Eric Rosas
Norteados
Tras la artera invasión militar que Vladimir Putin ordenó a su ejército sobre el territorio de su hermana Ucrania, el mundo ha tenido que definirse de manera tajante entre cualquiera de dos posturas: quienes están a favor de respaldar las prácticas de dominación nonagenarias, y aquellos que comprenden que estamos en el siglo XXI y ocupar militarmente algún territorio ya no es una práctica acorde con el desarrollo que ha logrado la humanidad —la neutralidad, además de que no existe realmente, es en sí misma una posición a favor de quienes pretenden dominar mediante el uso injustificado del armamento.
Mientras que prácticamente todos los países del llamado Occidente han cerrado filas en torno al líder hegemónico de este hemisferio, los Estados Unidos de América, condenando decididamente la decisión del ex agente secreto de la KGB soviética, llama poderosamente la atención que en nuestro país, quien nos representa ha optado por mandar mensajes disonantes; como intentando parecer neutral en medio de un conflicto en el que México no tiene más que una posibilidad: alinearse con sus intereses, que se encuentran exclusivamente en la América del Norte, concretamente al lado de su principal socio comercial en todo el orbe.
Por supuesto que la relación que nuestro país mantiene con la Unión Americana tiene innumerables aristas, pero en lo que respecta al comercio, éste, desde el inicio de la etapa más reciente de integración norteamericana, cuando se firmó la primera versión del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se fundamenta cada vez más en la conformación de un sólido bloque tecnológico que aumente el nivel de valor agregado en los productos de manufactura, pero también los alimentarios, etc., que generan y comercian entre las dos naciones y Canadá.
Si bien el conflicto que se percibe de manera obvia es el que se libra en el ámbito militar y con armamento convencional, al mismo tiempo las naciones se preparan a paso acelerado para lo que podrá ser el surgimiento de un nuevo equilibrio de fuerzas tras la eventual finalización de las operaciones castristas. En ese entorno, para la economía de Norteamérica —la mexicana incluida— será esencial contar con una considerable ventaja tecnológica en campos como la inteligencia artificial, que potenciará aplicaciones tan importantes como la biotecnología, la robótica, la ciberseguridad, el internet de las cosas, los vehículos autónomos, entre otras.
Por ello es que la todavía primera economía del mundo ha iniciado una urgente repatriación de aquellas manufacturas estratégicas para este nuevo mundo por venir. Un ejemplo son los esfuerzos recientes por fortalecer a sus compañías fabricantes de microchips de propósito general, que son los elementos clave para una monumental cantidad de aparatos y dispositivos y, por ese motivo, no se puede permitir que ocho de cada diez de éstos provengan de regiones tan alejadas y potencialmente riesgosas como Taiwán, Corea del Sur o la propia China.
Estas industrias del futuro necesitarán también asegurar la provisión de sus insumos clave: el talento humano especializado; la energía suficiente, limpia y barata; el marco legal que ofrezca certeza a las inversiones nacionales y extranjeras. En cada uno de éstos, la actual administración ha mostrado retrocesos preocupantes, pero sería un suicidio seguir así. Lo mejor para México es corregir el rumbo cuanto antes para cerrar filas en torno a la consolidación del bloque hegemónico norteamericano.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
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