso de descomposición de la col lo permita , “hasta que ellas quieran”.
Después de eso, si las condiciones de la obra lo permiten, se buscará una itinerancia, hasta que la propia naturaleza lo indique, momento en el cual Yessica planea destejer cada una de sus piezas, hasta que los 10 kg de estambre de lana regresen a su estado inicial.
Por fascinante que resulta, el proceso de creación de Postergar el fin, no contó con registro fotográfico o de ningún otro tipo (a excepción de los primeros dibujos que desencadenaron el proceso creativo), pues su autora es asidua al relato como forma comunicativa, estructura a la cual apela el presente artículo, en concordancia y por respeto al arte que refiere.
(Foto: Ximena Barragán )
