Eric Rosas
Nada nuevo
El jueves pasado, al ser cuestionado por qué la actual administración del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACyT) no presupuestó para este 2021 las becas para madres solteras, el presidente de la República evidenció nuevamente el desinterés y profundo desconocimiento que tiene acerca de la naturaleza de la investigación científica y, al no tener respuesta para tan oprobiosa omisión, divagó prometiendo cambios próximos en la entrega de recursos para los becarios e investigadores; sin embargo, todo lo que comentó es algo que ya se aplica desde hace décadas; no dijo nada nuevo. Al menos desde el año 1994, cuando me convertí en becario de posgrado del CONACyT, y desde el 2000, año en el que me integré al Sistema Nacional de Investigadores (SNI), la entrega de las becas ocurre a través del mecanismo más simple posible: mediante una transferencia a la cuenta del beneficiario en alguna institución bancaria y que usualmente entrega una tarjeta de débito. Así que la sugerencia del presidente sólo podría representar un retroceso si lo que él tuviese en mente no es este instrumento eficiente y transparente, sino una tarjeta del bienestar o algún otro mecanismo de naturaleza clientelar.
Por supuesto que, por ejemplo, en el caso del SNI, cada que se cumple el término de evaluación es necesario revisar los productos logrados durante el periodo para que los pares puedan analizarlos y decidir acerca de la permanencia en el nivel otorgado o la promoción al siguiente. En este caso, la mención hecha por el primer mandatario, acerca de que este mecanismo de evaluación podría eliminarse, resulta preocupante porque diluiría el criterio de calidad que hasta ahora ha servido como directriz para que el SNI sea reconocido por la comunidad científica como un mecanismo imparcial y objetivo para la calificación de la investigación realizada.
Algo verdaderamente novedoso sería, por ejemplo, que el estímulo económico que se otorga a través del SNI fuera definitivo y universalmente integrado al sueldo de una nueva figura en el tabulador de la administración pública federal: la del Investigador Nacional, distinguible de la del burócrata por cuanto a que la actividad que se realiza así lo amerita y requiere. Con ello el SNI podría mantenerse exclusivamente como una distinción netamente honoraria que reflejaría la calidad de la investigación que cada científico produce. Pero lo más importante es que al resarcir la pérdida salarial de los investigadores de todo el país (no sólo aquellos que se encuentran incorporados al SNI) se saldaría una añeja y enorme de deuda que México tiene con sus ciudadanos más preparados. Tal adecuación permitiría también que la tasa del impuesto sobre la renta se calculara con base en este nuevo salario integrado, al igual que sucedería con todas las cuotas y prestaciones, como las de seguridad social, vivienda y ahorro para el retiro que, al presente, se contabilizan tomando como referencia un salario reducido y conlleva una significativa pérdida en el ingreso y nivel de vida de los académicos en el momento en el que alcanzan el final de su carrera y deben dejar de laborar.
Una nueva plaza de Investigador Nacional facilitaría la movilidad de los científicos entre las instituciones de educación superior y centros públicos de investigación de todo el país, lo que fomentaría la interdisciplinariedad, fundamental para abordar las complejas problemáticas que enfrentamos actualmente como país y humanidad. Este cambio sí que sería algo nuevo.
Lo anterior, dicho sin aberraciones.
