28/Mar/2024
Portal, Diario del Estado de México

GLENN GOULD, el genial pianista

Fecha de publicación:

Delfina Careaga

Desde que nací he escuchado música clásica. Después, a los ocho años de edad, empecé a estudiar piano. Durante mucho tiempo mi familia compraba abono para todas las temporadas tanto de sinfónicas como de ópera que se presentaban en el teatro de Bellas Artes, y en la radio escuchábamos principalmente dos estaciones: la XEW y la CELA esta última donde se escuchaba únicamente ese tipo de música. Así, pues, en mi vida siempre ha estado presente este arte. Sin embargo, ya hace años, al dejar la Ciudad de México, también dejé de escucharla. Hoy, que ya he vivido más de ocho décadas, apenas hasta hace más o menos un año he descubierto (soy muy torpe con los adelantes tecnológicos) que en Youtube existen videos de grandes conciertos y extraordinarios pianistas de todo el mundo. ¡Y volví a encontrar el espectáculo que me es tan indispensable para vivir, esta vez en televisión!

 Así, todos los días, generalmente pongo este canal entre seis y siete de la tarde y permanezco oyendo los recitales y conciertos hasta las diez de la noche en que apago luces y televisión obligándome a enfrentar la diaria guerra contra el insomnio.

 De esta manera he conocido a los niños prodigios quienes, desde los cinco años de edad, tocan el piano en conciertos con importantes orquestas; y también he visto y oído a los más destacados, tanto a los grandes-grandes ya fallecidos como Arthur Rubinstein, Claudio Arrau,  Vladimir Horowitz, como a los actuales ya conocidos, entre ellos a los magníficos pianistas Martha Argerich y Daniel Barenboim. A la vez, he descubierto en esta etapa a Mitsuko Ochida, (la dama nipona del piano quien toca a Mozart como nadie lo ha interpretado nunca), a Yuja Wang; a Igor Levit; a Khatia Bunatishvili; a Valentina Lisitsa, a Lang-Lang y su virtuosismo, a muchos otros más.

Y de pronto, una tarde empiezo a oír la sublime música de Juan Sebastian Bach tocada, también sublimemente, por un pianista sentado en una sillita, la misma silla donde se sentaba para tocar cuando era un niño, y a la cual su padre tuvo que serruchar las patas para que su hijito alcanzara los pedales. Glenn la siguió utilizando toda su vida; así que, cuando creció, el teclado le quedaba alto por lo que se vio obligado a tocarlo de abajo para arriba, en lugar de como se ha tocado siempre: de arriba hacia abajo; además, canta silenciosamente lo que va interpretando en el piano. Pues al escuchar a ese hombre joven y extravagante “Las variaciones Goldbert” de Bach, sentí que era algo más por lo que valía la pena haber vivido yo hasta ese momento. Y lo fui siguiendo, dentro de un asombro muy parecido al éxtasis, en los conciertos de Branderburgo, partitas —especialmente la No. 2 en re menor— y otras obras de Bach. De igual manera, con esa perfección absoluta, también lo he oído tocar piezas y conciertos de Mozart, de Beethoven, de Haendel…

Gould es un músico al que han llamado “extravagante”, no sólo por sentarse al piano en una silla enana, sino por llegar a los conciertos, aún en tiempo templado, con abrigo, bufanda, gorra y un par de guantes en cada mano, manos que antes de salir a tocar mete en agua caliente durante bastante tiempo y, sobre todo, más que extravagante excepcional, porque fue un amante de su profesión verdaderamente compulsivo. Según varios reconocidos diletantes, está considerado el mejor pianista del mundo del Siglo XX.

También tuve empatía con él al saber que, como yo, obtenía más fácil comunicación con los animales que con los humanos. Glenn fue un hipersensible. Su mayor sueño consistía en crear una reserva de animales viejos, lastimados y callejeros en la isla Manitoulin, en el norte de su natal Toronto, donde quería pasar su vejez, rodeado de animales

 Como resulta lo más relevante para mí durante el encierro por esta pandemia, desee escribir sobre este genio de la música llamado Glenn Gould para todos los amigos de nuestro querido diario Portal. ¡Ojalá lo escuchen!


GLENN GOULD Nacido en TorontoCanadá, ( 25 de septiembre de 1932), en el seno de una familia de músicos, fue hijo de un músico  aficionado, no así la madre, profesora profesional con quien aprendió a tocar el piano además del órgano. Su abuelo era primo del famoso compositor  Edvard Grieg.

A los 10 años de edad, Glenn fue a la escuela Royal Conservatory of Music, donde se convirtió en discípulo del pianista chileno Alberto García Guerrero. Dio su primer concierto de órgano en 1945, e hizo su primera aparición con orquesta el año siguiente al ejecutar el Concierto para piano nº 4 de Beethoven con la Orquesta Sinfónica de Toronto. Realizó su primera ejecución pública como pianista a los 15 años de edad, en 1947.

El 11 de enero de 1955 debutó en Nueva York con un recital de piano que tuvo lugar en el Town Hall. Al día siguiente Columbia Masterworks le ofreció grabar su álbum-debut con las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach, la primera de sus versiones en estudio (realizó otra en 1981).

Diez años más tarde, Gould hizo un viaje a la Unión Soviética y fue el primer pianista canadiense en visitar ese país después de la Segunda Guerra Mundial.

El 10 de abril de 1964 (tenía 32 años de edad),  tocó en público por última vez en Los Ángeles y anunció que se retiraba de los escenarios siendo ya una auténtica figura internacional. La razón es que empezó a sentir hastío por la interpretación en directo y creyó que servía mejor a la música en un estudio de grabación que en la sala de conciertos. Pensaba que la música era un arte íntimo; los aplausos, las ovaciones que se producían después de sus extraordinarias interpretaciones, lo confundían y molestaban.

Murió en Toronto el 4 de octubre de 1982, a los 50 años de edad, después de sufrir un accidente cerebrovascular.

Existe un libro —yo aún no lo tengo, por lo que se los paso “al costo”— intitulado “Romance en tres patas” (Elefanta Editorial), escrito por la periodista neoyorquina Katie Hafner en donde “con datos cuidadosamente documentados nos cuenta la vida de este genio canadiense”. Y los críticos de varios países así lo recomiendan: “He aquí una cátedra de periodismo, de escritura, del arte de la biografía, del exquisito aroma de los buenos textos sobre música”. Habrá que comprarlo.

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