Aranxa Solleiro
La situación en la vida de cada habitante del globo terráqueo, se tornó en la actualidad en un cúmulo de escenarios claroscuros que impiden la apreciación de un futuro esperanzador. Las grietas que cada uno portamos en nuestras mentes y almas resultan, a momentos, la carga pesada de piedras que nos impiden caminar al mismo ritmo.
Cualquier actividad que permitía una armonía dentro de la esfera social, se presentan inevitablemente diversas posterior a dos años de pandemia, que hasta la fecha siguen haciendo eco en cada una de las paredes que conforman a la población. La recreación desde inicios del año 2020, cuando el primer confinamiento parecía eterno, se convirtió en una necesidad, como aquella vez en la que León Blum instauró legalmente las vacaciones en Francia en el año 1936, cuando se determinó que era necesario una pausa hacia las actividades cotidianas que podrían causar hastío y tedio en los trabajadores.
Con ellas, diversas fuentes de empleo se generaron, pues el turismo comenzó a surgir como un aspecto fundamental dador de energía, conocimientos y apreciación de culturas o de detalles que nos circundan, que por el ajetreo cotidiano evitamos o pasamos desapercibidos. El turismo, entonces, comenzó a producirse de manera consciente bajo un sistema capitalista que nos pedía la clasificación de grupos sociales, para determinar que aquel que contaba con un ingreso considerable en sus bolsillos, podía hospedarse en grandes hoteles de habitaciones con aromas a rosas y ventanas con vistas a cualquier paisaje. Sin embargo, el que permanecía en el lugar que habitaba, era considerado de la clase baja, aquellos que solamente por medio del imaginario podían desplazarse a distintos espacios.
Con el paso del tiempo, nos dicen estudiosos como Mansfeld y Britton, que el turismo comenzó a clasificarse no solamente para la selección y división de grupos, sino por los gustos e intereses que tuvieran para así, crear proyectos que permitieran la recreación de cada uno y generar una mayor acumulación del capital, dicha recreación puede ir desde el turista en playas, como aquel que tiende al radicalismo como lo es el turismo negro, el turismo de guerra o el turismo político. Sin embargo, ¿qué es lo que hace que un destino llegue a ser clasificado de un modo u otro? Las imposiciones de cada uno de los ejes, especialmente del eje que gobierna y del eje que presenta un empoderamiento intenso en el destino, ejemplo: los grupos organizados.
México desde hace más de una docena de años se ha vuelto poco a poco en un destino catalogado como turismo negro, que sin quererlo, la propia sociedad locataria ha adoptado para la supervivencia, aunque dicha supervivencia los lleve a ponerse en riesgo.
Ante lo anterior, evoco el reciente suceso en el municipio de Sultepec, el cual tuvo que enfrentarse a distintos actos de violencia que cambiaron prácticamente el ritmo de vida de cada uno de los habitantes del sitio. Que sin olvidar, era considerado un destino rico en turismo cultural por su biodiversidad de yacimientos minerales, así como por su número de templos que evidencian la mezcla de identidades entre lo español y lo mexicano.
Aunque los hechos de peligro y angustia que se vivieron, tal vez no vuelvan a ocurrir, la población recrea un temor desmedido por visitar el destino desde aquel día, lo cual afecta directamente a locatarios que veían al turismo como una de las fuentes principales de ingresos que les permitía una vida sin carencias, aunque estas solamente sea la satisfacción de necesidades básicas.
Ante lo anterior, se podría decir que la intención de llevar una recreación y descanso que impulsó Blum, así como la conexión entre una cultura y otra para el desarrollo de la paz entre pueblos, ha sido menoscabado, dado que ahora el que se enfrente ante la idea de visitar uno de los sitios con mayor riqueza minera en la entidad, deberá de arriesgarse al inevitable turismo que ha sido ennegrecido sin remedio, una vez más para su clasificación.
Confesiones en: Twitter: @aranx_solleiro, Instagram: aranxaas94@gmail.com.
