Tráeme un toro blanco de porcelana trotando su contorno difuso en la palma de tu mano
Tráeme Tráete a ti de regreso difuso o hecho toro vuelve
No te olvides en el camino
Sergio Loo
Es este telar engarzado
con ojos animales
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Es un corte de pelo que odias
y escondes con una boina
Es planear de noche sobre Hong Kong
en un pez espada aerostático;
escuchar Alviverde, de Jun Miyake,
y decir que sí con los hombros en cada compás
Es un terreno baldío
Es apostar la última moneda
y perder
Es jugar con pistolas de agua
y fingir que mueres
Es ponerle nombre
a una
bicicleta
Es la alucinación de ֎֎֎ácido ֎֎֎
en que orinabas collares de perlas,
vomitabas trozos de vidrio
y lagrimeabas obsidiana líquida
Es el niño con Asperger que se tallaba los ojos
y lloraba porque otros niños le habían mojado
las manos con vinagre
Es la horda de osos polares enferma de migraña
que se desbarrancó el domingo pasado,
y el eco de los gruñidos rebotando
entre las cavidades congeladas del barranco
Es la terminal de autobuses
y el mendicante que siempre está ahí
y que tiene garfios donde tendrían que estar los brazos
y que tiene prismas de madera
donde tendrían que estar las piernas
Es jugar un partido de fut contra androides
en una isla volcánica
y asumir la épica de un goleador famoso
Es tu amigo transmutando a cactus
porque un taxista que conducía demasiado ebrio
lo arroyó y la enfermera que contrataron para que lo bañara
y le limara las uñas; es la enfermera trenzándole el cabello ◊
Es el señor exhibicionista con estrabismo
que vendía semillas garapiñadas
y que se abría la bragueta para hacerse el dormido
en la banqueta del jardín de niños
Es fumar cigarrillos sin filtro en la azotea
y pensar que puedes esconder el olor con pasta dental
Es trepar un árbol caerte tener el brazo roto
y decir que no te dolió
Es el aroma de la crema corporal que usaba tu abuela
Es encontrar una golondrina moribunda
intentar curarla y descubrirla muerta
Es el mirlo maduro que tienes atravesado en la garganta
que aletea cuando hablas
que gorjea cuando estornudas
que silba cuando caminas
Es la visión deꙮꙮꙮmezcalinaꙮꙮꙮ en la que a tu amiga le salían tentáculos fluorescentes
de los oídos y de la probóscide fucsia que era su nariz,
lo que te decía el eco de su voz,
la piel de mi abdomen es traslucida,
este es mi hígado y estos son mis intestinos,
están palpitando, siéntelos,
estimulan la tierra con su vibración,
de mis intestinos nacen cabellos ondulantes,
el pulpo se aloja aquí, en esta bolsa
de vidrio rojo que es mi estómago,
todos mis órganos son de cristal,
si se estrellaran ¿qué harías?
Mi ombligo es una pecera de endorfinas,
si explotara en este momento te salpicaría de duraznos
¿llorarías?
te asustaste porque percibiste que el pulpo, coronado con astas de cérvido,
te desprendía la piel del rostro con sus ventosas
Es el concierto de Corcobado y Manta Ray al que fuiste cuando tenías dieciséis años,
las canciones que tocaron y te gustaban
coches de choque bahía eléctrica canción de amor de mar caballitos de anís orquesta de perros mueve el vientre nieve roja susurro labios repletos de púas la navaja automática de tu voz dame un beso de cianuro; en el concierto sólo había quince personas
Es este tríptico engarzado con cabezas de pulpos y pastillas
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Vimos en Neptuno una tormenta de diamantes
Mi nombre es Falcon, mi raíz es un géiser del desierto, soy un perro multicolor, como Grafógrafxman. Tengo un caballo de plástico, se llama Ártax. A veces lo monto y voy a vadear los ríos. Me gusta vadear, aunque mi caballo está enfermo; se puso así porque se cayó en un pantano. Tengo también un comerrocas gigante de baterías recargables; lo paseo en su bicicleta, que también es de rocas. Conocí a Reynaldo aquí, en Villa de Santiago, antes de que se fuera a Nueva York. La última vez que nos vimos me dio un regalo, supongo que él ya sabía que se iba. Dijo: “Este palacio es tuyo. Tiene nombre y sonido y en su consistencia hay un millar de medusas sacudiéndose. Si lo quieres, podría obsequiártelo. ¿Te gustaría percibirlo?”. Asentí, y Reynaldo se quitó la máscara piel que era su rostro. Por dentro, como yo sospechaba, era un animal mutante; (((((las blanquísimas mofetas))))), resonó en el conjunto de palmeras que nos rodeaban. Como en su aspecto mutante no tenía boca o no tenía una boca que yo pudiera apreciar con mi cerebro de perro, agitaba las antenas. Sus antenas azules eran, como su mutación ofidia, hermosas. Intuyo que sus antenas emitían la radiación morfofonética ((((las blanquísimas mofetas)))). Luego de varias emisiones, Reynaldo se fue volando. En el obsequio había una nota y una ecuación: “Querido Fújur, esta es la textura/superficie de mi lengua. Debajo encontrarás el esbozo de un tejido en el que he estado trabajando. Aún no lo sabes, pero ese tejido/manto te cubrirá de calor cuando sientas frío. [[[[[ϦօἻἳ ʅϹ†Ϧ⁕Ϯ ȴѢʅἱʅϮ] [ϦօἻἳ ʅϹ†Ϧ⁕Ϯ ȴѢʅἱʅϮ[ϦօἻἳ ʅϹ†Ϧ⁕Ϯ ȴѢʅἱʅϮ]]* [ϦօἻἳ ʅϹ†Ϧ⁕Ϯ ȴѢʅἱʅϮ]* [ϦօἻἳ ʅϹ†Ϧ⁕Ϯ ȴѢʅἱʅϮ[ϦօἻἳ ʅϹ†Ϧ⁕Ϯ ȴѢʅἱʅϮ]]]]]]]] Llega tu madre y te corta las manos. Y te pregunta: ¿Quién arrancó la mata de corojos? Él —responden los alacranes que no cantan— saliendo de una piedra rojiza […] Todo está rojizo. Pero no es de día ni de noche y por la ventana ves el arenal agazapándose hasta unirse con el cielo. Allá, al final, ha nacido una mata de manos. Eternamente contigo, Reinaldo Arenas”.