Oasis de ciencia
Eric Rosas
En medio de una confrontación que se tornó irreconciliable, tanto en la Cámara de Diputados, como en la de Senadores, el pasado sábado 29 de abril por la madrugada terminó por aprobarse la Ley General en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación elaborada por la directora del hastaentonces Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (CONACyT) y sometida por el titular del Poder Ejecutivo Federal en diciembre del año pasado.
La semana de vergüenza histórica para el Poder Legislativo de México inició cuando el martes 25 de abril se citó a sesión a las Comisiones Unidas de Educación, y de Ciencia, Tecnología e Innovación, para decretar receso casi de inmediato pues, al saber que no habría consenso en la aprobación del dictamen preparado con antelación, ya que en el mejor de los casos en éste sólo se habían corregido los errores de sintaxis del proyecto enviado por el primer mandatario, pero no se habían incluido los cambios reclamados por la comunidad científica en dos de los siete foros de parlamento abierto comprometidos, la alianza oficialista optó por el literal madruguete, al empujar la votación hasta las primeras horas de la madrugada del día siguiente, cuando muy pocos desvelados pudieran atestiguar el atropello.
El entierro del CONACyT, que por más de medio siglo fungió como la dependencia encargada de implementar la política de ciencia y tecnología de México —desde el 29 de diciembre de 1970—, se consumó en las primeras horas del sábado 29 de abril, cuando 48 senadores votaron a favor de su desaparición, dos en contra y seis más se abstuvieron. Con tal resultado, el nombre del CONACyT ahora deberá incluir a la “H”, de “Humanidades”, lo que en realidad no representa ningún cambio de fondo, sino solamente cosmético. Pero lo que verdaderamente importa no es que el control de la clientela electoral creada por el Partido Revolucionario Institucional hace cincuenta años a partir del CONACyT, pase ahora al Partido Movimiento de Regeneración Nacional con su nuevo CONAHCyT, sino que la ciencia y la tecnología vayan a continuar sin recibir el impulso que requerimos darles en México.
Por otra parte, la nueva Ley General de Humanidades, Ciencias, Tecnología e Innovación (sic), será promulgada en medio de un rechazo casi total por parte de la comunidad académica de todo el país. Su entrada en vigor será probablemente la mayor imposición de un gobierno a su inteligencia y ello debería encender las alertas en el círculo de asesores más cercano del actual primero mandatario; sobre todo en las coyunturas que viven los estados de Coahuila y México, entidades en las que se encuentran en curso las campañas electorales para gobernadores.
Con una extraordinaria velocidad, los académicos mexiquenses reaccionaron en contra de la aprobación de la Ley Buylla y en la mañana este mismo sábado 29 —cuando tan sólo habían transcurrido unas ocho horas desde la infame aprobación en Xicoténcatl— se manifestaron en favor de trabajar en conjunto para que el Estado de México pueda convertirse en ese necesario oasis, en el que la investigación científica y el desarrollo tecnológico puedan florecer con total libertad y apoyo para el beneficio de todo el país. Dado que los académicos han sufrido un fuerte golpe por parte de los legisladores oficialistas, parece muy difícilque la maestra Gómez pueda resarcir el daño, pero lo importante será que la candidata Del Moral reaccione de inmediato y arrope pública y decididamente al sector de la ciencia y la tecnología de la entidad que aspira a gobernar.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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