29/Mar/2024
Portal, Diario del Estado de México

Babylon, un éxtasis retrospectivo a la cinematografía 

Fecha de publicación:

PlanoSecuencia. El cine cuadro por cuadro

Ivan Joatzay 

“Siempre quise ser parte de algo más grande” 

Como la quinta promesa de Damien Chazelle, director de ‘La La Land’ (2016), ‘Babylon’, la polémica historia sobre Hollywood, llega a las salas de cine para presentar una introspectiva visión al mundo de las películas y cuestionar ¿Qué implica? ¿Cómo surge? Y, sobre todo ¿Realmente vale la pena?

Con una duración de poco más de 3 horas, la historia, también escrita por su director, nos sitúa en el pasado para conocer el auge de Hollywood, “la ciudad de los sueños”, durante los años 20’s y 30’s. ‘Babylon’ sigue la historia de Many Torres (Diego Calva), un joven soñador mexicano-estadounidense que, en busca de perseguir su amor por las películas, trabaja como asistente de personalidades de la gran pantalla. Tras conocer a Nellie LaRoy (Margot Robbie), una joven actriz que busca su oportunidad de estrellato, la pareja se embarcará en su propio camino donde cada uno conocerá la magia y oscuridad que existe detrás del cine.

Como una antítesis de lo que alguna vez fue ‘La La Land’, donde la creatividad, la pasión y el talento desbordan una perspectiva inspiradora y certera a la felicidad y el romance, ‘Babylon’, ante otro lente, mira al mundo de “los tontos que sueñan” como una realidad de pasión, sacrificio y descontrol en la que, por sobrellevar las miradas del mundo entero, los integrantes del mundo del cine tienen la oportunidad de conocer las infinitas posibilidades de la “magia” cinematográfica y, a la vez, lidiar con los pecados que existen ante la demanda por el estrellato.

Con una historia sólida que habla de todo pero nada a la vez, la película de Chazelle llega para expresar un duelo de amor y odio que habita dentro del mundo del cine, una polarización en la que, asimismo como existe la capacidad de crear, soñar y vivir la realidad de otros mundos, se conlleva una necesidad intrínseca al progreso, a la competencia y al libertinaje, donde los limites se rompen y realmente se ve un lado de lo que es hacer una película: ¿estar parado ante el imponente calor de las luces? ¿repetir tus líneas una y otra vez hasta satisfacer la visión de una persona? ¿sacrificar tu vida por conseguir “la toma perfecta”? Un sinfín de riesgos, retos y espontaneidad que surge a través de la cámara para poner en la gran pantalla una historia de acción o misterio, un relato en el que romance dice todo lo que tu piensas, o un musical donde exploras las múltiples expresiones y facetas del ser humano.

Babylon es esa historia que, como fábula del éxito, explora la complejidad y amor que existe detrás de los sueños. Contada a partir de la visión de Many y Nellie, la travesía cinematográfica es una oda que parece buscar ser algo más, dejar una imagen de “las dos caras de la moneda” que, entre en una fiesta de locura, drogas, egocentrismo y talento, narra cómo la creatividad y la naturaleza humana es encontrada en el momento correcto de decisión y perspectiva, una situación en la que, como menciona su protagonista, naces siendo una estrella o no eres una estrella.

Además de su trama, la película cuenta con un electo multifacético que, integrado por figuras del pasado y estrellas del presente [desde Brad Pitt, hasta la consolidación de Diego Calva en el otro lado del muro], cuenta con las posibilidades por desarrollar un relato magistral y crítico que narre la profundidad e impacto que existe internamente en el proceso actoral, sin embargo, ante la magnificencia que rodea al séptimo arte, se ve opaca en busca de contar una imagen viva y nítida de los miles de lentes que surgen a través de las filmaciones. 

Con una interpretación profunda, limpia y versátil, Margot Robbie, la coprotagonista que busca hacerlo todo por ser una estrella, da una de las mejores actuaciones de su carrera donde presenta un desempeño clave para esta historia que, como la viva flama de Hollywood, refleja la trascendencia de las emociones, el rol de las expresiones y el impacto de una materialización física de las ideas para expresar la efusividad y la perdida que se vive en la ciudad de los sueños a través de un torbellino de tan solo dos horas. 

Tal cual como en ‘Whiplash’ (2014), el también director de ‘The First Man’ (2018) se sustenta de la música y referencias de su pasado en el cine para crear un corte dinámico y sofisticado al séptimo arte en el que, acompañado de un familiar recuerdo sonoro a canciones como ‘Someone in the Crowd’, crea una narrativa potente y mística que prioriza la masificación de imágenes a través de la edición; un momento visual en el que la música y la foto se unen para crear un relato con estilo y fugaz.

Con un guion que maneja una narrativa ligeramente consecuencial pero que optimiza su historia para que, dentro de 3 horas, sientas un ritmo constante y dinámico que en todo momento te está dando más y más del detrás de cámaras, Chazelle maneja un proyecto que habla de mucho de lo que conlleva hacer cine; desde esa “magia” de producción en la que los grandes batallones, los escenarios al aire libre, las luces y las sombras o la utilería, son un proceso artesanal para contar una historia, hasta hablar sobre un discurso de odio, supremacía y competencia en la que, tras perder todo de ti, puede que logres ser parte de esa eternidad filmográfica.

Una historia en la que, si bien existe una sobredosis de matices sociales presentados ante una panorámica del mundo de Hollywood, se cuenta una travesía interesante, critica y certera que no teme por hablar de todo lo grotesco, lo poco ortodoxo y las limitantes que abundan en un mundo artístico que, al final del día, continua siendo una situación de “la gallina de huevos de oro”, donde la fama, el prestigio y el dinero son fuertes parámetros para decir “tu no estarás en la cámara por tu color de piel”, “necesito que vendas” o, incluso, “tienes que dejar de ser tú para ser parte de esta historia”.

Como una materialización de la creatividad y la semblanza de las múltiples mentes de un set en un solo proyecto, la quinta película de Chazelle crea una analogía en la que, además de recordarte que todo tiene un origen, su final hace una introspección al sinfín de posibilidades que existen a la hora de las filmaciones, como si una paleta de colores se pudiera mezclar de tantas formas que, agregando un nuevo tono o un poco más de luz u oscuridad, te pude dar una visión completamente nueva de una misma historia. 

(Foto: Paramount Pictures)

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