Yo quiero tomar un papel e imaginar a Salinittas viajando por el espacio, danzando con gravedad cero, mientras suena una canción del General (no, no me lo imagino con la canción de Wagner). En fin, este poema obedece a la mímesis de una idea que me surgió. Salinittas se fue para el espacio, porque tiene billete y puede pagarse su viaje, pero antes, mientras se preparaba físicamente, conoció a un odiosito de bodegón (como los que abundan en la ciudad de Santiago de León de Caracas) que también se está preparando para su viaje. Dos almas, dos cuerpos, dos egos, que orbitan en diferentes territorios, están en una sala de espera. Claro, es fácil que la conversa se ponga acalorada, pero aquí sólo se registra un achante o mejor dicho: un microachante del ego. En fin, creo que este poema es verosímil, porque yo también estuve ahí, en la sala de espera.
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