Las descentradas y Salvadora Medina Onrubia
Por Claudia Elisa y Gabriela Alejandra López Miranda
Integrantes del Círculo Feminista Alaíde Foppa
¿Quiénes son las descentradas? Es una pregunta que atraviesa no sólo la obra, sino la experiencia vital de Salvadora Medina Onrubia, una escritora argentina nacida en La Plata en 1894, anarquista desde los 15 años, hija de una mujer que plantó a su novio en el altar y eligió una vida nómada, como artista en un circo.
Salvadora asumió desde muy joven una actitud rebelde frente al mundo y sus injusticias, misma que se acentuó cuando abandona La Plata para viajar a Buenos Aires, donde practica una lucha más activa desde el anarquismo; Medina Onrubia fue una de las primeras mujeres argentinas en pronunciar discursos públicos frente a multitudes y de demandar el lugar que le correspondía como luchadora social, en un mundo dominado por hombres: “reclamo el derecho de ir con todos mis compañeros, empuñando la bandera roja que es como el fuego de los corazones”, enfatizaba en sus intervenciones públicas.
Su lucha política caminaba a la par de su trabajo literario, ensayístico y periodístico, es la primera mujer que ingresa como redactora al Diario la protesta, mismo que le servía como espacio de reflexión y de comunicación de sus ideas. Salvadora Medina utilizaba también la literatura como una plataforma para expresar sus convicciones, muestra de ello es Almafuerte que, publicada en 1914, se convierte en la primera obra de teatro anarquista escrita por una mujer. Almafuerte es además importante para la vida de Salvadora porque a través de ella conoce a Natalio Botana, dueño del Diario Crítica, quien la apoya para la puesta en escena de la obra y años después se convierte en su marido y padre de sus hijos.
Posteriormente Salvadora publica El libro humilde y doliente (1918), Akasha (1924), El vaso intacto (1926), entre muchas otras obras que transitan del ensayo, al cuento, a la novela, hasta llegar a Las descentradas en 1929, que sintetiza muchas de las preocupaciones de las obras previas: las diferencias de clase, la hipocresía de la burguesía, la pasión por la escritura, el amor, la injusticia, el sacrificio.
Las descentradas es una obra de teatro que relata la historia, aparentemente simple, de un triángulo amoroso, mismo que al final parece ser sólo un pretexto, un vehículo para plantear una serie de preguntas sobre la pareja, el papel de las mujeres en la sociedad, la libertad, el cuerpo, la rebeldía.
Desde la primera escena la escritora propone reflexiones contundentes sobre el matrimonio y cómo éste se puede convertir en una cárcel para las mujeres, que sofoca sus aspiraciones poéticas y las lleva a conformarse con “tener sobre sus hombros la prosa de la vida”. En estas líneas iniciales Salvadora muestra, a través de sus personajes, el peso de las normas sociales y de los modelos impuestos de familia y de pareja.
Posteriormente habla del prejuicio masculino en torno a la capacidad de reflexión y la inteligencia de las mujeres, Juan Carlos, uno de los personajes principales de la obra, se sorprende de que Elvira, la protagonista, sea una mujer inteligente, a lo que ella responde: “a pesar de ser mujer me permito tener ideas ¿sabe? Tengo ideas boxeadoras, ideas que se dan directos y crosses y swings con la vida”. El personaje masculino, haciendo gala de su machismo enfatiza que “con esas ideas no va a encontrar novio”.
Esta última afirmación nos recuerda un dicho popular del que la famosa escritora Rosario Castellanos tomó un fragmento para titular uno de sus libros, “mujer que sabe latín, ni tiene marido ni tiene buen fin”, es decir, las mujeres que se atreven a reflexionar están destinadas a la soledad y al sufrimiento, esa parece ser la sentencia de una sociedad como la nuestra, pero aunque todavía hoy el precio que se paga por pensar, por cuestionar, por luchar, es alto, existe evidencia suficiente para negar que la soledad y el sufrimiento sean los destinos obligados de las mujeres con ideas boxeadoras.
A propósito de esto, dentro de la obra de teatro aparece un interesante personaje, Gloria, una escritora que está terminando una novela denominada, justamente, Las descentradas, el título es muy significativo, pues con él la narradora intenta mostrar la complejidad en torno a la personalidad y la experiencia política de las mujeres que luchan. Gloria divide a las mujeres en tres categorías: las sufragistas, la mujer femenina y las descentradas, al respecto señala que algunas “somos tan descentradas que podemos caer en las otras dos categorías”. Ésta es una afirmación de suma relevancia, pues tanto a las sufragistas, como a las “femeninas”, ¡a las mujeres en general! El machismo demanda absoluta coherencia y corrección, el término descentradas desafía esa demanda de coherencia y corrección.
Las descentradas no solamente se atreven a pensar y a luchar, sino que son mujeres que reconocen su propias contradicciones como individuos y como sujetos políticos, que nos recuerdan que el camino de la reivindicación de nuestros derechos no es lineal, es una ruta compleja, sinuosa, que demanda detenernos continuamente a evaluar y repensar, a hacernos preguntas, revisar la estrategia, criticar nuestros propios métodos: ajustar, pero nunca, nunca desistir.
