Eric Rosas
Movilidad académica
Hace unos días concluyó la IX Cumbre de Las Américas que tuvo lugar en la ciudad de Los Ángeles, estado de California, en los Estados Unidos de América, y a la que el Gobierno de México desdeñó al enviar a una delegación encabezada por el canciller Marcelo Ebrard Casaubón, cuando quien tendría que haber estado representando los intereses de nuestro país era el jefe del Estado Mexicano, el actual titular del Poder Ejecutivo Federal.
Además de que con la ausencia del presidente de la República, la voz de los mexicanos no pudo escucharse en el retiro de los líderes, que es el foro más importante de cualquier reunión de esta naturaleza y en el único espacio en el que verdaderamente se pueden dar a conocer los puntos de vista de la nación y aceptar acuerdos que lleguen a ser vinculatorios, lo que resulta muy preocupante para nuestras futuras generaciones, es que tal inasistencia les cierra todavía más las puertas de nuestro vecino del norte y el acceso a una de las pocas posibilidades de desarrollo en su vida personal y profesional; pues los dos principales temas de interés común para ambas naciones son la migración y la economía; y en ambas, México depende vitalmente de nuestro principal socio comercial.
En el 2021 el comercio de México con la mayor economía del mundo rondó los 662 164 millones de dólares estadounidenses (mdde), lo que nos convirtió en el segundo socio de la Unión Americana, sólo después de Canadá y por delante de la República Popular de China. En lo que respecta a la migración, un indicador de la importancia que este fenómeno social tiene para nuestro país es la recepción de remesas que, en el mismo ciclo, alcanzó la suma de 51 594 mdde; superando así los 40 605 mdde del 2020 para alcanzar un incremento superior al 27 %. Es decir, la economía estadounidense es —cada vez más— vital para la supervivencia de la nuestra y, bajo esa realidad, prescindir de una presencia adecuada ante los jefes de estado de los países americanos es comparable a darse un disparo en el pie.
De haber asistido, el primer mandatario podría haber puesto sobre la mesa una gran cantidad de temas que nos son de suma importancia, además de los mencionados. Por ejemplo, habría tenido de frente al presidente Biden para pedirle personalmente que considerara a México como uno de los destinos de reubicación favorecidos por su administración, a fin de que puedan operar las empresas que están vinculadas con las cadenas de proveeduría estratégicas y reciban los mismos beneficios económicos que las que retornan al territorio del país de las barras y las estrellas.
Otro aspecto que dejó de mencionarse por ambos líderes ante la ausencia del presidente mexicano es el de la movilidad académica. Durante la administración federal pasada, en la integración de Norteamérica se incluyó un programa para el fortalecimiento de la circulación de cerebros entre los tres países de la región. Éste permitía que miles estudiantes de las tres naciones pudieran realizar sus estudios en alguna universidad de alguno de sus socios comerciales. Con ello, los jóvenes mexicanos tuvieron la posibilidad de estudiar en Canadá o en los Estados Unidos de América y viceversa. Tales programas han sido históricamente exitosos en las regiones en las que han operado consistentemente, prueba de ello es el Programa Erasmus de movilidad académica de la Unión Europea. Sin embargo, en América del Norte, esta circulación de cerebros ha quedado relegada y la semana pasada se perdió otra oportunidad para reactivarla.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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