Eric Rosas
Modus operandi
Los señalamientos acerca de la falta de probidad de la señora Yasmín Esquivel Mossa han vuelto a intensificarse en los días más recientes, luego de que un periódico español de gran tradición publicara una nota en la que dio a conocer que la tesis de doctorado que la citada entregó a la Universidad Anáhuac en el 2009 para obtener su grado, contiene 209 páginas plagiadas de las 456 que la integran; es decir, según el diario, el documento que entregó la ciudadana Esquivel como de su total autoría, tendría más del 45 % de su contenido copiado de textos e ideas antes publicadas por otros autores mexicanos y extranjeros; algunos de gran prestigio internacional y referentes reconocidos en el ámbito del derecho.
A pesar de que en el caso del presunto plagio que la señora Esquivel cometió con la tesis que presentó para titularse como licenciada en derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que salió a la luz hace un par de meses, los documentos disponibles en el reservorio electrónico de tesis de la UNAM dejan muy poco lugar a dudas, a fin de respetar su presunción de inocencia habría que esperar al veredicto de la máxima casa de estudios de México, para poder asegurar que efectivamente la implicada es responsable de la conducta que se le atribuye.
Sin embargo, las acciones emprendidas por la señalada no parecen consistentes con la actuación que se esperaría de alguien que se supiera inocente. Que la acusada intente acallar a la UNAM resulta totalmente ilógico, si lo que espera de la institución es que divulgue a los cuatro vientos su inocencia. Más bien parecería que le interesa silenciar a su Alma Mater porque teme que el veredicto pueda ser en su contra, y esto aumenta la sospecha de que efectivamente sea culpable. Con el segundo caso de supuesto plagio, la defensa de la honestidad intelectual de la señora Esquivel se torna mucho más difícil, pues lo que podría haberse considerado como una severa equivocación, se convierte ahora en una práctica habitual.
Cuando se dio a conocer el primer señalamiento, aquí en “La Onda Plana” comenté que la UNAM tendría que ser muy firme con este caso, pues de no serlo, correría el riesgo de echar por la borda su prestigio y el de sus cientos de miles de egresados. Pero de igual forma señalé que el resto de instituciones de educación superior del país tendrían que mirarse en el espejo de la UNAM, revisar sus reglamentos y tomar medidas inmediatas a fin de evitar que en adelante pudiera sucederles algo similar. De manera especial, pienso que la Universidad Anáhuac —que sabía que Esquivel había pasado por sus aulas— debió de haber conducido una revisión del historial académico y de la tesis con la que se graduó su estudiante. De haberlo hecho, quizá habría llegado al hallazgo antes que el rotativo y podido emitir oportunamente un comunicado que le evitara compartir con la UNAM esta situación tan incómoda.
Ahora que son dos los supuestos plagios cometidos por Esquivel, será muy difícil sostener argumentos como que se trató de errores de redacción, o intentar ajustar los historiales y registros académicos para que parezca que fueron otros quienes se apropiaron de su trabajo y e ideas. Lo que es mucho más probable es que ahora sí otras instituciones, editoriales, etc., poco a poco vayan descubriendo más copias realizadas por Esquivel a trabajos ajenos. Si esto pasa, entonces de poco importará el resultado del análisis que realiza la UNAM, la tibia carta publicada por la Universidad Anáhuac, o que no retiren el título ni el grado conferidos, pero ambas universidades habrán perdido la oportunidad de actuar como instituciones serias.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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