La mirada femenina cambia sustancialmente la manera en que se leen los textos, una mirada que se requiere para abordar temáticas como las agresiones y violencias que tradicionalmente han sido envueltas en “historias y cuentos que endulzan la realidad” , una mirada que existe desde las escritoras mexicanas de mitad del siglo pasado, pero que por muchos años fue relegada, incluso para las propias literatas.
Ximena Barragán
Retomando códigos de la tradición del género fantástico (fantasmagónico) del tipo de Amparo Dávila, Elena Garro, entre otras, Ave Barrera “dialoga con una tradición que hasta los últimos años comenzó a ser revalorada”, observa Maricurz Castro Ricalde respecto a la escritora acreedora a los premios Sergio Galindo y Lipp.
Desde su participación en el proyecto literario “21000 princesas” (los cuentos de hadas como nota roja) Barrera ha participado de una práctica distintiva de esta generación de escritoras: el trabajo colaborativo, “la metáfora de apoyo solidario para poder hablar de mujeres, de lo que ocurre cuando hablamos de colectividad”, apunta Ricalde.
“Desde 21000 princesas he aprendido, crecido, asumido mi postura feminista, ya no pasivo sino de acción” relata la autora de “Puertas demasiado pequeñas” y “Restauración”, quien encuentra en la literatura un oportunidad de “mover algo, producir algo en el corazón de los lectores y las lectoras“.
En su obra, Ave busca reivindicar a los personajes femeninos , que tradicionalmente, en la literatura de los hombres han sido tratados injustamente, como un objeto, idealizado que puede ser sujeto de violencia, o incluso violación “no tienen matices humanos”.
Ambas mujeres dialogaron respecto a la obra de la Barrera y la literatura como espacio de visibilización de las violencias e inequidades de las que las mujeres son víctimas en el marco de las actividades organizadas por la Dirección de Cultura de Toluca en la sexta edición de FILEM.
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