SER MÁS QUE LETRAS ®
Mis ojos se abren a la luz de un nuevo día en esta nueva normalidad, que no sólo aplica en estos tiempos de pandemia, sino también, a mi continua costumbre de hacer del fin de año un rito. Es como siempre en este octubre pasajero y aventurero, en él se respira ya lo gélido del ambiente, que tiñe de cobrizo los atardeceres en el lienzo, aunque el cuerpo refiere frío en las manos. La mirada sigue buscando destellos en el en las tardes oscuras de una luna que se va iluminando por cada noche en este altar.
No hay mejor promesa que la que uno se encarga de guardar en el pecho para lograrla, cumplir con los términos y condiciones de ese lugar al cual uno debe llegar cuando respira el alma, y ser ese ligero pasajero que se cuelga del guiño del atardecer, que nos regala de a poco el misterio de la posición que guarda la luna. Es así como se alimenta el pulso de emociones, esas que no se pierden en la nostalgia de lo que no fue y van avanzando por cada centímetro de piel dejando en cada poro la sensación de vivir, siendo más que un organismo articulando movimientos, dejando en el viento el aroma de la tierra húmeda que conforma mi cuerpo.
Hoy es un día más en lo cotidiano que se volvió este 2020, sin embargo, en la pluma desgastada por el clima, las líneas siguen siendo un motor para la vivencia al paso de mis ojos, el invierno se acerca, cada día retoma la sensación de que todo comenzará de nuevo… En mi caso, todo comienza de nuevo cuando los termómetros marcan grados de menos, así que me alegro, me doy la oportunidad de continuar, de llegar donde deba estar, de ser más que letras al convertirme en fuego.
