Eric Rosas
Hasta hace muy poco ser miembro del Sistema Nacional de Investigadores, el conocido como SNI, había representado toda una garantía de calidad. Se sabía que quien ostentaba la categoría de Investigador Nacional en cualquiera de sus niveles, merecía el nombramiento porque sus resultados de investigación eran destacados en el ámbito internacional de su disciplina, pero también garantizaba que su trabajo había sido realizado con total libertad y objetividad. Sin embargo, debido al desmantelamiento del Sistema Nacional de Ciencia Tecnología e Innovación que la actual titular del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT), la bióloga María Elena Álvarez-Buylla Roces, ha emprendido desde su llegada a la dependencia, ahora el SNI ha comenzado a convertirse en un instrumento de control que parece se pretende usar para premiar o castigar a los científicos de México. Tras un retraso poco común en las casi cuatro décadas que lleva operando el SNI, los resultados del proceso de evaluación que han sido publicados hace unas semanas, muestran ya rasgos del deterioro causado a este programa. Quizá el más preocupante es que la calidad de los productos de investigación y docencia estén siendo desplazados por criterios subjetivos, como el que busca privilegiar aquellas áreas de investigación alineadas con la visión de la actual Administración Federal.
Algunos de los colegas cuyas solicitudes de reingreso vigente fueron rechazadas han obtenido respuestas absurdas cuando han cuestionado a la administración del SNI acerca de los motivos para tal rechazo. A pesar de que la cantidad y calidad de sus productos de investigación sometidos a evaluación resultan similares o incluso superiores a los de los años previos, en algunos casos el CONACyT ha justificado las negaciones reclamando cualquier “faltante” como, por ejemplo, que la actividad de difusión reportada no es suficiente, o que la línea de investigación no está considerada dentro de aquellos campos identificados como prioritarios para México.
En otros casos, los de los jóvenes investigadores que han solicitado por primera vez su ingreso al SNI; típicamente doctores recientemente graduados en algún programa nacional o del extranjero; las justificaciones para algunos de los rechazos que se han presentado, refieren que no hay evidencia de formación de recursos humanos especializados; es decir, a un joven recién doctorado le reclaman que durante sus propios años de formación ¡no haya dirigido las tesis de maestría o doctorado de algunos de sus compañeros estudiantes!
Aún es pronto para integrar la evidencia irrefutable que desnude el patrón que parecen estar siguiendo todos los rechazos resultantes del reciente proceso de evaluación del SNI; sin embargo, la intervención que la doctora Álvarez-Buylla ha realizado en las distintas comisiones dictaminadoras de este programa, mediante la que se ha relevado a algunos de los miembro más críticos de la política de Ciencia y Tecnología implementada por el actual Gobierno Federal, sugiere que la modificación del reglamento SNI llevada a cabo por la titular de la dependencia tenía precisamente el objetivo de difuminar la objetividad del proceso de evaluación para abrirse ella misma el espacio a fin de palomear o tachar a quienes ella, y sólo ella, considere que merece ser llamado Investigador Nacional. Quizá para el 2024, cuando el SNI esté cumpliendo cuarenta años de funcionamiento, sólo mantendrá como integrantes a aquellos colegas que hayan tenido que entregar a cambio su libertad de investigación. Entonces será necesario construir un nuevo mecanismo para identificar y reconocer a los mejores científicos de México.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
