Ojos profundamente oscuros y la tez de un color que figura el atardecer de los mejores soles de octubre. La fortaleza emanada de sus manos, sus piernas y sus venas, la han impulsado a seguir a pesar de que todo pronosticaba una tragedia.
Aranxa Solleiro
Eustolia Molina habitante de San Juan Tilapa es una paciente Covid-19 con 74 años de edad, la cual ha luchado por combatir durante dos semanas el enemigo de muchas almas a lo largo del año. Su caso no solo representa un hecho admirable por su edad, sino también porque desde hace 30 años padece la principal enfermedad crónica del país: diabetes, la cual hasta antes de contagiarse, la trataba ya bajo prescripción médica con dosis de insulina que a momentos parecían inservibles, puesto que tenía que implementar en ocasiones una dosis más fuerte de la habitual.
Eustolia comparte su experiencia sentada en una silla a través de la cual uno de sus nietos colocó un aparato que le proporciona masajes en la espalda para ayudarle a desinflamar un poco y descongestionar las mucosas que se encuentran penetradas en sus bronquios, ya que por su malestar y caso, la aplicación de la terapia por “puño percusiones” podría causarle una coagulación dentro de ellos.
Cruza las manos, levanta la cara y trata de lanzar una mirada al techo para ayudarse a respirar suavemente y evitar –aunque poco- el dolor que atenta en su pecho: “siento que me duele mucho el pecho, así cuando respiro (inhala aire y trata de retenerlo por unos segundos), a veces no lo aguanto y también me duele el pulmón, siento frío, frío como cuando me dio neumonía hace unos años cuando mis hijos estaban niños. Pero ya no me falta el oxígeno, ya puedo respirar mejor.”
El día siete de enfermedad, marca ya las 18 horas en el reloj de su puerta y la hora de la merienda se asoma lentamente, sus ganas por hacerlo se presentan lánguidas, sin embargo sabe que no tiene más opciones que atender a lo que su médico y familiares le han dicho. Sorbe un poco de avena con leche y canela para tener algo en el estómago y ayudarse así a elevar sus defensas. Hasta ese momento Toyita, como le dicen sus seres queridos, no sabía que había cargado durante una semana el Sars-Cov-2, empero lo asimila y se convence de que puede salir adelante a pesar de que es posible tenerlo. Su consuelo a momentos, se presenta a través de casos de conocidos o familiares que ya pasaron por lo mismo y que comparten el mismo rango de edad.
“A la hermana de Kitty ya le dio el Covid, pero dice que a ella le dolía mucho la cabeza y sentía que se le salían los ojos del dolor y el esfuerzo, yo gracias a Dios no siento eso, a mí lo que más me afecta es el azúcar que no se me quiere bajar, ya me pusieron la insulina y no sé por qué no me hace efecto.” Comparte su experiencia sosteniendo firmemente una botella de un suplemento alimenticio especial para diabéticos.
El día anterior, Toyita presentó cual granada apunto de explotar, poco más de 500 mg/dl de glucosa en la sangre, el escenario esperado no era en absoluto agradable, puesto que un coma diabético esperaba para amedrentar fuertemente su cuerpo. No obstante asegura que Dios y el apoyo que le han dado sus hijos y nietos, le han ayudado a no dejarse caer.
Por creencias, por miedo al rechazo y a la posible generación de rumores en el pueblo, la familia permaneció en silencio, si alguien se hubiera enterado, podría causar un poco de catástrofe. De la misma manera, no fue trasladada a un hospital considerando que por su edad, ya no es candidata a contar con un respirador en caso de necesitarlo.
Sin embargo, después del séptimo día, cuando la prueba resultó positiva se instaló una especie de hospital dentro de su habitación y se dejó de lado los posibles comentarios externos. Al día de hoy, cualquiera que entra a verla, tiene que ser desinfectado por un líquido con cloro y agua por medio de un atomizador improvisado, el uso de cubrebocas y poca distancia entre uno y otro. Una persona solo es permitida para estar ayudándole con algunos movimientos, con terapias de respiración aprendidas de experiencias de otros y de estudios de su hijo menor que es fisioterapeuta, y de igual manera, con la colocación de medicamento o insulina para seguirla controlando.
Noches largas se han vivido, tardes de angustia y un temor que incluso es respirable en cada una de las paredes que conforman la casa. No obstante, el día noveno de perpetua angustia, el médico que la ha visto y tratado durante la enfermedad, el cual espera especializarse en tratamientos de pacientes Covid-19, asegura que el peligro está pasando, sus niveles de glucosa han bajado considerablemente, su oxigenación se presenta mejor, por lo que asegura que en pocos días se sumará al grupo de personas inmunes, casi como si se tratara de un hecho milagroso.
Eustolia es uno de los casos Covid-19 que deberán ser aplaudidos, porque sí, la muerte es respirable y considerada al momento de contagiarse pero el espíritu de salir y mejorar, a pesar de que todo se tenga en contra, puede ser más benéfico que cualquier medicina. He ahí la importancia de hacerle saber al enfermo que no está solo, a pesar de que las puertas deban estar cerradas y sobre todo, se debe enfatizar que el rechazo hacia personas portadoras es una ideología que debe ser erradicada en la sociedad mexicana.
(Foto: Aranxa Solleiro )
