25/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Organilleros, la distintiva tradición mexicana importada de Alemania

Fecha de publicación:

Alexander Von Humboldt piso tierras mexicanas en 1803 con la mirada geográfica que le permitió medir nuestras montañas, cerros y volcanes por un año entero, creando así uno de los primeros lazos especiales entre la República mexicana y su país natal. Con el paso del tiempo la relación entre nuestro país y Alemania no solo se centra en intercambio de bienes económicos, pues es bien sabido que el país europeo comparte un gran número de empresas instaladas, las cuales son enfocadas al sector automotriz e incluso al farmacéutico en su mayoría, sino que también, nos han compartido creaciones magníficas que han sido apropiadas e incorporadas en la cultura mexicana.  

Aranxa Solleiro  

Nuestro país admirado por la mirada alemana, ha permitido el asentamiento de personas provenientes de este país, pues su enamoramiento ha sido magnífico al grado de compartir el gusto por el arte, especialmente por la música.  

Carlos Gutiérrez Acosta, nacido en el Municipio de Ecatepec y residente en la ciudad de Toluca, compartió la historia de cómo llegaron los organilleros a México mientras anotaba con atención sus palabras en la libreta: 

“Todos pensamos que por ser un símbolo o algo muy especial para la cultura mexicana, los organilleros son de aquí, pero vienen de Alemania. Cuando tocaba una tarde en el zócalo de la Ciudad de México, una muchacha que venía de allá, leyó lo que dice el cilindro y me dijo: <<esa calle que está ahí, es la misma calle de donde está mi casa pero esa fábrica donde hacen estos instrumentos, ya no existe.>> Por ella supe que venían de allá y desde allá los siguen trayendo, solo que ya no sé específicamente desde qué parte del país.” Se acerca a su compañero y señala emocionado: “mire, aquí dice, yo no le entiendo pero según lo que dijo la señorita, ahí dice la calle: Berlin SchönhauserAllee.18.” 

Los organilleros fueron importados durante la época Porfiriana, por una familia propietaria de la fábrica Wagner & Levin, quienes buscaban a personas para que pudieran rentar sus instrumentos para subsistir, dando origen así a los famosos organilleros. 

Transcurrían las 10:45 de la mañana, la jornada iniciaba apenas y si es que la lluvia no amedrenta, se esperan que se esté de pie por ocho o tal vez doce horas, haciendo sonar las ocho canciones ya instaladas a través de un rollo musical que se carga por dentro.  

En 1999 Carlos comenzó con el amor por su profesión, un amigo fue culpable de su pasión por deleitar a un mundo de paseantes que reflejan un brillo especial en sus ojos, al escuchar las melodías que de la caja emergen.  

El sol se presentaba picante en el cielo, con un calor que se reflejaba en gotas de sudor bajo el gorro u originalmente nombrado como “pique”. Se detenían él y dos de sus compañeros en la esquina elegida como escenario ideal para comenzar con su arte.  

“Salimos de casa desde las ocho de la mañana. Nos venimos aquí cada quien con su familia, pero casi siempre estamos de un lado a otro, no precisamente en Toluca o la Ciudad de México, sino en distintos estados. Pero para eso debemos de juntar por lo menos un poco, para el traslado en camión o en avión que ninguno es muy barato. Lo que ganamos casi diario es lo de un salario o dos salarios mínimos y con eso tenemos que repartirnos nosotros una parte y también darlo para la renta del organillero, que es de 100 pesos.”  

Cargando de entre 40 a 50 kilos en sus espaldas, recorren las calles de un México que se percibe a momentos inmune al sonido. Un auto, posiblemente dos en cada semáforo aporta una moneda y con eso, una sonrisa siempre se dibuja, pues el agradecimiento nunca deja de presentarse en su pecho cuando alguien ayuda con una moneda o incluso un comentario agradable.  

“Pertenecemos a la Unión de Organilleros de la Ciudad de México y mucha gente cree que vivimos también de algún apoyo que nos da el gobierno, pero la verdad nunca nos han dado nada, nosotros solo vivimos de lo que la gente nos da. Ahora en tiempos de encierro tuvimos que seguir saliendo porque nosotros sí vivimos de lo que sacamos cada día y la gente a veces nos ayudó con dinero o despensas, la verdad es que fue muy bonito. Porque te siguen identificando como algo muy representativo, algo que es de tradición mexicana.” 

Se coloca el sanco que detiene el cilindro musical, se preparan con un cubrebocas peculiar y da inicio el concierto.  

Con ánimo mira a la cámara y menciona: “dedicarse a esto es muy bonito, aunque no siempre tienes buenos momentos, todo se hace con amor, porque siempre he dicho que lo que hacemos es arte.” 

Según lo mencionado por el líder sindical de organilleros en una entrevista para el periódico New York Times, en México existen alrededor de 500, unos dedicados por amor y un legado cultural, otros por la escasa oportunidad laboral. Sin embargo, se siguen considerando un elemento fundamental del país y de su historia.  

(Aranxa Solleiro)  

Tags: en Cultura
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