Aranxa Albarrán Solleiro
Carta al mejor investigador de turismo
Un miércoles de junio de 2017, ingresaba a una maestría en estudios turísticos por cuestiones de desesperación y pasión a lo que había dejado de estudiar un año atrás, recién titulada, me incorporé al ritmo universitario para un ciclo fascinante y al mismo tiempo lleno de disturbios.
Cuando ingresé a la sala de profesores y cátedras en el Centro de Investigación Turística de la Universidad Autónoma del Estado de México, me sentí apabullada de incertidumbre y asombro, pues por primera vez, mi rumbo académico surgía entre un sentido espectacular y uno infesto de adrenalina. A las 9 en punto de la mañana, ingresó por la puerta el docente encargado de impartir el curso de inducción, un varón alto de gran temperamento y una sonrisa inigualable.
Su piel, un reflejo de expresión y experiencias en su vida, atesoraba vida por medio de uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho y más tatuajes: uno con el nombre del grupo de rock “Metallica”, un legado del padre anticapitalista: Karl Marx y colores flamígeros resaltando cada uno de los dibujos.
Cargando un termo siempre en la mano, vistiendo una camiseta de cualquier grupo rockero y unos pantalones holgados, desconocía que me presentaba la vida al mejor investigador turístico del país: Alejandro Palafox Muñoz. Desde aquel día, nos puso a prueba, a mí y a mis compañeros, con diversas estrategias de investigación aplicadas al estudio. Ninguna de ellas -por supuesto- estaban insertas en mi IQ, pues mi experiencia en investigación era un tanto nula.
Desde el año 2002, Palafox, fue inscrito al Sistema Nacional de Investigadores, alcanzando el nivel número dos, el cual no solo exige una producción científica exacerbada, sino una mayor calidad en la docencia y en la tutoría de futuros académicos, entre ellos, se encontraba mi proyecto de tesis.
Las investigaciones que desarrolló con vehemencia y certeza en aportar, no solo una serie de números, de los cuales él era poco amante, sino de información sobre aspectos cualitativos, cuya finalidad siempre fue enriquecer al sector. Dichos textos, se basaban mayoritariamente en la destrucción capitalista inmersa en el turismo y en especial, en la población receptora.
Acumulación por despojo, ruralidades turísticas, turismo sustentable, exclusión social, producción del espacio turístico, pobreza en el turismo, apropiación social a través del turismo y marginación, son solo algunos de los temas con más abarque en sus apuntes, los cuales también, fueron expuestos en su revista indexada “Teoría y Praxis”, de la cual fue editor desde su creación en 2005 hasta 2018, no sin antes destacar que fue repositorio de universitarios, académicos e investigadores nacionales e internacionales, llegando a ser considerada como una de las mejores revistas de investigación turística en Latinoamérica.
Desde aquel miércoles de junio, redactamos juntos el primer protocolo de investigación bajo el nombre “Exclusión social en Playa del Carmen, municipio de Solidaridad, Quintana Roo, México”, nos entusiasmamos como si fuese la mejor idea, a sabiendas de no serlo, empero, ninguno había abordado un tema del tipo dentro del destino playero, lo que nos motivó a seguirlo hasta que los impulsos de externos nos impidieron continuarlo, teniendo que direccionar la problemática bajo otros conceptos.
Compartimos congresos, lo escuché al proyectar “papers” que redactaba sin detenerse aún a pesar del cansancio en su espalda. Nos exigía y compartía ampliamente sus conocimientos cuando nos hallábamos perdidos. Magnificó mis estudios con cada uno de los libros de Bourdieu, Lefebvre, Marx, el capitalismo pintado por Rius para mi comprensión incauta de ignorancia, Harvey y Antón. Logramos la estancia que deseábamos y nuestro proyecto de la exclusión se presentó en espacios académicos diversos a la Autónoma mexiquense, por rebeldía, porque a pesar de mi poca experiencia en el área, creyó relevante su exposición y creyó en ella.
Cuando concluí mi trabajo de tesis, Palafox se encontraba en Cozumel, su hogar por más de diez años, en tanto que formaba parte de la planilla docente e investigadores de la Universidad de Quintana Roo, a pesar de que sus pasos permanecieron siempre en su lugar de nacimiento: Toluca, él nunca dejó de impulsar, de luchar y de vivir.
El día dos del octavo mes del año, su camino emprendió el último de sus recurrentes viajes, dejando profunda pena en nosotros, sus discentes y la academia del turismo. No obstante, su aportación permanecerá, haciendo honores al principio de sustentabilidad, por el cual peleó incesantemente.
Hasta siempre, Doctor.