16/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Confesiones de turista | “Calurosa bienvenida al turismo de guerra”

Fecha de publicación:

Aranxa Solleiro

Envíamos mensajes a las cuatro de la mañana desde 2019, la diferencia de horario nos mantiene con círculos ennegrecidos en los ojos y a la vez somos afortunados de saber que del otro lado de un océano, tenemos a una persona a la cual podemos llamar amigo.  

Suena la alarma, son las cinco con treinta minutos de un 23 de febrero de 2022, decidí mantener el celular en silencio en esta ocasión, después de una semana respondía: “estoy bien. Perdón por no contestar. ¿Qué tal va todo? Sé que nos volveremos a ver algún día”. Envíe de vuelta otro mensaje que respondía a su pregunta, mi mente se mantuvo en paz por unos minutos, el alba la recibí con mejor ánimo, un poco de entusiasmo sacudió mi interior para darme la motivación suficiente de seguir adelante.

Abro el periódico virtual, elijo el New York Times para desquitar la suscripción que se arrebata el reducido salario de mi tarjeta y leo diariamente los avances de una guerra futura, nadie lo cree, a decir verdad, nos mantenemos alertas con una baja esperanza de ser sorprendidos en los próximos días. ¿Sucederá algo? Lo dudo, tal parece que el alardeo no causará impresiones reales. 

Doce del día, me detengo un momento, no responde nada, nuevamente el silencio aletargado entre nosotros. ¿Qué pasa? Quisiera saber qué pasa, solamente eso. Repito dentro de mi cabeza unas diez veces continuas. Al día siguiente, eran las seis de la tarde, leía el mismo periódico: “Rusia ha invadido a Ucrania”. Mi corazón comienza a latir como caballo indomable. Envío un nuevo mensaje: “estoy pensando en ti. Espero que estés bien. Te envío un abrazo”. No hubo respuesta. 

El segundo día de guerra me sentí enferma, rota, inconsciente prácticamente, tenía la esperanza de recibir -como siempre- un mensaje a las cuatro de la mañana. Nada, solo quedaban las sombras de mis párpados, pues concilie posiblemente tres horas de sueño. Envío nuevamente un mensaje: “Estoy preocupada por ti. De verdad espero que estés bien, si puedo ayudar en algo, dime”. No hubo respuesta. Otra vez.

Es el día cinco, la situación parece la misma y también peor, Mihai, mi gran amigo proveniente de Moldavia, permanece incomunicado, pues no solamente su familia y sus amigos viven en Ucrania, sino también un gran porcentaje de su alma.  

¿Cómo viajar al país de los colores del atardecer en verano para verlo y saber que está bien? Las posibilidades de hacerlo son inexistentes. Ucrania al ser evitada por todas las aerolíneas del mundo, impide que Moldavia, que se encuentra al sur de la frontera ucraniana, sea visitada por igual. No hay manera, no hay forma. 

¿Cuándo volveré a verlo? Me encuentro en una habitación de cuatro paredes impenetrables y agigantadas desde hace cinco días. El diesel es afectado, los combustibles de aviones quedan suspendidos, se daña no solamente mi alma, sino el turismo y cualquier razón para visitar los ex países soviéticos. Rusia mantiene el control del recurso y de igual manera lo hace con la paz de prácticamente toda Europa, como Estados Unidos de América lo hace con Siria, Afganistán, Irak, Yemen, Somalia, Libia y Níger. Como Israel con Palestina y México con sus propias entidades. 

Hoy decidí no escribirle, quiero pensar que el terror desaparecerá, que Mihai volverá a hablarme en inglés con un acento ruso peculiar y su sonrisa similar al paisaje de finales de invierno, como lo fue el día en el que nació. Me pongo a pensar en las miles de familias y seres humanos que padecen una situación similar y todavía más escalofriante. Permanezco en movimiento pero con un sentimiento de culpa, el mismo que me hace perder el sueño cuando pienso que mi familia en Michoacán habita en un infierno. La paz se fue, desde hace diez o probablemente más años atrás y ahora, arde cual fuego de hoguera en una noche desértica. 

Y pensar que nuestros planes de ser turistas por su Europa y mi América tal vez no puedan ser y si lo son, experimentarán cambios, como aquellos desde el ataque a las Torres Gemelas o la guerra contra el narco que me impide pasar por las aduanas tranquilamente en el extranjero. Mi historia con Mihai se quebranta, como sucede con el turismo en el mundo y su inevitable turismo de guerra o turismo negro que cada vez destierra las sonrisas de viajeros. 

Confesiones en: Twitter: @aranx_solleiro, Instagram: @arasolleiro y aranxaas94@gmail.com 

(Foto: Aranxa Solleiro)

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