18/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Familia y sociedad

Fecha de publicación:

Laura Barreal Danel  

La “concupiscencia” en la persona humana… 

¡¡¡Muy estimado lectorx !!!! Me es grato saludarle y expresarle mi deseo de que Usted y su familia estén gozando de salud y de las muchas bendiciones que a diario recibimos las personas y las familias. También me complace agradecer de su parte el tiempo y espacio que dedica en su agenda del día para la lectura de las siguientes líneas. Mismas que el día de hoy dedicaremos al tema de la “concupiscencia humana”. 

El término concupiscencia, se refiere a un deseo intenso de obtener placer. Muchas personas la asocian con el placer sexual y esa es solo una de las áreas principales en las que se manifiesta. Pero también puede ser un deseo desmedido de obtener riquezas, placeres terrenales, o la inclinación a dejarse llevar por deseos descontrolados.  

En su sentido más general y etimológico, concupiscencia es el “deseo” que el alma siente por lo que le produce satisfacción, “deseo desmedido” no en el sentido del bien moral, sino en el de lo que produce “satisfacción carnal”. En el uso propio de la teología moral cristiana, la concupiscencia es un apetito bajo contrario a la razón. Aquí, “apetito” significa “inclinación interna”, y sabemos que la referencia a la razón tendría que ver con la oposición entre lo sexual y lo racional. 

Me gustaría citar a Agustín Fabra, quien al respecto hace una clara observación señalando que, a pesar de que hoy en día creemos que la concupiscencia se refiere únicamente a cuestiones de índole sexual, en efecto, el concepto es más amplio y atañe a todas las dimensiones de la conducta humana . Y nos comparte que, de acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la concupiscencia es el deseo de los bienes terrenos y, en especial, el apetito desordenado de placeres deshonestos, haciendo una pertinente aclaración respecto a que, en sentido teológico la concupiscencia es la apetencia de los placeres de los sentidos y de los bienes terrenales.  

Lo cual no quiere decir que todos estos apetitos sean malos, subrayando que todos los placeres de los sentidos y el deseo de bienes terrenos son de por sí buenos y forman parte de la propia constitución humana, desde que Dios nos creó. Pero, hay que considerar que se convierte en algo negativo cuando nuestros deseos se oponen radicalmente a la voluntad divina.  

Y al respecto, el autor nos explica que cuando los bienes terrenales y los placeres se convierten en el objeto último de la voluntad humana, la persona se cierra en sí misma, obstruye su apertura radical a los demás y su comunicación con Dios, quien debiera ser el horizonte propio del ansia de felicidad para cualquier ser humano. 

Si en éste sentido hacemos una reflexión, podremos llegar a la conclusión referida por Fabra de que para que una persona se deleite, no se requiere que consiga todo lo que desea, sino en realidad, y si miramos hacia nuestro interior, podremos comprobar que la verdadera complacencia la obtenemos de cada una de las cosas buenas que hacemos y que conseguimos, dentro del ámbito natural. 

Si cada uno de nosotros analizamos los momentos en que nos hemos sentido en verdad “felices” y con una verdadera “satisfacción del deber cumplido”, comprobaremos que han sido ocasiones en que hemos llevado a cabo una acción “buena” en favor de alguien más, o bien, lo que hemos logrado “bueno para nosotros” ha sido resultado de esfuerzo y trabajo lícito, que ha redundado en un beneficio.   

Dicho principio de comportamiento lo hemos de trasladar también a la vida laboral y al servicio público para que ambos también colaboren con la construcción de un mundo más igualitario y justo.  

En los últimos tiempos, en que somos testigos de un peligroso debilitamiento en la ética de actuación humana, en un esquema internacional y globalizado de competencia económica, en el que  los valores humanos han dejado de jugar un papel preponderante y a cambio de ellos, el valor económico ha ido escalando peldaños en una visión globalizada, en la cual la manipulación mediática de gratificación de los sentidos se ha colocado por encima del valor de la dignidad humana, misma que desde el punto de vista antropológico se encuentra enraizada en el “ser” y que actualmente se ha centrado en el “tener”….  “cuánto tienes, cuánto vales” y que coloca a la humanidad en la urgente necesidad de una revisión a fondo desde el actual concepto de “desarrollo” a partir de una reducida visión económica y que urgentemente se requiere dimensionar la verdadera “dignidad de la persona humana” adornada de “virtudes” para cumplir con la vocación de “buscar y hacer el bien” unos a otros, y hacer de cualesquiera de las actividades en las que cada uno nos desempeñemos, una oportunidad para generar un verdadero “desarrollo” pero con una visión humanista e igualitaria que propicie el rescate de la “dignidad de la persona” y de valores que favorezcan la verdadera fraternidad y solidaridad en búsqueda del bien común.  

En la pasada edición, nos referíamos a la virtud de la castidad, la cual no trata de negar nuestra sexualidad sino de  canalizarla propiamente…y tener claridad sobre que… “Ser casto es ser puro de corazón” entendida la castidad como “pureza en el corazón” , la cual consiste en relacionarnos de tal manera con los otros y con el mundo, que se respete y honre la dignidad total, la valía y el destino de cada persona y de cada cosa.  

Si continuamos como humanidad en la búsqueda de la gratificación de los sentidos, nos alejaremos cada vez más de procurar el bien de la naturaleza humana que si no la respetamos, estaremos atentando en contra de nosotros mismos y de las futuras generaciones, 

Ahora bien, el objetivo del apetito sensual concupiscente es la gratificación de los sentidos, mientras que el apetito racional o natural es el bien de la naturaleza humana y, es la subordinación de la razón al Creador. 

Es claro, tal como Agustín Fabra alude, que la concupiscencia está siempre presente en la vida humana y posee un carácter ambivalente, aun cuando no podemos negar que usualmente se la presenta en su significado negativo de inclinación al mal. Los autores sagrados no refieren la concupiscencia solo a la esfera sexual sino a diversas situaciones humanas.  

Busquemos pues como mexicanos, esforzarnos y apoyar las acciones de quienes buscan lograr que nuestra sociedad encuentre un equilibrio que nos permita construir una Nación igualitaria que otorgue oportunidades a todos los mexicanos, para que juntos podamos erigir un México en verdadero desarrollo, con justicia y equidad.   

                                                                                  Y…Hasta la próxima, queridx lectorx 

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