“Mandinga de esclavo en ansia de libertad. Su principio no tiene método y su fin es un misterio, incluso para el más sagaz capoeirista”
-Maestre Pastinha
El sol nació en la planta de sus pies y sus manos, sus ojos resplandecían fuego de un desierto flamígero en las comunidades africanas que eran perpetradas por grupos de conquistadores, creyentes de ser los dueños de los mundos. Las cadenas que los atan con severidad, se desprenden de su imaginario al momento de bailar.
Suenan fuerte los tambores alrededor del fuego dominante que incendia su alma. Unos se deslizan por la arena sin riesgo a quemarse, sentir las piedras rozando la punta de sus dedos, inyecta de libertad su alma.
Los movimientos contorsionistas de sus brazos, les permitan conectarse con la madre tierra, sus pies se elevan y se convierten en su cabeza, gritan y ríen como si no pasara un lazo fustigado por su espalda cada día. Arar la tierra se había convertido en su único talento.
Su sangre africana les pide resistencia. Ser esclavo es contemplar la vida desde una oscuridad profunda y sólida, por ello la Capoeira prevalece como su refugio y paraíso. Ana Karen se eleva con eficacia en el aire, se percibe su silueta sobre los árboles. Detrás de una pantalla observa atenta las indicaciones de su profesora experta en el arte marcial, observa la cámara fotográfica y menciona la historia:
“La Capoeira se creó por esclavos africanos en Brasil, fueron traídos por los portugueses colonizadores. Como ellos debían de estar encadenados siempre, tenían oportunidad de expresar sus lamentos bailando. La Capoeira significaba para ellos una forma de lucha, juego, resiliencia ante las imposiciones de parte de los portugueses.” Comentaba mientras invadía de patadas el viento.
Ana Karen es estudiante de física en la UAEMéx, cursa el tercer año con energía y pasión por las matemáticas, pues dice que el entendimiento de conceptos abstractos, auspicia una mejor formación crítica. Se desplazó a la ciudad de Toluca para estudiar, sus raíces pertenecen a la entidad hidalguense, sin embargo, menciona que la ciudad ha sido noble con ella, pues desde que llegó, su amor por la Capoeira arribó.
Sus sueños hasta el momento, también se sostienen de querer competir en algún momento y representar a su nación a través de equipos que se conforman año con año. Aunque para ella Brasil, se percibe como un lugar inseguro y en caso de desplazarse, lo hará con temor a que suscite un inconveniente.
“¿Imagínate lo que sería ir hasta Brasil para participar en concursos internacionales? Estaría muy padre, pero me daría miedo por toda la inseguridad que se vive en las Favelas y eso, ahorita todavía no me siento preparada para participar en alguna competencia, pero estaría bien en un futuro, sería muy bonito conocer a tantas personas de distintos países.” Mencionó con un espíritu impasible.
Para su preparación, Ana Karen tuvo que aprender Karate, lo cual le proporcionó los movimientos delicados para la Capoeira, lo hace, sus patadas se elevan sin problema alcanzando una altura extraordinaria. Practica todos los días por lo menos dos horas al día, para mejorar cada día más y alcanzar sus objetivos.
Menciona que como en su carrera, las mujeres aún no son las de mayor participación en el deporte pero que ha ido poco a poco observando mayor participación, por lo cual argumenta que es una manera de expresar igualdad ante cualquier tipo de persona que desee practicarlo.
Además, añade que la práctica del deporte le ha ayudado a sentirse mejor de las presiones cotidianas e invita a la población a ser parte del deporte, en tanto que no solo beneficia la salud corporal y mental, sino además, provoca ser parte del significado cultural que circunda en él: “me gusta mucho hacer este arte marcial porque es una combinación de movimientos de danza, es terapéutico, como que haciéndolo te olvidas de todo y te sientes parte de un movimiento especial, por el significado que tuvo hace unos años para su creación. Hace tres años empecé a hacerlo y yo creo que ya no lo soltaré.” Mencionó.
(Foto: Aranxa Solleiro)
