Trabajadoras domésticas temen por salir a la zona urbana y regresar con algún contagio. A pesar del confinamiento, las mujeres que laboran en la limpieza de casas ajenas, deben salir de casa para seguir trabajando, ya que su reducido salario es de gran ayuda para el sustento de sus familias.
Aranxa Albarrán
La mayoría de ellas se concentra en zonas rurales, por lo que es necesario transbordarse en más de dos autobuses o taxis colectivos para llegar a sus destinos. La inversión resulta ser a veces compleja, ya que desde la alza del pasaje su economía se ha visto afectada, provocando que trabajen más horas o se vean en la necesidad de buscar más casas o actividades alternativas para ayudar en la limpieza.
Derivado de las medidas preventivas acatadas por las autoridades para respetar el distanciamiento social y la reducción de movimiento en la comunidad, el transporte ha cambiado sus horarios y el número de pasajeros, por tanto, deben de salir de casa más temprano para no perder su traslado, llegar a tiempo a sus espacios laborales y regresar a la misma hora a sus hogares o si es posible, antes para atender no solo a las tareas de la casa sino a sus hijos, en caso de tenerlos.
Alejandra Escamilla habita en Las Jarillas, comunidad cercana a Zaragoza de Guadalupe perteneciente al Municipio de Calimaya, trabaja en la cabecera municipal de Metepec en dos casas distintas, sin embargo desde inicio del confinamiento, solamente tiene la oportunidad de laborar en una y para llegar a ella, debe de transbordar en dos autobuses y caminar quince minutos más.
Para Alejandra el atender a las medidas de sana distancia le resultan complicadas, en tanto que alrededor de diez personas conviven con ella en los medios de transporte y debe de llegar a otra familia para tener al menos un ingreso que le posibiliten seguir contribuyendo a sus dos hijas de 16 y 21 años respectivamente, por el hecho de que su marido labora fuera del Estado de México como agricultor y no ha podido regresar a su hogar por la pandemia y falta de empleo desde hace más de tres meses.
“Tengo que tomar el camión dos horas antes a las 7 de la mañana, cuando lo tomaba a las 9 porque ya no pasan de la misma manera, ahora redujeron sus corridas y si no lo tomo a esa hora, tarda en pasar más de una hora otra vez. Pero siempre tomo mis precauciones, aunque ya no hay la misma cantidad de gente en el camión, trato de sentarme lo más lejos posible de alguien. Me llevo mi bufanda porque no tengo cubrebocas pero así me protejo un poco, pero sí me da miedo contagiarme y enfermar a alguna de mis hijas.”
Las hijas de Alejandra se encuentran confinadas y toman clase con dificultades en línea en tanto que no cuenta con una conexión a internet y computadora, por lo que utilizan los datos de su celular para conectarse, corriendo con el riesgo de acabar con su saldo rápidamente y hacer el gasto de comprarlo constantemente. A pesar de que ahora tiene más tiempo para atender a sus hijas por el hecho de ya no trabajar con la misma intensidad de hace tres meses, puesto que solo trabaja tres días a la semana, menciona que se siente impotente por no acudir con el ingreso necesario, que es de $950 a la semana y además con el temor del contagio.
“Agradezco a la familia que me sigue dando permiso de trabajar, con eso aunque poco pero al menos me alcanza para llevar comida o para pagarle un poco del internet a mi hijas para sus teléfonos y estén en clases. De todas formas a una le da miedo de enfermarse y que ese dinero ya después no se pueda conseguir, ya ahorita no hay dónde trabajar, ya nadie está dando trabajo.”
Afortunadamente sus hijas tienen la edad suficiente para cuidarse, empero, dependen de su madre para comer o atender cualquier otra necesidad alterna. Sin embargo, ayudan en tareas del hogar para que así el esfuerzo sea equilibrado y Alejandra no se sienta con la misma carga de trabajo al regresar a casa.
El plan B de Escamilla se centra en la posibilidad de pedir un préstamo en caso de necesitarlo, no obstante narra que “la mayoría no te quiere prestar porque todos tienen ese pendiente de que todo va a subir, de que todo va a estar por las nubes, para comer, la renta, el pasaje, etc.” De la misma manera ha pensado en vender comida casera junto con su hermana quien recientemente se fracturó una mano y padeció la atención precaria del Instituto Mexicano del Seguro Social, quienes tardaron más de dos semanas en operarla.
Alejandra se encuentra entre el número de personas que trabajan informalmente, empero, justifica que como ella un gran número de gente en el país necesita de más apoyo para subsistir y solventar constantes crisis económicas a lo largo del año, no solamente la actual que se vive por la pandemia.
En México según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE), del Instituto de Geografía y Estadística (INEGI), 31.3 millones de personas trabajan en la informalidad, esta cifra aumentó el 2 % con respecto al 2018, por lo tanto la atención a este tipo de personas, debe de ser fundamental para sobrellevar de manera más humanística la crisis que se vive en estos días.
