19/Apr/2024
Portal, Diario del Estado de México

Orgullo, tradición y entereza otomí, las muñecas de las mujeres Marcial

Fecha de publicación:

Desde Querétaro avanzaron hasta Tenancingo, con las plantas de los pies que no se dan por vencidas e impulsan a sostenerse y no rendirse. Poner en alto las raíces de uno para que los demás las respeten y sobre todo, las valoren. Como si se viviera en otro mundo, en otro planeta, en una órbita donde lo común no puede existir, donde las posibilidades que se han inculcado son casi imposibles a ir más allá de la tierra a la cual se pertenece.  

Aranxa Solleiro  

Rosenda Marcial, perteneciente a la comunidad Otomí del estado de Querétaro y quien desde los ocho años elabora artesanías, ha sabido defender su esfuerzo en cada sitio al cual se presenta. Su madre, quien falleció hace seis años, le demostró que a pesar de las dificultades, siempre se debe de ver por el bien de la familia y de aquellos que la rodean. Sus manos se aprecian cansadas, no obstante, su fortaleza no cesa y se asimila que el amor por lo que hace, brilla más que las pupilas de sus ojos.  

Rosenda, sale cada día a las calles del municipio de Tenancingo, donde se instala cada fin de semana, cuando hay más posibilidades de vender un poco. Junto con ella están sus hermanas y su hija, las cuales con el mismo amor, elaboran juguetes, pañuelos y bolsas. Sus productos son colocados con delicadeza sobre una mesa que rentan a 20 pesos por día, no obstante desde hace cuatro meses, han sido apoyadas para que no paguen dicha cantidad.  

Se perciben monocordes, ubicadas por tamaños y colores las muñecas que a pesar de la tormenta, nunca pierden una sonrisa en su rostro. Moños folclóricos que atacan de colores la mirada de los paseantes, dibujan un sentimiento de vida durante un presente que escasea de ella. Los precios van de 5 mil hasta 250 pesos, su proceso de elaboración para los ojos de muchos parece ser sencillo, sin embargo es todo lo contrario.  

Se requiere de paciencia, de hilar suavemente, de poner a trabajar a la máquina de coser que crea junto con ella la ropita que lucirán relucientes, se unen las partes del cuerpo: los brazos, las piernas y la cabeza, los cuales se rellenan de algodón antes de unirse y finalmente se pintan sus facciones que le darán vida a su creación hermosa. El tiempo para que la muñeca tenga su culminación, es de media hora aproximadamente, sin embargo ninguna omite la pasión por su trabajo.  

“Nos gustaría que el apoyo a artesanos no deje de estar con nosotros, más en estos tiempos donde ha sido muy difícil todo, hemos perdido mucho, hasta hemos hecho trueque, recibimos despensas y les damos una muñeca o alguna de las cosas que hacemos. Nosotros necesitamos ayuda para el material y con lo poquito que ganamos, la verdad no nos alcanza.” Mencionó Ramira Marcial.  

La mujer Otomí demuestra una resiliencia magnánima, se envidia la sonrisa que no se ha difuminado a pesar de la adversidad. Se instala un sentimiento de admiración no solo por su trabajo y esfuerzo, sino porque a lo largo de los años han sabido insertarse en una comunidad que a momentos, las rechaza o no les da la aceptación merecida. Aprenden un segundo idioma para darse a entender con los clientes y se comunican entre sí en su idioma natal, porque sus tradiciones las empoderan y las presumen con valentía. 

“Es muy difícil que la gente que viene a comprarnos vea todo lo que se necesita, también nos piden que les demos nuestras artesanías más baratas y la verdad se las damos, porque preferimos venderlas que quedarnos con ellas. A algunos les sorprende que vendamos a 5 mil las más grandes, pero por el esfuerzo y más por el gasto que hacemos para el material, pues no es barato en ocasiones. Ahora ya casi no las sacamos porque los primeros meses de cuando inició el encierro no vendimos ninguna. Entonces solo estamos vendiendo lo más pequeño, lo que es más barato.” Argumentó con un dejo de angustia Alberta Pérez.  

La muñeca Otomí debería de ser elogiada como las manos que la crean, actualmente es considerada Patrimonio Cultural de Querétaro y son elaboradas por comunidades Otomíes y Mazahuas, ambas comunidades asentadas en la entidad mexiquense. Son reconocidas como uno de los símbolos más representativos de México y de ellas dependen no solo Rosenda, su familia y conocidos, sino una población de 116 mil 240 habitantes según el último censo realizado por COESPO en el Estado de México.  

Rosenda saldrá el próximo fin de semana y los días que le permitan, tomando las precauciones debidas a pesar de lo complicado que pueda ser. Sus cubrebocas fueron hechos por sus manos y las caretas fueron donadas por comunidad civil. Afortunadamente donde se instalan, tienen acceso al sanitario donde pueden hacer lavado de manos. Sin embargo, la pandemia y el apoyo para ellas, va mucho más allá de solo el jabón y el agua.  

(Foto: Aranxa Solleiro)  

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