25/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Confesiones de turista

Fecha de publicación:

Aranxa Solleiro

La guerra, seducción turística

Desde la mirada reporteril, las guerras seducen en un grado superior al común, según Ryszard Kapuscinski, nadie obliga al reportero a ser parte de una fuente en específico, sino más bien, su formación, experiencia y alma se lo dictan de manera que sea capaz de encaminar su andar y hacer el ejercicio correspondiente: informar a la población. 

Sin embargo, en los últimos años, podría decirse que más de una década a la fecha, las guerras se han convertido en una especie de cuento de Poe, que seduce sin dudarlo, intriga, enseña e incluso entretiene, ya que dependiendo del medio, así es como nos sentimos informados sobre un tema u otro, sobre las evacuaciones en Ucrania por la próxima invasión rusa o por las bombas, equipo y ejército del cual Rusia se emancipa. 

Discutimos, las mesas de cafés se mimetizan en centros de discusión ardiente para promediar quién sabe más, con cuánta seguridad lo dice y peor aún, quién encuentra un ápice de afición por el sufrimiento de los otros. Algunos son capaces de crear chistes al respecto y otros tanto parecen inmunes a lo que sucede, pues su mundo parece mucho más problemático que los miles de cuerpos guerrilleros en formación o las familias que entrenan bajo capas de más de un metro y medio de nieve en las aceras inexistentes que circundan sus hogares, para salvarse de los posibles enfrentamientos de un país con otro. 

Similar al ojo del reportero (dramático y amarillista), se encuentra el del gestor de proyectos turísticos poco adiestrado por las ética del sector, que de un espacio en graves condiciones de destrucción, asimila un punto ideal para la construcción de un establecimiento turístico, un complejo o sencillamente esperar a ver cuántos fallecen para recrear un museo que permita al visitantes percibir ligeramente el dolor de quienes ya no existan en la faz terrestre. Para ellos, el turismo negro reluce como una oportunidad femnomenal de crecimiento, una mercadotecnia infalible para atraer la mirada del turista curioso o morboso, que sabe fehaciente que acudira para ver cómo es aquel sitio de exterminio, de maldad y de lujuria. 

No espero -que la guerra que ya estamos haciendo nuestra- entre Ucrania y Rusia sea una próxima atracción turística, pero sí espero que de todo el detonante que parece a punto de diluirse, tenga una nueva perspectiva y no sufra de una metamorfosis por la cual pasó Alemania al final de la Segunda Guerra Mundial: el impulso al sector turístico. 

Es bien sabido ya que el turismo se incentivó en 1942 después de la crisis mundial por la Guerra, así como también es sabido que el país alemán (en términos turísticos) solamente se sostiene gracias a las secuelas de la misma. Los campos infestados de misiles enterrados, los bunkers que ahora son atractivos potenciales de visitantes, unos convertidos en bares, otros en centros de entretenimiento nocturnos, los museos de armas que fueron usadas durante la Guerra, los uniformes portados por los nazis o las personas en los campos de concentración. 

Las banderas firmadas por soldados, videos que ametrallan los oídos con sonidos de disparos, lanza bombas y paletas de rotor de helicópteros que aventaban a las comunidades excluidas: latas de sopa, papas y uno que otro alimento insípido para los paladares, son elementos que nutren el diseño de aquellos recintos llamados “culturales” para evocar una época que es dolorosa pero que excita al turista. 

La vida es así para el turismo convencional, con la idea de que de la tragedia se puede hacer un exitoso punto de encuentro cultural, sin realmente preguntarse si afectará a una comunidad entera y atada a un yugo doloroso durante años. La vida ha sido así gracias a las ineficientes políticas turísticas gestionadas por la actual OMT, que solamente se centra en decirnos cifras de la crisis más tenebrosa del sector en todos sus años de existencia.   

Yo no espero eso, pero las formas de consumo turístico, grandes adiestradas de un capitalismo salvaje, nos han enseñado que está bien conocer y adentrarnos al dolor del otro y “mejor aún”, pagar para verlo. Yo no espero tal desenlace para salvar a un turismo cada vez más perdido, sino más bien, espero por primera vez lo contrario, ayudar a aquellos en sufrimiento, temor y conflicto, para que consideren la belleza que conserva su nación y fortalecerla a través de un tipo de turismo responsable, honesto y verdaderamente sustentable. 

Confesiones en: Twitter: @aranx_solleiro, Instagram: @arasolleiro y aranxaas94@gmail.com

(Foto: Aranxa Solleiro)

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