19/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Confesiones de Turista / Veredas

Fecha de publicación:

Aranxa Albarrán Solleiro 

IV 

Nacerán estrellas de oro 

de tu cáliz tremulento 

-norma para el pensamiento o 

 ¿bujeta para el lloro?- 

No vale un canto sonoro  

el silencio que te oí 

Apurando estoy en ti 

Cuánto la música yerra. 

Amapola de mi tierra:  

enamórate de mí.   

-Alfonso Reyes 

El encierro, dueños de desesperos de almas citadinas. Llanto y sofocación de algunos, alivio y acurruco de otros. Quienes tienen la fortuna de habitar en destinos amurallados por montañas y árboles dadores de oxígeno, rebosan una alegría diversa a los transeúntes de aceras y pasos de cebra. 

Tres fines de semanas de enero en la familia Rodríguez Trujillo habían sido enfocados a la actividad física para desentumir las articulaciones que permanecen inmovibles durante los días de la semana. Los niños a la escuela atendida a través de una pantalla, el padre de familia catedrático formidable para el uso de la tecnología y sus bondades, su rutina comienza desde las siete de la mañana hasta el momento donde el atardecer se debilita y comienza a ennegrecer las paredes de los hogares, enseña, imparte y planea clases virtuales. La madre y la abuela por otra parte, permanecen atentas a cualquier necesidad, de ellas depende el orden, el paso sereno de las jornadas cotidianas, el amor insoslayable y la paz. 

La historia se sitúa en Malinalco, donde turistas hace aproximadamente dos años exactos, arribaban con la intención de despabilar las resacas instaladas por el trabajo semanal. Manolo, el padre, salta de la silla donde se mantiene casi encadenado, alarmado esboza una idea precisa para darle un nuevo toque a sus días. ¿Qué es lo que tiene Malinalco sino cerritos llenos de flores coloridas, animalitos y calor que nutre nuestros cuerpos? ¡Tengo una idea! Salió gritando del pedazo hogareño que adecuo a su trabajo. Los niños dejaron todo, Lia, la más pequeña, parecía atemorizada por el escándalo de su padre. ¿Qué pasa? Mencionó Deyanira, su esposa. ¿Por qué no vamos a caminar por los cerros el fin de semana? Nos servirá de distracción, nos hace mucha falta caminar, hacemos ejercicio y exploramos veredas nuevas del Pueblo. La suegra, Lilia, magnífica madre de familia, por cierto, sonríe delicadamente demostrando aprobación. A Manolo le basta e inician un recorrido que relata no solo la unión envidiable de su familia, sino un ejemplo de turismo residencial y de naturaleza que si fuese apropiado por todos, nuestra potencia turística no dependería titánicamente de propaganda abismal.  

San Martin, Santa Mónica y San Juan son solo algunas de los caminos que han recorrido, durante su camino. Han hallado insectos propios del sitio, lagos, riachuelos de colores inesperados y sorprendentes ante los ojos de los cinco. En el camino, Manolo y Deyanira instruyen a sus hijos con historias que han sido trasmitidas por otros en el pueblo. Lilia dibuja un brillo en el rostro por tenerlos salvos en la tierra que la vio nacer y crecer.  

Sin saberlo ni quererlo, inventan nuevas rutas que pudieran presentarles una actividad alternativa para no solo ser ejemplo del tipo de turismo que salvará al planeta, sino a su propia tierra, en tanto que desde hace muchos años, Malinalco ha sido denostado por empresarios para derribar aquellos árboles guardianes, como lo consideraba Huitzilopochtli y Tezcatlipoca mientras se preparaban para luchar y alcanzar el desempeño del significado de sus nombres “águila” y “tigre”.  

Deyanira y Manolo sin considerar la idea anticipada de crear nuevas rutas turísticas y diseñar su propio recorrido virtual, nos llevaron a mí y a una multitud más por caminos espectaculares, dadivosos de una naturaleza poco vista en las calles de la ciudad. Más de cien fotografías suyas, deslumbraron el poco lucero existente en las publicaciones de usuarios de las redes sociales en el presente. 

Aseguraron después de su tercer domingo andariego, que la pandemia no ha creado turbulentos pensamientos, sino la oportunidad enfática de aferrarse a su espacio y amarlo para respetarlo y así hacerlo con otros. La lección quizá, de un lamentado 2020 y un endeble 2021 para todos.  

Si percibiéramos la cadena de ayuda que tenemos en nuestro día a día, sabríamos que nunca hemos permanecido sin movimiento, sin ataduras a nuestro hogar, porque quienes habitan en las murallas de los Dioses prehispánicos, nos han hecho viajar, emocionarnos y deleitarnos del viento, de la libertad que aún existe y debemos conservar.  

(Foto: Aranxa Solleiro) 

Confesiones en: Twitter: @aranx_sollerio, Instagram: @arasolleiro y aranxaas94@gmail.com 

Tags: en Opinión
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