Nota
Creo que para mi padre ahondar en el pasado familiar es una proeza y una experiencia dolorosa. Acaba de cumplir 68 años y, como a muchas personas de esa edad, se le olvidan las cosas, y lo vivido le cuesta trabajo recordarlo. Todo se va borrando poco a poco como si la vida fuera escrita con lápiz o a calca. Sólo basta pasar la mano sobre el papel para que todo lo que era claro ahora resulte sumamente difuso. La arqueología personal es un viaje hacia el interior y no siempre es placentero. Mi padre siempre ha sido de pocas palabras. Sirvan estos textos como un registro de su voz y de su respiración. Don Aga es de una generación que tuvo poco y con ese poco nos ha dado mucho.