Aranxa Solleiro
La conexión será siempre un filtro necesario para la evolución de la sociedad en cualquier parte del mundo, la creación de puentes entre una nación con otra, evita conflictos y permite la trasmisión de ideas, cultura, tradiciones, y a su vez, potencia el respeto y la paz, un factor fundamental en el actual 2022.
Desde el anuncio de parte del Gobierno mexicano relacionado con la construcción del nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el país -como si no fuera suficiente con las catástrofes que se viven- se dividió aún más, las injurias y los análisis sobre su viabilidad llovieron como gotas en pleno mayo, las cuales en su mayoría, reflejaban solamente un argumento vacío y con intenciones de erradicar estrategias serias de mejora ante el desplazamiento de personas nacionales.
Se entiende, lo nuevo generará de manera obliga un temor ante lo que se puede derivar de ello, de lo cual imperará el negativismo de enfrentar nuevos retos. El AIFA, con una inversión menor a lo que se podía esperar del derrocado aeropuerto en Texcoco, con una distancia ligeramente mayor a lo que se tenía pensado, conflictúa nuestro pensamiento centralizado. En el que por cuestiones culturales, creemos que debemos de tener todo a distancias cortas, céntricas y sin que nos exija mayor desplazamiento. Tendemos a idealizar que lo que permea en el centro es mejor y lo que existe en las periferias, podría ser todo, menos algo ideal.
Contar con el AIFA, si lo vemos desde el punto turístico, permitirá la reducción del tráfico de pasajeros y aviones que estaban provocando desde hace ya varios años atrás, un Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México insostenible, que no solamente afectaba la infraestructura, sino también, evitaba el crecimiento de aerolíneas nacionales e internacionales en el país, pues ya no existía una capacidad permisible para hacerlo.
La idea también, se centra en mejorar la inversión de capital nacional dentro del país, el hecho de que aerolíneas de bajo costo tengan ahora una nueva forma de expandir sus destinos, permite también que los habitantes de la nación tengan más opciones de viajes y que se permita una reducción aún mayor de costos.
Sin embargo, se encuentran también los posibles retos que no hay que perder en cuenta para que su función cotidiana sea mayoritariamente exitosa como lo es: la construcción de un sistema de demoras, cuya finalidad es evitar que los vuelos de un aeropuerto con otro se interpongan y genere conflictos de retrasos. Dicha cuestión se debe a que la elevación del Valle de México es distinta a la que conserva la Ciudad de México, por lo cual, si no se cuenta con un sistema fortalecido que evite que los vuelos se interpongan, causará que ambos aeropuertos no puedan trabajar a su capacidad máxima en ningún momento.
Asimismo, se debe enfatizar en la creación de rutas accesibles que faciliten el traslado de los pasajeros y trabajadores, los cuales pueden ser implementados como se ha hecho desde meses antes de su inauguración con líneas de autobuses mexiquenses o provenientes de la capital nacional, que evite la imposibilidad de que las personas puedan moverse e impulse aún más el movimiento de pasajeros, tal como lo viven habitantes y viajeros en Milán, París, Frankfurt, Colonia y Londres, urbes que cuentan con más de dos aeropuertos por el gran ir y venir de personas con una nación y otra, que en su mayoría se ubican a más de 30 o 120 kilómetros de distancia del centro de las ciudades.
Los análisis deberían entonces, enfocarse en menos detalles de infraestructura que parecen denunciar solamente si no es similar al estilo que conserva el aeropuerto de Dubai, pero al final del día, el aeropuerto de Southend en Londres y el París-Beauvais, el Orio al Serio de Milán y el Frankfurt-Hahn tampoco cuentan con salas VIP, con baños de mármol y tiendas de Gucci o Carolina Herrera.
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(Foto: Aranxa Solleiro)
