Eric Rosas
Tres mundos distintos
Desde hace algunas semanas ambas candidatas a la presidencia de la República —entonces precandidatas—, anunciaron a grupos de personas que las acompañarán como coordinadores de las distintas temáticas; entre ellas las relacionadas con la investigación científica y el desarrollo tecnológico. En el caso de la ingeniera Xóchitl Gálvez Ruiz, precandidata única por el Frente Amplio por México, la coordinación general de las mesas temáticas fue encargada a Enrique Octavio de la Madrid Cordero quien, a su vez, delegó los temas de Educación, Ciencia y Tecnología al maestro Juan Carlos Romero Hicks.
No existe duda de que el ahora diputado federal Romero Hicks conoce a la perfección tanto al tema de la educación superior, como el de la ciencia y la tecnología, pues a lo largo de su carrera en la academia y la administración pública, ha fungido como rector de la Universidad de Guadalajara, director general del entonces Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) y además, como parlamentario, ha participado en las comisiones relacionadas con la educación, la ciencia y la tecnología en ambas cámaras.
El maestro Romero Hicks ha sido uno de los principales impulsores de varias leyes relacionadas con estos sectores, como las generales de Educación y de Educación Superior; y encabezó los recientes esfuerzos de la oposición en la cámara baja de la presente LXV Legislatura por construir una propuesta alternativa a la actual e impugnada Ley General en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (sic); por lo que la amplitud y profundidad de su conocimiento en las problemáticas que enfrentan estas comunidades está garantizada.
Debido a este mismo conocimiento de estos muy distintos ámbitos, seguramente el maestro Romero Hicks sabe que entre ellos hay muchas aristas comunes, pero también profundas diferencias. En lo que respecta a la educación pública el Estado Mexicano tiene la obligación de proporcionarle a todos los escolares mexicanos un piso mínimo en los conocimientos y habilidades que les permitan enfrentar con equidad el mundo que vivimos; en lo referente a la ciencia, nuestro país, como una de las naciones más importantes del orbe, tiene que honrar su compromiso de aumentar el conocimiento en bien de la humanidad; mientras que en lo que corresponde a la tecnología, México debe proveer soluciones a los problemas que le aquejan, desarrollando para ello las tecnologías propias que se requieran.
Cada uno de estos tres ámbitos, la educación pública, la investigación científica y el desarrollo tecnológico, son mundos por sí mismos y convendría que fueran tratados de esa forma, con la importancia que cada uno amerita, por subcoordinadores temáticos. Atenderlos de esta manera seguramente permitiría el priorizar por separado las necesidades y acciones a emprender en cada caso, pues de manera conjunta seguramente terminarán por ascender en dicha priorización aquéllas que abruman a los profesores y estudiantes, sobre las que preocupan a universitarios, investigadores y tecnólogos.
Separar los asuntos relacionados con la educación, la ciencia y la tecnología, también podría resultar útil para diseñar desde las diferentes motivaciones de estos sectores a todo el andamiaje institucional que necesitará el México del siglo XXI para mantenerse entre la élite mundial. En lo referente a la ciencia y la tecnología, esto permitiría adoptar modelos institucionales que en otros países han funcionado de manera muy eficiente y efectiva. Por ejemplo, encargar el fomento a la investigación científica a una Fundación Nacional para la Ciencia y el desarrollo de tecnología a un Instituto Nacional de Tecnología y Metrología, que podría integrarse por el Centro Nacional de Metrología y todos aquellos Centros Públicos de Investigación coordinados por el otrora CONACyT con orientación científico-técnica, en todas las subdisciplinas de la física, la química y la biología.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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