En los años ochenta, El Cartucho fue el barrio más bravo de Bogotá. La calle Décima (donde se ubicaba) se convirtió en el territorio de los jíbaros (vendedores de droga) y “ñeros o desechables (así se les llamaba a los habitantes de la calle, prostitutas y delincuentes)”. En 1998, la OMS declaró al Cartucho como uno de los lugares más peligrosos de Latinoamérica. Preocupado por erradicar el problema, el alcalde Peñalosa decidió demoler el barrio con todo y sus más de 10 000 habitantes de la calle.
En 2013 tuve la oportunidad de trabajar como investigadora de campo con los sobrevivientes del Cartucho para el documental que lleva el mismo nombre. Los fragmentos que leyeron son transcripciones de una grabación personal. El documental buscaba contar las historias de los sobrevivientes de ese legendario barrio. Durante el proceso, el director del proyecto, un director de foto, una sonidista y yo acudimos a un hogar de paso para convivir con los sobrevivientes del Cartucho. Mi labor consistía en generar un acercamiento con la población mediante talleres de reconstrucción de memoria, escritura creativa y drama. Una mañana llegaron todos muy felices y le cantaron las mañanitas a la sonidista, era su cumpleaños. Al escuchar su canto, algo se me movió y no pude dejar de llorar. Felipe trató de calmarme, me enseñó cada una de sus cicatrices y me contó la historia de todas las veces que lo habían apuñalado.